Capítulo 25 Nadie iba a despertarme.

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—Buenas noches, Ryan.

—Hasta mañana, Bi.

Escuche desde debajo de las mantas a Ryan y Bianca darse las buenas noches en el pasillo fuera de la habitación.
Cuando él abrió la puerta tenía el cabello mojado y usaba un pijama demasiado viejo para ser de alguien que viviera actualmente en esta casa. Sospeche que venía de una de esas cajas llenas de ropa que las ancianas de la edad de Bianca siempre conservaban en sus áticos esperando la ocasión de ser necesario sacarlas y presumir que alegaban un día que iban a necesitar.

—¿Ya está dormida, Doc?— susurró Ryan acercándose a la cama.

Me di la vuelta en el colchón para ver hacia donde estaba él.

—No, aún no lo consigo.

—Al principio el wiski quita el sueño, pero después cuando logre cerrar los ojos le aseguro que dormirá como un bebé.

Se sentó en la cama para quitarse los zapatos y la camiseta y cuidadosamente se recostó a mi lado.
Puso las manos en su nuca y miró al techo soltando un gran suspiro. No podía dejar de verlo pensando en lo apuesto que era.

Su barba de candado hacía ver su rostro aún más simétrico y varonil de lo que podría verse sin ella, y los músculos que se asomaban debajo de su piel formaban más líneas incluso que los tatuajes que lo marcaban.
Sus brazos parecían tan fuertes y seguros...los mismos que me habían apresado una ocasión también me liberaron hoy.

Las escenas de esa tarde volvieron y cerré los ojos para tratar de ahuyentarlas. Apreté las manos para hacer un esfuerzo extra y entonces me llegó una leve brisa cálida desde un poco más alto que mi rostro.

Abrí los ojos y me di cuenta de que era la respiración de Ryan. Levanté la mirada un poco y mantuvimos contacto visual un momento.

Pareció haber leído mi mente cuando dijo:

—Deje de pensar en eso de una vez. Me hace querer volver a Pensilvania para asesinar a ese gusano cada vez que esas imágenes vuelven a mi cabeza.

Bajó los brazos y se puso de costado sobre su codo para tener una vista más amplia de mi rostro.

—No puedo evitarlo— dije bajo. —¿Se da cuenta de lo cerca que estuvo todo de convertirse en una tragedia?.

—Sí, pero preferiría no hacerlo.

—Ya sé que le di las gracias muchas veces ya pero de verdad no me cansaré de hacerlo jamás, señor Tucker.

Me sonrió.

—¿Qué pasó con eso de llamarme ¨Ryan¨, Doc?— levantó su mano libre y la acercó a mi rostro, pero un microsegundo después de darse cuenta de lo que haría, se detuvo y bajó el brazo.

—Usted no ha dejado de decirme ¨Doctora¨ o ¨Doc¨, así que no pierdo la costumbre.

—Supongo que me gusta tener que tratar a alguien con respeto después de tanto tiempo en la carcel.

Había querido acariciarme, y en ese momento yo necesitaba sentirme segura. Sabía de Ryan Tucker, a pesar de ser lo que era y de haberme tratado de tan mala manera en un principio, era la única persona con la que podía sentirme segura en estos momentos.

Tomé su mano sobre las mantas y la lleve a mi mejilla sin pensarlo demasiado. Él se sorprendió un poco, pero después comenzó a acariciarme dulcemente con el pulgar mientras los demás dedos aún estaban hechos un puño.

Cerré los ojos, pero esta vez no porque tuviera miedo.

—Esto es muy complicado— lo escuché decir. —No sólo para usted.

Mi mano seguía alrededor de su muñeca mientras me acariciaba.

—Solo sé que me siento bien cuando está cerca. No necesito saber nada más— le dije.

—No me refiero al efecto que tengo en usted...me refiero al que usted tiene en mi— abrí los ojos y busqué los suyos. —Oh, vamos. No me mire así.

—No lo comprendo.

—Doctora, hace años que no tengo muestras de afecto con absolutamente nadie además de las ocasionales cartas que le enviaba a Bianca, y de repente me fugo de la cárcel, usted queda atada a mí y de alguna manera llegamos al punto en el que la acaricio para que pueda dormir tranquila.

Sus palabras no estaban destinadas a sonar crueles, pero yo así las sentí.
Me sentí ridícula, como una niña de veintinueve años que necesitaba de un musculoso y tatuado oso de felpa para dormir sin tener pesadillas.

—Lamento que mis nervios y traumas le provoquen situaciones incomodas, señor Tucker— alejé su mano de mi rostro y lo solté.

—Ey, yo no...— le di la espalda y salí de la cama.

—No se preocupe por mí. Veré como arreglármelas para sobrellevar la noche.

Tomé mi almohada y una sábana para disponerme a dormir en el sofá de la sala de estar.

—¿Está hablando en serio, Doc?.

—Totalmente.

—¿Qué pasará si las pesadillas vuelven? Y estoy seguro de que lo harán.

—No quiero que me toque ni un cabello, ¿me escuchó, señor Tucker?.

Salí de la habitación y cerré la puerta enfadada. Solo esperaba que si Bianca ya estaba dormida, mi portazo no la hubiera despertado.

Sabía que me esperaba una larga noche, y teniendo en cuenta que corría el peligro de entrar en una pesadilla aterradora de nuevo y no tener a alguien a mi lado que supiera lo que pasaba y como calmarme, mis ganas de dormir se redujeron a cero.
A las tres de la mañana aproximadamente mis parpados comenzaron a pesar demasiado y a pesar de mis muchos intentos por mantenerme despierta, poco a poco el wisky y los calmantes me hicieron dormir profundamente.

De nuevo estaba ahí, sentada en el lugar del interrogado. Escuchando una vez más a esa horripilante voz que me advertía que me estaban esperando, y de repente esa sensación fría en las manos que me provocaba el metal de un arma la cual me presionaban a usar para asesinar a alguien cuyo rostro no conocía.

Entré en pánico dentro del sueño una vez más, pero me era imposible despertar. Simplemente me quedaba ahí pidiéndole a esa voz que cesara. Esta vez nadie me despertaría.

Ahí te liberaré...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora