Final. Chaleco naranja.

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Final.

—Nena, en serio...¿Puedo matarlo?— me preguntó por milésima vez sin dejar de ver al hombre ahora atado a un lado de la compuerta. —¿Cómo dices que osó llamarte?

—Ya te dije que lo olvides... ¡y deja de moverte!— pegué el algodón con alcohol de nuevo a su piel.

Soltó una pequeña carcajada y su cuerpo se movió a causa de eso.

—Ya déjalo, la bala ni siquiera está dentro. Estaré bien...

—Puedes desangrarte o contraer infecciones, Ryan.

—Te dije que me han disparado millones de veces. Duele pero no es nada, lo juro. Puedo aguantarlo.

Sentí su enorme mano en el costado de mi cabeza y sus dedos comenzar a frotar mi cuero cabelludo. Levanté la vista y noté su mirada dulce de nuevo.

Sonreí.

—Me gusta eso— dije un segundo antes de volver a tratar de poner un parche en su herida.

—¿El qué?— pasó sus dedos delicadamente por mi pómulo.

Su tacto me resultaba extremadamente relajante. Incline la cabeza un segundo hacia su mano y cerré los ojos deleitándome con la sensación.

—Esa mirada... Me miras como si fuera la octava maravilla del mundo— me ruboricé. —Como si estuvieras tan loco por mi como para no importarte estar marchándote a otro país para estar conmigo.

Terminé con sus curaciones y suspiré. Lo había hecho mejor de lo que me creía capaz.

—No creo que exista otra maravilla además de ti, Doc— se inclinó un poco para juntar nuestros labios brevemente. —En cuanto a lo de marcharme, no quiero. Y su compañía es de lo más enervante, pero recibió una bala por mí una vez y no me gusta tener deudas.

Solté una risa.

—Por supuesto. ¿Cómo pude pensar que era por amor?.

—No lo sé. A veces creo que está un poco loca— sonrió ampliamente antes de volver a besarme, esta vez lento y sin pausas.

—¡¡¡Ayudaaaa!!!.

Hablé muy rápido para decir que el beso no tuvo pausas.
Separamos los labios pero no nuestras frentes.

—¿A él si puedo matarlo?— me preguntó como un niño pequeño pidiendo un caramelo.

—¿Quién piloteara el avión entonces?.

—Es pequeño, yo puedo solo...

—¡¡¡Necesito ahora mismo un copiloto!!! ¡¡¡Ayudaaaaa!!!.

Me reí bajo y me levanté del suelo donde estaba frente a Ryan sentado en uno de los cómodos asientos.

—Espera, tu y yo estábamos en algo...

—Va a estrellarse con un rascacielos si no le ayuda nadie a ver el radar— lo besé en la frente. Aprovechó para abrazarme por la cintura.

—De acuerdo, pero no he acabado contigo— dijo mirándome a los ojos.

—Ni yo contigo, galán— me reí. Los ojos se le abrieron como platos.

—Mierda, eso sonó tan bien en tantos sentidos— cerró los ojos e imaginó algo.

—Basta— lo empujé levemente. —No mates al pobre hombre en lo que regreso.

Pasé por arriba de nuestro amigo atado en el suelo y abrí la puesta de la cabina.

Me encontré con un Jared Ívon apretando botones como loco al mismo tiempo que sostenía en sus manos la palanca. Sudaba mucho y respiraba nervioso.

—Se ve que no haces esto hace mucho— dije sentándome en el lugar a su lado. —Usted manda, capitán.

—Gracias al cielo has puesto pausa a tu luna de miel— tragó saliva. —Cuida lo que se acerque a nosotros en el radar. Aprieta este botón cada medio minuto y espera a que este otro brille de color naranja para presionarlo también.

Me reí divertida y asentí.

—¿Es esto lo que te hace estar tan nervioso?— bromeé y apreté el primer botón.

—No es para nada igual cuando lo hace una sola persona. Creí que podría hacerlo por la euforia del momento.

Cuando tomé el control de la palanca frente a mí imitando sus movimientos, algo adicional a lo que me había pedido, sus hombros se relajaron.

—Gracias— dijo en un suspiro.

—Cuando quieras— ahora apreté ambos botones.

Duramos un momento en silencio en el que pude escuchar como Ryan se servía algo de beber y cada tanto apretaba los botones a mi cargo, pero luego de que se calmara, Jared me miró.

—Estás radiante, Denisse— lo miré y me sonreía. —Estas consciente de que todo va a estar bien ahora, ¿no es así?.

Asentí emocionada.

—Todo se puso poco a poco en su lugar después de todo— lo miré un segundo. —Después de escapar de ser "secuestrada", después de mis ataques de pánico y de todo lo que me pasó estando en la carretera con Ryan. Todo va a estar bien, lo sé. Iremos lejos y dejaremos todo atrás para tener una vida normal...

Cuando dije esas últimas palabras pensé de verdad en el significado de ellas, pero no fue para Ryan o para mí, sino para Jared. Él seguía aquí, se suponía que volvería a su vida normal de antes de conocerme una vez que Ryan y yo nos fuéramos; Sin embargo estaba aquí, pilotando el avión.

—Jared, tu vida...tu trabajo, tus pertenencias...

—¿Qué pertenencias?— su sonrisa perdió ánimo. —El departamento de mis padres, un auto viejo y mi ropa no es nada. ¿Qué trabajo? Renuncié cuando logré liberar a Ryan.

Me hizo falta concentrarme mucho y por poco no presiono el botón naranja. Me había sorprendido.

—¡¿Renunciaste?!.

—Si...

—Pero te encantaba tu trabajo.

—No después de ver todo lo que mienten en ese ambiente— negó triste. —Yo creí que trabajaba con y para las personas más honestas del mundo, pero resulta que solo secuestran y hacen daño para condenar a personas que secuestran y hacen daño— suspiró. —Es asqueroso.

Me mordí el labio y volví a mirarlo.
Claramente extrañaría lo que sentía trabajando en ese penal y con la policía, pero de igual manera, aunque se quedara no iba a sentirse igual.

—Entregué mi placa después del juicio y pedí que me asignaran a policía de tránsito— se burló de lo que acababa de decir con una carcajada verdadera. —Patético, ¿no?.

Traté de no reírme. Pero cuando él me miró a los ojos y lo imaginé con ese chaleco naranja solté una carcajada.

—Algo— logre decir.

Nos reímos más de unos minutos más con la visión de una flecha fluorescente en sus manos y un silbato, pero luego comenzamos a bajar el volumen a nuestras burlas.

—Estaré bien, Denisse— se limpió un par de lágrimas de risa. —No te preocupes por mí.

Vamos a estar bien— remarqué el plural de la palabra.

—Quizá consiga trabajo en algún gimnasio como entrenador a donde sea que vayamos.

Asentí.

—Y serás el mejor en ello. Estoy segura.

De nuevo reinó en la cabina un silencio sepulcral.
Me miré los dedos y pensé en el futuro que nos esperaba.
No tenía ni la menor idea de lo que haríamos, pero sabía por alguna razón que iba a ser plenamente feliz.

Ryan apareció entre nosotros en la cabina.

—Si quieres te contrato de guardia para la casa que le compraré a mi mujer— nos frotó los hombros y suspiró. —Olvídalo..., prefiero un pit bull...

Ahí te liberaré...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora