Capítulo 1 "Un criminal"

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No era extraño ver a un hombre ser juzgado en una de las alas del castillo, pero si lo era ver a alguien joven esperando un juicio por un crimen tan grave como un asesinato. Había delegados encargados de recordarles las leyes a los ciudadanos de Maljut y aunque el rey solía tener la última palabra en esos casos, debido a su ausencia en otro reino, él como su hijo debía encargarse de suplir su puesto.

Normalmente no solía formar parte de los juicios a no ser que fuera realmente necesario, pero se había sentido intrigado por el caso del joven arrestado que se encontraba sobre sus rodillas en espera de un veredicto mientras era observado por las miradas severas de los hombres de la corte.

–Inclínate ante tu príncipe, criminal –resonó la voz profunda del encargado principal de su padre que llevara el control de los juicios.

Vio al joven inclinar su cabeza levemente, pero no fue respeto lo que pareció llevarle a obedecer sino otro tipo de razón que en ese momento ignoraba.

–¿De qué se le acusa a este ciudadano de Maljut? –preguntó en tono solemne cuando tomó asiento en el centro de la corte.

–Asesinato, su majestad.

–Lea el caso por favor.

Por un momento había llegado a pensar que aquel hombre se había equivocado, que asesinato era una palabra exagerada en la sentencia de un joven, pero conforme iba escuchando el crimen del que se le acusaba, se vio obligado a ceder al escepticismo.

Los calabozos donde se albergaban las celdas de los criminales no eran lugares agradables, por lo que había designado un lugar menos precario y desagradable para albergarle hasta que su sentencia fuera dictada dentro de un par de días, luego de que ordenara una pequeña prorroga.

Caminó por los pasillos con sus ropas oscuras y siguió la guía de su sirviente mientras iluminaba el camino con una lámpara de aceite hacia el interior de los calabozos en una de las áreas apartadas del rumor de la escoria del reino, en aquellas pequeñas habitaciones frías y húmedas donde algunos de los peores hombres habían vivido sus últimos días antes de ser ejecutados.

–Espera afuera –le ordenó y aunque buscó intervenir, una mirada fue suficiente para que agachara la cabeza en señal de sumisión, murmurando que esperaría al otro lado de la puerta del calabozo.

Sus pasos parecieron sorprenderlo un poco en aquel silencioso lugar, sus ropas no estaban del todo sucias, pero lucían un poco desordenadas, quizás debido a los guardias que le habían encerrado ahí, pero incluso en aquel lúgubre lugar, su mirada centelleaba. Estaba curioso a decir verdad, si él era tan culpable como se le acusaba o había ocurrido un fallo, pero no podía permitirse ser incauto porque todo hombre mentía, especialmente si esa significaba la diferencia entre ser condenado u obtener su libertad.

–Si viene aquí buscando una respuesta diferente, pierde su tiempo.

No dijo nada ante el tono que utilizaba para hablar, después de todo no era diferente a otras ocasiones en que había tenido que dictar sentencia y aquellos rufianes blasfemaban con su lenguaje vulgar frente a él, culpándolo de las consecuencias de sus acciones.

–Un hombre murió.

–Él tuvo la culpa –dijo, acercándose, dejando que su rostro se iluminara por la débil luz de la lámpara de aceite en la mano del visitante –mi hermana dijo que la soltara, pero él no escuchó.

–Asesinó a un hombre y es un delito grave, especialmente si se trata de un noble.

–Yo lo habría hecho incluso si se tratara de usted –respondió sin titubear–. Puede que solo sea otra doncella, pero eso no significa que cualquier noble puede hacer lo que desee cuando ella no lo quiere así.

Había seguridad en su mirada, no tenía miedo y dudaba pudiera tenerlo cuando no se arrepentía de sus acciones.

Se había quedado mirando el exterior esa noche cuando estuvo en su alcoba, recordando aquella fina línea de color oscuro que se había ocultado en las ropas de aquel joven en el lóbrego calabozo y aunque comprendía su discurso, no apoyaba sus acciones; había tomado una espada y la había blandido contra un hombre estúpido sin saber que ello le condenaría.


"Y la oscuridad susurra jugando con sus emociones, cautivando sus sentidos sin importarle si la vida se ha derramado sobre su piel, manchando su corazón"


Era común escuchar a hombres suplicar, resistirse a un destino que habían aferrado a sus tobillos con cadenas, pero él no era así, él era diferente. Su temple era el de un hombre que no está acostumbrado a bajar la cabeza frente a los demás ni a huir incluso cuando todo le grita que no tiene posibilidades; era curioso.

No era especialmente atractivo; joven, delgado, nada extraordinario, pero su mirada... su mirada era desafiante. Los caprichos volvían a los hombres estúpidos, decían algunos ancianos y aunque concordaba con aquellas palabras, el deseo insensato de aquellos hombres provocaba que se mostraran tal y como eran, pero él no era estúpido ni incauto.

La horca le esperaría en un amanecer y ella, sin temer a nadie, le asfixiaría hasta que el brillo de sus ojos palideciera; una oportunidad tal vez pensó en una de esas noches. El príncipe de Maljut ocultaba muchas cosas de sus súbditos y una de ellas era su deseo por sus iguales, aunque podía ser que en esa ocasión su deseo estuviera siendo guiado por un principio menos virtuoso.

Había descubierto en aquella mirada firme un brote de curiosidad, cuestiones sobre esta llegando a un estado de sumisión y respeto, si podría hacer que sus labios recitaran correctamente frente a él como su título dictaba y se descubrió a sí mismo atrapado en pensamientos que no concernían a sus deberes.

A joven edad había conocido el frenesí del deseo junto a un viajero en uno de los viajes donde acompañara a su madre y, sin embargo, a pesar de la saciedad de su curiosidad y deseo tiempo atrás, volvía a descubrir en los ojos de un extraño, un deseo de complacencia.

Cuando bajó al calabozo esa tarde siendo escoltado por su sirviente, descubrió ligeras señales de deterioro en su apariencia; suciedad, cansancio, locura quizá, pero todas aquellas sensaciones golpeando su figura en la soledad de aquella celda oscura no habían hecho más que alimentar su interés en aquel semblante firme.

–Dudo que disfrutes tu estancia en este lugar.

–Cualquiera podría percatarse de ello –respondió haciéndolo sonreír más seguro de su decisión.

–Si es así, entonces tal vez te interesaría escuchar mi propuesta –dijo y a pesar de que no pareció mostrar interés en ello, tampoco dijo nada para evitar que hablara–. Yo podría buscar indulgencia... si te reúnes conmigo en mis habitaciones.


~°~

Hola, sé que fue cortito, pero es como un capítulo introductorio (?) y supongo que con este primer cap, se irán preparando mentalmente y aclaro, aquí ninguno será una tierna ovejita, así que probablemente sufrirán por otras cosas ;D

Enslaved {KyuSung}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora