El médico le había pedido que esperara afuera mientras evaluaba la condición de su guardia en una de las habitaciones y aunque había ordenado explícitamente que no comentaran nada con el antiguo rey mientras se averiguaba lo que había sucedido para no empeorar la ya problemática situación con la rotura de su compromiso, no podía simplemente quedarse quieto.
–Todo parece indicar que el joven ha sido envenenado, su majestad –murmuró el hombre luego de posar su mirada sobre la suya cuando salió de la habitación.
–¿Envenenado? –cuestionó incrédulo ante una noticia como aquella.
–No tiene señales que indiquen que ha sido por un arma, así que debo suponer que lo ingirió –mencionó–. No debería entrar –aconsejó, pero el pelinegro no prestó atención a sus palabras, encontrándose entonces con un joven que yacía en cama en una condición precaria–. ¿Majestad? –pronunció al verlo apartarse luego de quedarse en silencio por un momento, pero supuso que era normal su preocupación, después de todo él también pudo haber sido afectado, aunque quizás solo había sido algo accidental, después de todo muchos hombres podían confundir las hiervas comestibles con algunas venenosas.
Sus pies se movieron por los pisos como si conocieran su camino de antemano y mientras el eco de las pisadas resonaba en las paredes, sentía la furia aumentar al igual que su deseo de encontrar al culpable.
–¿Dónde está ella? –irrumpió en el área donde las doncellas del palacio dormían.
–¿Majestad?
–¡¿Dónde está ella?! –exigió, pero mucho antes de poder obtener respuesta, avanzó a grandes zancadas sacando de la cama a una joven tratando de cubrir su pobre figura de los ojos del rey–. ¿Cómo has osado a atentar en contra de él?
–Alteza, no debería estar aquí –murmuró una de las mujeres mayores.
–¡Cállate! –gritó provocando que la agitación de los presentes se convirtiera en silencio–. Has llevado esa comida sabiendo lo que tenía y, aun así, no has hecho nada para evitar que esto sucediera.
–¿Alteza?
–¡Lo has envenenado, estúpida! –gruñó–, pero te prometo que si él muere yo mismo te mataré con mis propias manos –susurró contra su oreja.
–Yo nunca lo haría, majestad –comenzó a decir y las exclamaciones de las mujeres resonaron al igual que las suplicas luego de que el moreno sujetara su cuello con ambas manos y comenzara a presionarlo sin poder controlar su ira.
–Probablemente él esté muriendo, así que será un pequeño precio a pagar por lo que has hecho –masculló mientras sentía el aliento volverse pesado mientras sus dedos se hundían cada vez más en su carne, notando su rostro enrojecer poco a poco.
–Suéltela... por favor –y sus manos automáticamente le liberaron al escuchar su voz, provocando que la joven cayera sobre sus rodillas, pero ni siquiera se percató de lo que sucedía a su alrededor porque todos sus sentidos se enfocaron en él, en el muchacho que se sostenía con dificultad contra el marco de la puerta.
Acarició sus cabellos marrones despejando su frente y pudo sentir su transpiración que había humedecido su piel, había dicho que estaba bien, pero podía escucharlo gimotear entre sueños mientras trataba de lidiar con el entumecimiento de su cuerpo y el dolor abdominal; estaba mal, pero incluso así había ido a buscarlo.
–¿Por qué me haces esto? –susurró.
El médico le había dicho que había devuelto el estómago un par de veces y supuso que esa era una de las razones por las cuales su piel lucía más pálida que antes esa mañana.
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Enslaved {KyuSung}
FanfictionHabía conocido la tentación en el pasado y pese a ser un fuerte opositor de los caprichos, pronto se dio cuenta que deseaba tener el poder de manipular aquel temple que se mostraba sin temor y una firmeza que pocos poseían en su posición; deseaba es...