Capítulo 11 "Cortejo"

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Vio a Jungsoo pasar a la distancia junto con el rey mientras el resto de los sirvientes los seguían al igual que los de la princesa y trató de no pensar demasiado en ello porque siempre terminaba sintiéndose mal por ella; ambos se parecían e imaginaba que debía ser incluso más duro para una mujer ser tratada con hostilidad por un hombre, en especial si se decía que el matrimonio los uniría por todo un reinado.

Había pequeños rasguños en sus manos debido al arco y aunque en las practicas de cuerpo a cuerpo con la espada podía llegar a salir airoso unos días, la madera extrañamente era menos piadosa que el metal.

Presionó la piedra con algo de fuerza y pudo olisquear el aroma amargo de las hiervas de los jardines en su nariz, viendo un poco de líquido verde brotar. Nunca habían tenido demasiado, pero tampoco habían vivido las carencias de muchos desafortunados, pero un hombre que no puede matar a un animal nunca podrá comer carne, al igual que nunca podrá cosechar si nunca ha conocido las plantas; sus padres siempre habían sido claros al respecto y a pesar de no tener posesiones valiosas en su despedida, nunca pasarían hambre.

Puso el cataplasma en su piel y colocó los guantes que utilizaban en ocasiones los guardias para entrenar, con intenciones de que no fuera notorio que cuidaba su piel cuando para cualquier guerrero las cicatrices de batalla eran trofeos.

Rozó el metal apresando su cuello antes de dirigirse al castillo y sonrió con burla de sí mismo, sabiendo que era una más de las posesiones del rey, un perro esperando las órdenes de su amo para actuar.

***

Miró una vez más al hombre leyendo en la habitación y volvió la vista al tejido, el antiguo rey había mencionado que deberían pasar tiempo juntos para conocerse un poco, pero el mayor ni siquiera le había mirado una vez desde que entraron a la habitación. Estaba al tanto de que era imposible pedirle que la amara cuando eran dos extraños, pero creyó que al menos tendría la consideración para hacerle creer que eso era posible.

–¿Es interesante la lectura, su alteza? –preguntó con un tono respetuoso y amable, poniendo su atención completa en él.

–¿Qué hará si digo que es así? –dijo sin apartar sus ojos de las páginas.

–Si fuera así, me gustaría que me contara un poco, quizás yo entonces podría...

–No me interesa hacer tal cosa, ¿por qué no sigues tejiendo? –sugirió y volteó a mirarla con frialdad–. En todo caso, si se ha aburrido, puede salir, yo no le impediré que lo haga, pero si le diré que no me gusta que me interrumpan cuando estoy ocupado.

–Lo siento, no lo volveré a interrumpir.

Pinchó su dedo por accidente y retuvo su queja inconscientemente, una acción que le hizo preguntarse si estaba siendo tan precavida por encontrarse frente al rey o era simplemente porque no deseaba que la mirara de la misma forma en que hizo antes.

Miró las aves en la tela y se preguntó si ella tendría el mismo destino que algunas de ellas, si viviría encerrada en una jaula, siendo admirada por unos cuantos antes de ser olvidada por su dueño.

Había mirado en pocas ocasiones al guardia del rey a su lado debido a sus pocos días de llegar al palacio y se preguntó cómo había logrado vencer la barrera de ese hombre, porque pudo percatarse de que sus ojos le miraban e incluso tenían alguna pequeña conversación y creyó comprender por qué parecía sencillo confiar en un hombre como el que seguía al rey.

–¿Ha sido usted quien ha cortado las flores de los jardines? –estaba segura de que cualquiera se habría sorprendido, pero no fue ese el caso porque él ni siquiera tembló ante su cercanía como si estuviera acostumbrado a ser sorprendido en cualquier momento del día.

Enslaved {KyuSung}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora