Déjame Verte

376 28 18
                                    

A veces, la música tiene licencia.  Licencia para dolerte por dentro, para acariciarte el alma. A veces te baja las sábanas sin pedirte permiso, sin saber hasta dónde y hasta cuándo. A veces la música te escuece dentro, y otras se convierte en magia. Porque hay quien sabe ser magia, aunque nunca llegue a saberlo.

                                                                                                         Vanesa Martín.

Agosto 2017

Elena

Viajo en un coche, en el asiento del copiloto, mirando por la ventana, pero sin ver nada en concreto. Perdida en un mundo paralelo, con la mente en blanco. No puedo pensar. Solo sé cómo me siento ahora mismo, y no es precisamente bien.

Mi amigo Raúl es quien conduce, vamos en su Seat León, ni siquiera sé hacia dónde me lleva, solo sé que lo he llamado porque necesitaba salir de casa y él es la persona ideal para rescatarme; después de Ari, mi mejor amiga, que no ha podido acudir a mi llamada de socorro porque se encuentra de viaje este fin de semana.

La radio me devuelve al mundo real:

"¡Vamos con el siguiente tema de la tarde! Qué os parece si recordamos una canción que sonó en el año 2007, ellos son Diego Martín y El sueño de Morfeo, con su precioso tema "Déjame verte"..."

Y de repente empieza a sonar la canción, que en estos momentos parece que la han escrito para mí, para mi sentir, para mi dolor...

No digas que lo nuestro no es verdad, que duele.

Que sabes que pa' mí no hay más verdades que quererte...

Quítamela, deja que pueda verte

Dime sin peros que no sientes na'

Y al menos, déjame verte...

Sin querer empiezan a brotar lágrimas descontroladas de mis ojos, no puedo evitar que salgan solas, es demasiado el dolor que siento ahora mismo.

¿Por qué a mí? ¿Qué cambió en unas horas, tan de repente?

- ¿Estás bien? - Me pregunta Raúl, que ha visto como he empezado a llorar.

- No, no lo estoy, necesito aire, me ahogo - Le digo mientras abro la ventanilla del coche.

- ¡Grita!

- ¿Qué dices, loco? - Me lo quedo mirando, aunque lo veo algo borroso por las lágrimas que no dejan de salir.

- ¡Hazlo! - Me anima mi amigo - Te sentirás mejor.

No lo pienso:

- AAAAHHHGGGG!!!!!!! - grito con todas mis fuerzas.

- ¡¡Más fuerte nena, grita más fuerte!!

Raúl es ese amigo cabra loca que todo el mundo tiene, pero él es el mío, y tengo la inmensa suerte de que así sea.

- AAAAHHHGGGG!!!! AAAAHHGGG!!!!! AAAAAAAAAHHHHGG!!!! - grito hasta quedarme prácticamente sin aire.

- ¡Toma ya Elena! Así se hace tía, desahógate, lo necesitas.

Raúl intenta consolarme pasando su mano por mi espalda, sabe cómo me encuentro, sabe lo que ha pasado:

- Te juro que si tuviera a ese tío delante, le daba un puñetazo en toda la cara - me dice, sin perder de vista la carretera.

- Si claro, a lo "machoman" - no puedo evitar sonreír.

- Eso es lo que quiero en tu cara, una sonrisa. Ni ese hombre ni ningún otro se merece tus lágrimas.

- Eres un sol, ¿lo sabías? - le digo acariciándole la calva.

- Lo sé nena - me dice guiñándome un ojo - lo que aún no sé es cómo a estas alturas no has caído en mis brazos...

Y sin más, empezamos a reír. Y yo me siento un poco mejor, pero solo un poco, porque ahora mismo nada me quita la pena. Hace unos días que me han partido el corazón, y yo no puedo más.

Raúl es así, un guasón que lleva en mi vida desde siempre. Un chico alto, grandote y calvo, que a sus treinta y tres años, dedica su vida a trabajar en una fábrica de montaje durante la semana, y pinchando música los fines de semana, en las discotecas de los alrededores de Barcelona.

Puedo asegurar que no es cierto lo que se dice, de que entre un hombre y una mujer no puede haber amistad sin sexo. ¡Mentira! Entre Raúl y yo hay mucha amistad, además de la buena, y nada de sexo.

Él siempre bromea con ese tema, dice que soy la única tía que ha subido a su casa y no ha probado su cama. Y seguirá siendo así, porque entre nosotros lo que hay es una relación de hermanos, no de morbo ni de ganas de acostarnos juntos.

- ¿A dónde vamos? - le digo a mi amigo, algo más calmada.

- Al cine, a ver una película para echarnos unas risas, ¿te parece?

- Claro que sí. Ese es mejor plan que quedarme encerrada en mi piso llorando y atiborrándome de helado - le confieso.

Camino del centro comercial, mi cabeza se hace miles de preguntas, ninguna tiene respuesta. Lo que yo no sabía es que el desamor dolía tanto, el rechazo que sentí hacia mí por parte de esa persona que yo creía que me quería, era insoportable. Jamás había vivido esa sensación de morir de amor.

Hace unos días era la mujer más feliz del mundo preparando un viaje, para reunirme con mi amor y pasar unos días juntos. Un viaje a Sevilla que no ha llegado a realizarse, porque él me ha dicho que no vaya, ¡qué no vaya!

Que es mejor dejarlo aquí, que no puede comprometerse ahora mismo en una relación.

¿Mejor? Será mejor para él, porque yo estoy destrozada, y no sé hasta cuándo me va a durar esta pena y este dolor...

Sin duda, tengo eso a lo que llaman, mal de amores.

Y todo empezó unos meses atrás...

La Banda Sonora de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora