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Elena

Cuelgo el teléfono. Marcos me ha llamado y me acaba de decir que está en Barcelona y que me espera en un hotel.

- ¡No me lo puedo creer! – grito a mis amigas en el coche.

- Qué romántico, ¿no? – dice Marina desde el asiento de atrás.

- Me ha dicho que me tome una copa con él esta noche y me ha dejado en blanco. ¡Qué nervios!

- Así que ya no comes en familia.

- ¡Mi padre! – Recuerdo en este momento – Tengo que llamarlo e inventarme lo que sea para no ir a casa hasta mañana.

- Dile que te vienes a Capellades conmigo – dice Marina.

- O mejor, que nos vamos las tres a casa de los padres de Marina y que volvemos mañana por la tarde.

- Vale, lo llamo.

Durante un par de minutos hablo con mi padre por teléfono. No le hace mucha gracia este cambio de planes, pero no le queda otra elección que aceptarlo. Porque una cosa está clara; me voy con Marcos.

Seguimos dirección a Capellades cuando Marina propone algo.

- Hacemos una cosa chicas. Si eso me dejáis a mí en casa de mis padres y yo me vuelvo con mi hermano mañana por la tarde.

- No te preocupes. Hacemos lo que habíamos dicho en un principio- le digo.

- Que no. A mí no me importa quedarme allí con ellos, de verdad. Y así no tenéis que llevarme a casa y os vais del tirón al hotel. ¿Hecho?

- Hecho – contestamos Ari y yo a la vez.

En poco más de una hora llegamos a Capellades y dejamos a Marina. Quedamos en que nos veremos el lunes por la tarde para contarles qué tal el fin de semana con Marcos en uno de nuestros 112.

- Dime en qué hotel está y lo ponemos en el GPS para dejarte en la puerta – dice Ari.

Preparamos el aparato antes de salir del aparcamiento y nos dirigimos a Molins de Rei. Tenemos por delante 45 minutos que se me hacen eternos.

- Necesito un caramelo o un chicle o algo – le digo a Ari.

- Pues no sé si tengo en el bolso. Míralo.

Rebusco, pero no encuentro nada.

- Joder Ari, no tienes nada.

- Relájate. Mira bien porque algo siempre llevo.

Vuelvo a mirar y encuentro un chicle de menta que cojo y me meto en la boca enseguida.

- Tía, que se ha plantado de Sevilla a aquí por sorpresa – digo aún sin creérmelo.

- Este tío está enchochado contigo.

- No puedo creer que todo esto esté pasando en una semana.

- Al que se lo cuentes no se lo cree.

- Desde luego que no.

Llamo a Marcos cuando quedan cinco minutos para llegar, le aviso de que ya mismo estamos ahí y me dice que esperará en la puerta.

Llegamos al polígono industrial y a lo lejos vemos el hotel, grande y blanco, haciendo esquina. Cuando llegamos, Ari gira a la derecha despacio, pero Marcos no está.

- No está – digo atacada de los nervios.

- Seguro que sale ahora.

Cojo mi bolso de los pies, y cuando levanto la vista, lo veo por el espejo retrovisor.

La Banda Sonora de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora