Despacito

76 12 2
                                    

A pesar de ser sábado noche, entramos en el Tauro pensando que estaría muerto. A principios de abril aún no hay tanto ambiente como en verano. Pero nos llevamos una sorpresa cuando vemos el local bastante ambientado. Dejamos los abrigos y los bolsos en el guardarropa que hay nada más entrar a mano izquierda. Nos guardamos las fichas en el bolsillo del vaquero y nos ponemos a buscar a los chicos.

Los vemos en una esquina, con la copa en la mano y charlando entre ellos. Bailar, bailan poco. Sus cuerpos se mueven en un intento de seguir el ritmo de las canciones que el deejay pincha.

Con Ari en cabeza, nos dirigimos hacia ellos. Al llegar a su lado, hacemos las presentaciones pertinentes:

- Hola chicos, soy Ariadna, pero llamadme Ari – les dice a los tres, dándoles dos besos a cada uno.

- Encantado, soy Fernando – nos saluda el chico de gafas y pelo alborotado.

- Buenas, yo soy Juanjo – dice el rubio de ojos claros.

- Ellas son Elena y Marina – nos presenta Ari.

Todos nos saludamos con dos besos.

Marcos se acerca a mí y vuelve a besarme en las mejillas, pero esta vez, siento que se recrea más de la cuenta con el saludo. E incluso posa su mano en mi cintura mientras me da los dos besos. No me importa. Es más, me encanta ese acercamiento, a pesar de que no nos conocemos de nada.

- ¿Qué tomáis chicas? – nos pregunta Fernando.

- Yo un gin-tonic, por favor – dice Marina.

- ¡Otro para mí! – dice Ari.

- Yo prefiero vodka negro con Coca-Cola – digo.

- ¿Vodka qué? – me pregunta Marcos.

- Vodka negro. ¿Nunca lo has probado? – Niega con la cabeza – Pues no sabes lo rico que está.

Los tres se dirigen a la barra a por nuestras copas. Ari ya se mueve como pez en el agua, bailoteando sin parar en lo que esperamos, cuando los chicos llegan con nuestras bebidas:

- Tenga usted bella dama, su vodka negro – me dice Marcos dándome el vaso.

- Gracias – sonrío notando cómo me pongo roja por momentos.

Le doy un buen trago a la bebida cuando me pregunta:

- ¿Puedo probar?

- Claro, ya te he dicho que está rico.

Marcos coge mi copa rozando sus dedos con los míos. Se la acerca lentamente sin apartar la mirada de mí y prueba el cubata. Hace un gesto con la cara de que no le ha agradado mucho.

- ¡Qué dulce está!

- ¿No te gusta? – le digo riéndome.

- No, me parece demasiado empalagoso. Prefiero el ron.

- A mí me encanta – digo mientras le doy un nuevo sorbo a mi bebida y me separo un poco de él.

Las distancias son demasiado cortas y me siento más nerviosa de lo normal. Así que me voy en busca de Ari, que baila en medio de la pista mientras canta la canción que está sonando.

En pocos minutos, ya nos hemos relajado y las tres juntas bailamos en la pista. Los chicos se mueven a nuestro lado, pero bailar, lo que se dice bailar, no es lo suyo.

Cuando suenan los primeros acordes de la canción de Luis Fonsi que tantas semanas lleva sonando en la radio, la gente se vuelve loca. Todo el local empieza a cantar cuando llega el estribillo:

Despacito, quiero respirar tu cuello despacito,

Deja que te diga cosas al oído,

Para que te acuerdes si no estás conmigo.

Despacito...

Mientras suena la canción, veo como Marcos se acerca poco a poco a mí; ya no es un mueble, e incluso parece que baila bien. Se coloca delante de mí y hace un movimiento con los hombros que me hace soltar una carcajada. Bailamos juntos pero sin acercarnos demasiado. La atracción se nota entre nosotros. Siento mi corazón acelerado cada vez que noto su respiración cerca de mí. Durante un rato bailamos los seis, riendo y bebiendo de unas copas, que sin darnos cuenta, terminamos.

- ¡Otra ronda! – grita Ari dirigiéndose a la barra mientras tira del brazo de Fernando para que la acompañe.

Nos acercamos a la barra con ellos para coger cada uno nuestro vaso, cuando suena otra canción que enloquece a las personas que allí bailan y a nosotras también:

Súbeme la radio, que esta es mi canción

Siente debajo que va subiendo.

Tráeme el alcohol, que quita el dolor

Hoy vamos a juntar la luna y el sol

La noche pasa sin darnos cuenta, estamos muy a gusto juntos y eso se nota.

-¿Qué os parece si comemos mañana a mediodía juntos? – propone Ari sin dejar de bailar.

- Por mí bien – dice Juanjo - Aunque no puedo entretenerme mucho, mi tren a Sevilla sale por la tarde.

- Yo me apunto – dice Marina.

- Y yo – dice Fernando levantando la mano.

- Pues no se hable más, mañana a las dos nos vemos en el chiringuito donde hemos cenado hoy – nos dijo Ari.

Todos asentimos y seguimos bailando. Una tras otra suenan canciones, unas en inglés, pero la mayoría en español; la gente baila y canta a voz en grito. El ambiente es espectacular.

Poco antes de marcharnos, una canción que a mí me gusta mucho comienza a sonar. Shakira no es de mis cantantes favoritos, pero el ritmo que tiene la canción Deja Vu me encanta. Es bachata, un baile que Ari y yo practicamos mucho en el gimnasio donde vamos a diario, después de salir del trabajo.

Mi amiga y yo entrelazamos los dedos y empezamos a movernos como si de una pareja de baile se tratase, los movimientos son coordinados. La hemos bailado varias veces en el gym, aunque con algo de más ritmo, y nos sabemos los pasos de memoria. La coreografía nos está quedando genial, cuando Marcos nos interrumpe.

- ¿Me concedes este baile?

Mi amiga me empuja hacia él sin ningún tipo de miramiento y yo, sin más, acepto.

Su mano izquierda se posa en mi cintura y con la derecha coge mi mano, entrelazando nuestros dedos. Empieza a mover las caderas despacio y yo, como una boba, me dejo llevar. ¿Qué tiene este hombre que me embruja de esta manera? Sus movimientos son sensuales, ¡qué bien baila! Entre nuestros cuerpos hay un pequeño espacio que yo agradezco porque me pongo cardíaca al tenerlo tan cerca. Cuando termina la canción, nos miramos y me susurra al oído:

- Me ha encantado bailar contigo, niña.

- Lo mismo digo. No sabía que bailabas tan bien.

- Hay tantas cosas que no sabes de mí... Pero tranquila, con el tiempo me conocerás mejor.

¿Con el tiempo? ¿Qué ha querido decir con eso? ¿Acaso vamos a vernos más veces después de quedar con ellos mañana? Lo dudo.

Media hora más tarde, y después de despedirnos de los chicos volviendo a recordar la cita del día siguiente para comer juntos, mis amigas y yo caminamos hacia el coche cuando Ari dice, como el que no quiere la cosa:

- Aquí hay tema, ¡pero vamos que lo hay!

Marina me mira guiñándome un ojo, y yo solo puedo sonreír. Sé que Ari ha dicho eso por Marcos y por mí, y por alguna extraña razón, no me importa.

La Banda Sonora de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora