Por debajo de la mesa

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Marcos

Menudo caos de día. Esta mañana teníamos una reunión a las nueve, pero la empezamos con más de una hora de retraso. Parece que les gusta nuestro proyecto, ahora solo nos queda esperar si es o no el elegido entre los más de diez que se han presentado. Apenas paramos para comer, debemos recuperar el tiempo perdido de esta mañana. Después de un sándwich y poco más, volvemos a la sala de reuniones.

Miro el reloj nervioso. Hemos quedado a las cinco y me parece que no vamos a llegar a tiempo. Las tres y media... las cuatro... a ratos no estoy pendiente de lo que hablan. Pienso en las ganas que tengo de volver a ver a Elena y saber si está molesta conmigo por el mensaje que le mandé anoche. Ese "buenas noches" que me escribió me hace pensar que no le hizo mucha gracia recibirlo.

Casi a las cinco de la tarde por fin acabamos con la reunión y podemos irnos al hotel a darnos una ducha antes de ir a casa de las chicas.

- En veinte minutos nos vemos en el vestíbulo – le digo a Fer entrando en mi habitación.

- Ok tío, hasta ahora.

Me meto en la ducha rápidamente y mientras me enjabono siento que tengo el corazón acelerado. Es por ella. Tengo a Elena metida en la cabeza y de lo único que tengo ganas es de pasar un tranquilo rato a su lado. O no tan tranquilo, la verdad sea dicha.

A las cinco y cuarto ya estamos los dos en el vestíbulo y cogemos mi coche para ir a casa de las chicas. Menos mal que está cerca.

- Tenía que haberle mandado un mensaje a Ari para decirle que llegaríamos más tarde - dice Fernando – pero con las prisas de salir de la reunión y la ducha, se me ha pasado.

- Tranquilo, no creo que piensen que somos tan capullos como para dejarlas colgadas.

Estamos llegando a una urbanización llena de casitas pegadas unas a las otras, algunas aún en construcción. Suena mi teléfono por todos los altavoces del coche, tengo el manos libres puesto. "Sara", dice la voz del aparato.

- ¿Sara? ¿Qué hace ésta llamándote? – me pregunta Fer.

- Ni idea. A saber qué narices quiere – digo ofuscándome.

"Sara", vuelve a repetir el manos libres. ¿Qué será lo que quiere? No pienso coger el teléfono. Al fin deja de sonar.

Llegamos a la puerta de la casita donde están las tres amigas, la luz está encendida.

-¿Vamos? – dice Fer cuando el teléfono vuelve a sonar.

"Sara". No me lo puedo creer. Qué pesada es.

- Cógeselo, a lo mejor ha pasado algo. Yo voy entrando – dice mi amigo, bajándose del coche.

Pongo los ojos en blanco y descuelgo:

- ¿Sí? – digo algo brusco.

- Hola Marcos, soy Sara – dice al otro lado de la línea.

- Lo sé, ¿qué quieres? – le digo tajante.

- Tenemos que hablar.

- Es precisamente lo que estamos haciendo ahora.

- En persona mi vida, no por teléfono.

- No me llames mi vida, yo ya no soy nada tuyo – noto que me enfado por segundos.

- Está bien, perdóname. ¿Podemos vernos? – pregunta Sara. Noto que está nerviosa.

- ¿Para qué? Tú y yo dejamos las cosas claras en su día.

- Necesito verte, Marcos. Me he dado cuenta de que es contigo con quien quiero estar.

La Banda Sonora de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora