Nadie como tú

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Me llamo Elena Roldán, tengo treinta años y soy educadora infantil.

Junto a mi amiga Ari, abrimos un centro de educación infantil en septiembre de 2013, hace casi cuatro años, y por suerte, nos va de maravilla.

Ari es como mi hermana. Es como Raúl, pero en chica; igual de locos los dos.

Cierto es, eso que dicen que los amigos son la familia que uno elige, y yo no puedo tener mejor familia que las amistades con las que comparto mi vida.

Ariadna (odia que la llamen así. Le recuerda a cuando su madre la reñía, que solo la llamaba por su nombre entero en esas ocasiones) tiene treinta y dos años, nos conocimos hace ya doce, cuando empezamos el ciclo formativo de técnico superior en educación infantil.

Quien me iba a decir a mí, que entre horas de clases, apuntes y exámenes iba a encontrar a mi mejor amiga. Desde entonces no nos hemos separado. Hemos compartido muchas juergas, también penas y alegrías, momentos buenos y malos, sonrisas y lágrimas.

No puedo tener mejor confidente que ella, lo sabe todo de mí, y cuando digo todo, es todo. Y yo lo sé todo de ella. Nuestra confianza es mutua.

De ahí que nos decidiéramos a emprender un camino empresarial juntas, que no sabíamos cómo iba a salir y que no fue nada fácil, pero que nos está funcionando a las mil maravillas.

Todo empezó poco antes de acabar los estudios, con nuestro trabajo de final de ciclo. En él, tuvimos que crear un proyecto ficticio, en el que queríamos abrir nuestro propio centro.

- Con el tiempo podemos crear uno de verdad.

- Venga ya Ari, ¿tú sabes lo difícil que es conseguir abrir uno?

- Hija, te rebosa la negatividad por todos los poros. Piénsalo, tú, yo y nuestro propio centro ¿Qué me dices?

- Que estás loca perdida y que eso es casi inviable- Yo no era negativa, era realista.

- ¡Pues te digo yo que sí se puede, hombre!

- Sí, claro, dos chicas de veinte y veintidós años abriendo un centro de primer ciclo de educación infantil.

- ¿Qué pasa, que para abrir un local así necesitamos tener cuarenta años? – Me dijo un poco molesta.

- Cuarenta años no Ariadna, dinero, necesitamos mucho dinero.

- ¡Está claro que lo necesitamos! Pero piénsalo flor, podría funcionar. Y no me llames Ariadna, sabes que lo odio – me dijo dándome un beso en la mejilla y zanjando en ese momento la conversación.

Así que con mucha ilusión, un año después y liándonos la manta a la cabeza, empezamos con la lucha para conseguir nuestro sueño. Durante más de tres largos años preparamos nuestro proyecto, ahorramos todo lo que pudimos, pasamos noches en vela, muchos nervios, discusiones entre nosotras y también lágrimas organizándolo todo para poder presentarlo. Crear un proyecto para abrir un centro de educación infantil es mucho más complicado de lo que la gente se imagina.

Tuvimos que pensar en una buena localización, buscamos un local cerca de oficinas y centros de trabajo, así, una vez aprobado el proyecto, contactar con los mismos para darnos a conocer a los padres y madres que trabajaban en ellos. Pero no fue así, no encontramos lo que necesitábamos; así que después de una ardua búsqueda, dimos con un local en una zona residencial con un poder adquisitivo medio-alto. Era de una sola planta, con acceso independiente desde el exterior, y con una zona destinada a patio. Tenía 280m2, algunos más de los que pide como mínimo la legislación, así que era perfecto.

El dueño del local, un hombre ya jubilado, nos puso todas las facilidades del mundo y eso nos ayudó muchísimo. No tuvo inconveniente en dejarnos un alquiler bajo que pudiéramos ir pagando al principio, y poco a poco ir aumentando las cuotas.

Con anterioridad, en ese local había un centro destinado a cursos de formación para adultos, el negocio no funcionó y los chicos que lo llevaban lo tuvieron que dejar.

Por dentro estaba dividido en varias salas, lo que nos facilitaría trabajo y ahorraríamos dinero, que era lo que queríamos, ya que todo eran gastos; desde el proyecto técnico, a las tasas del Ayuntamiento para la licencia de apertura, la contratación del alta de luz, del agua y del teléfono. También los gastos notariales, los de la gestoría y demás documentación necesaria para iniciar nuestra actividad. Tuvimos muchos quebraderos de cabeza, y más empezando como lo hacíamos, desde cero.

Decidimos que nosotras mismas nos dedicaríamos a la gestión del centro y a los asuntos generales, de este modo, además de contar con conocimientos sobre el cuidado y la educación de los niños, podíamos reducir costes.

La inversión inicial necesaria para llevar a cabo este proyecto fue muy elevada, y calculamos que en unos diez años, si todo funcionaba a la perfección, tendríamos amortizados todos los gastos que conllevaba abrir el centro; desde la adecuación de éste, al mobiliario, el equipamiento necesario y todo lo demás.

Tuvimos suerte, fuimos lo que se llama, unas mujeres emprendedoras. Por ello, y por ser menores de treinta años, nos concedieron una subvención que nos ayudó mucho a cumplir nuestro objetivo, crear nuestro propio centro de primer ciclo de educación infantil, de 0 a 3 años.

El boca a boca nos ayudó muchísimo. Los padres de Ari regentan una marisquería en esa zona y rápidamente se extendió en el barrio la noticia de que Ariadna, la hija de Gabriel y Matilde, pronto abriría un centro infantil junto a su socia, que en este caso, era yo.

Los principios no fueron fáciles, pasábamos más horas trabajando que en casa. Nosotras lo hacíamos todo; de las tres aulas, llevábamos una cada una, y de la tercera se encargaba Celia, una chica fantástica, enamorada de su trabajo y de los más pequeños. Cuando los niños y Celia se marchaban, nos encargábamos de limpiarlo todo y dejarlo listo para primera hora. Averiguábamos papeles y buscábamos la forma de ir creciendo poco a poco en nuestro negocio.

Y aquí estamos, saliendo adelante día tras día, con más niños y niñas cada año, con Celia de compañera, y también con Natalia, que tuvimos que contratarla hace un año para que una de nosotras se dedicara al cien por cien a llevar la gestión del centro; en este caso Ari, que a pesar de encantarle ser técnico de educación infantil, también le apasiona el mundo de los negocios, ya que desde niña ha visto cómo sus padres luchaban y sacaban adelante un negocio que ha ido creciendo poco a poco y que ya dura más de tres décadas.

Desde los quince años, Ariadna ha trabajado en la marisquería de sus padres, llevaba la contabilidad y enseñaba a los nuevos camareros cómo se atendía a la clientela en el restaurante de sus padres. La mayoría, una clientela fija, acostumbrada a disfrutar del buen marisco y la simpatía y amabilidad de Gabriel y Matilde.

Ari siempre ha tenido de todo, ha vivido muy bien, económicamente podía permitirse caprichos que el resto del grupo de amigas no podíamos, pero jamás ha alardeado de ello, es más, siempre ha dicho que se siente la oveja negra de su familia, por no querer ser una pija, como las de su barrio, o por no ser un poco estirada, como su madre, que aunque es muy buena persona, le da mucha importancia al qué dirán. Para Ari, el dinero, siempre está en un segundo plano.

Hoy en día, me alegro de que mi amiga me convenciera para aventurarnos juntas en este maravilloso mundo que es el cuidado y la educación de los más pequeños, para mí, la mejor etapa de la vida.

La Banda Sonora de ElenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora