Elena
Un murmullo de un grupo de personas me despierta. Hablan, gritan y ríen a carcajadas. ¡Maldita sea!
Hemos tenido suerte de que la habitación quede alejada del ruido de la discoteca, y ahora unas pocas de personas nos despiertan de madrugada con su charla excesivamente alta.
Sigo acurrucada a Marcos, en la misma posición que cuando estuvimos hablando por la noche. No recuerdo ni cómo me quedé dormida.
Me levanto para ir al baño. Marcos se remueve en la cama, poniéndose bocabajo.
Vuelvo del baño con los pies helados y me meto rápidamente en la cama, buscando el calor humano.
- Uff, qué fríos tienes los pies niña – dice medio adormilado - ¿Qué hora es?
Miro mi teléfono móvil, que lo tengo en la mesita de noche.
- Las cinco.
Resopla.
Me pongo de lado mirando hacia la ventana. Para nuestra suerte, el grupo de amigos ha decidido seguir con la conversación en otro lugar, porque ya no se oye nada.
Noto los dedos de Marcos serpentear por mi cadera. Después por mi muslo. Sonrío; es tocarme y excitarme. Se mueve despacio entre las sábanas, arrimándose a mi espalda todo lo que puede. Lo oigo aspirar cerca de mi cuello. Muevo ligeramente la cabeza para que tenga mejor acceso, y él, que se ha dado cuenta, me besa con delicadeza entre el cuello y la nuca, haciendo que me derrita por momentos. Noto en mi culo cómo su pene se agita enardecido.
- Mmm... - digo.
Restriego mi trasero en su excitación. Su mano ha subido hasta mis pechos, que acaricia despacio, moviendo los dedos con avidez sobre mis pezones erguidos.
Me giro para poder tener acceso a su boca. Mi vulva se estremece cuando recorre mis labios con la punta de la lengua, igual que hizo la primera vez que nos acostamos. Mientras nos besamos lento, me amasa el culo libidinosamente, apretándome contra su paquete. Con un rápido movimiento, echa para atrás las sábanas y me coloca bocarriba. Baja hasta los pies de la cama. Besándome el empeine con delicadeza, tira por los tobillos del pantalón de mi pijama y me lo quita con facilidad. Estoy desnuda de cintura para abajo.
Gatea despacio sobre mi cuerpo, dándome pequeños besos por cada zona por donde va subiendo. Al llegar a mis pechos juguetea con mis pezones. Los movimientos de su lengua son lentos, húmedos, perfectos.
Cuando se sitúa por completo encima de mí, entrelaza mis manos con las suyas y con sus antebrazos me hace un placaje para que no me pueda mover. Apoya su erección en el punto más caliente de mi cuerpo y creo morir de placer. Después de un vaivén de placer con el que creo que voy a llegar al orgasmo en cualquier momento, Marcos se acomoda entre mis piernas y tantea mi entrada con la punta de su polla.
Siento un éxtasis de placer intenso cuando muy lentamente enfunda su erección en mi vagina.
- Ah...
- Madre mía niña...
Apenas hablamos. El trasiego de nuestros cuerpos es lento. Entra y sale despacio, queriendo disfrutar de este momento con paciencia y harmonía. Nuestras respiraciones, cada vez más agitadas, dan paso a los gemidos; al principio algo tímidos, convirtiéndose en un coro de pura lujuria después.
- No sé cuánto tiempo más voy a poder aguantar.
- Déjate llevar – dice en mi oído.
Acelera un poco más los movimientos de su cadera. Está aprendiendo con rapidez cómo hacerme disfrutar, y en pocos minutos me sumerjo en un maravilloso orgasmo, que me deja desmadejada bajo su cuerpo. Después se deja llevar él, culminando dentro de mí.
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La Banda Sonora de Elena
Romansa#Wattys2018 #DreamAwards2018 Elena y Marcos se conocen en un viaje. La atracción es mutua desde el primer momento en que se ven, y las chispas saltan cada vez que se rozan. Ella vive en Barcelona y él en Sevilla, y a pesar de la distancia, deciden d...