Promesas

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Siento mis manos temblorosas, y húmedas cuando tomo la llamada:

—Aló, con Melisa González —me dice una voz pausada al otro lado de la línea.

—Sí, soy yo —respondo haciendo el mayor esfuerzo por mantener mi voz firme.

—Le llamo con relación a la señora Rosalía, le aconsejamos venir, pues es probable que no pase la noche —y mientras yo ahogo el sonido de sollozo, que sale desde mis entrañas, continúa —queda a su discreción traer los hijos de ella, los ha estado llamando y a usted también.

—Claro, llegaremos en un momento —digo con un hilo de voz.

Cuando cuelgo la llamada, Ernesto está ofreciéndome la mano para que vayamos a despertar los niños.

Buscando dentro de mi cabeza, la fuerza y entereza que Rosalía me transmitió desde hace muchos años. Me levanto y voy primero donde Luis, es tiempo de decirle todo lo que sé.

Abro la puerta despacio para no despertarlo, pero él se sienta en la cama y me mira con ojos llorosos y vacíos.

—Hola hombrecito, tengo que hablar contigo —digo y me siento junto a él en la cama —llamaron del hospital, debemos ir a despedirnos de tu mamá, está muy enferma.

—¿Y papá? —pregunta llorando.

—Cariño, él no lo logró... —le digo tomando su carita llorosa entre mis manos.

—¿Está muerto? —y como si dentro de su cabecita los engranajes cayeran en el sitio adecuado dice —Si mamá muere... seremos huérfanos... ¿Nos llevarán a un orfanato?

—No... Yo estaré con ustedes... si ustedes así lo desean —digo sin ninguna duda en mi voz.

—¿Me prometes nunca dejarnos a mis hermanas y a mí? —pregunta con una mirada anhelante.

—Te lo prometo —le digo.

—Por favor, tía Melisa, no dejes que nadie nunca nos lleve... —dice abrazándome y llorando en mi regazo.

Después de dejarlo desahogarse, lo levanto y lo dejo vistiéndose. Cuando llego a la otra habitación, Ernesto está terminando de arreglar a Milagro, veo a Gracia intentando ponerse una cinta en el cabello.

La tomo en mi regazo y la peino, cuando termino se gira y con sus ojos muy grandes me dice:

—¿Mami se murió?

Yo siento que mis entrañas se revuelven en mi interior.

—No —le respondo y no queriendo mentir le digo —pero está muy enferma y quiere vernos.

Gracia parece aceptar mi respuesta, así que baja de mi regazo y camina a recoger su peluche favorito, y me dice mientras lo abraza:

—Llevaremos a Pepe, para que acompañe a mami en el hospital y así no se sienta sola.

Le sonrío y la tomo de la mano para ir al hospital.

***

Cuando llegamos al hospital, la enfermera nos reconoce, así que nos lleva a todos a la habitación donde está Rosalía.

Al entrar, veo que sigue conectada a muchas máquinas. Gracia me hala la mano para que la cargue, Ernesto sigue cargando a Milagro y Luis está tomando fuertemente mi otra mano.

Nos acercamos a la cama y le hablo para que nos vea.

—Hola... —dice mirándonos.

—Hola —respondo y acercándome con Gracia en brazos le paso la mano por la mejilla.

—¿Mami? —escucho como sale la vocecita rota de la pequeña que cargo —¿Puedo tocarla?

—Ven conmigo —dice mi hermana intentando sostener su mano levantada.

Coloco a la niña sentada en la cama, y ella se abraza fuertemente a su madre, siento que Luis no se mueve junto a mí, así que me agacho para estar a la altura de su oído y le digo:

—Cariño, deberías acercarte a tu mamá... —y tomando su hombro, termino— ¿Recuerdas lo que hablamos?

Lo veo eliminar la mueca de pesadumbre y sorpresa que tiene en la cara, respira profundo y toma mi mano para caminar hasta donde están su madre y hermana.

Ernesto me mira con ojos de empatía, mientras se acerca para depositar la bebé dormida en la cama junto a Rosalía, pero antes de apartarse ella le toma la mano y le dice:

—Gracias por cuidar de mi familia, por favor no los dejes solos —y tras el asentimiento de Ernesto, lo deja apartarse.

Él me da una última mirada y se retira a una esquina para darnos privacidad.

La escena frente a mí me hace sentir, como si un puñal al rojo vivo me atravesara de lado a lado. Mi hermana está invirtiendo tal vez sus últimas fuerzas, en demostrar a cada hijo cuanto lo ama.

Comienza a toser y yo le pido a Ernesto ayudarme para quitar los niños, no quiero que vean lo que yo vi más temprano.

Una vez que los bajamos, mi hermana se agarra de mí, y justo cuando entra la enfermera, Rosalia me dice con ojos de miedo:

—Melisa, prométeme que los cuidarás, no dejes que ella los tenga.

Cuando dice eso comprendo de quien habla, y digo:

—Lo prometo, nadie más que yo los tendrá.

—Bien, no esperaba menos de ti, mi amada hermana, mi orgullo... —y cuando me intentan apartar y me agacho para besar sus mejillas húmedas de lágrimas me dice —Habla con Richard Stark, mi abogado, todo está listo.

Lo último que escucho antes de los pitidos de alarma de las maquinas es: "Espero que comprendas lo que hice". Y esa fue la última vez que hablamos mi hermana y yo, esa noche murió.

De esa manera me convertí en madre soltera y embazada de 3 niños, casi 4... Creo que hoy si estoy en problemas, está más que claro que no romperé mi promesa, pero ¿Cómo? y en serio me pregunto ¿Cómo demonios voy a criar a cuatros seres humanos? Yo... la chica si quiere compromiso corre y déjalo, me he comprometido con cuatro personas de por vida, o al menos por los próximos 21 años... Yo, la persona con menos "instinto maternal" del mundo... Yo, la persona que requiere de su espacio personal, tanto en el ámbito físico como emocional, ahora debería ser la persona que guiará a esas personitas. Pero después de todo lo que Rosalía hizo por mí durante mi vida, no puedo romper mi promesa.

Desde hace mucho tiempo, no he sentido este terror que te invade las entrañas, y paraliza todos los músculos del cuerpo... 

Hola, hasta aquí este capítulo, gracias por leerme.

Por favor recuerden votar y dejarme sus comentarios sobre qué les parece la historia.

Besitos, 

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