(Melisa)
Ernesto ha actuado extraño desde nuestra conversación, he intentado hablar nuevamente con él, pero ambos estamos llenos de trabajo y los niños absorben casi todo el tiempo libre que tenemos.
Hoy intentaré hablar con él, después de hablar con los niños sobre su abuela, después que regrese del médico con Guillermo, después de su chequeo y vacunas.
Así que salgo temprano de la oficina para pasar trayendo a Guillermo, entro y saludo a todos mis hijos, Luis y Gracia están haciendo tarea, Milagro corre a mi encuentro desde que escucha que abro la puerta.
Guillermo está tomando el biberón en brazos de Carmen.
—¿Mami adónde vas? —me pregunta una hermosa vocecita mientras unas pequeñas manos me tocan la pierna.
—Voy al doctor con Guillermo —le digo mientras la tomo en brazos y la lleno de besos en esas hermosas mejillas redonditas de bebé.
—¿Puedo ir yo también? —me pregunta poniendo esos ojos tan grandes y hermosos que no puedo negarme, realmente solo debo colocar las dos sillas para bebé en el automóvil.
Así que le sonrío mientras asiento con la cabeza y voy a avisar a Carmen que me llevaré los dos niños, así ella puede ayudar a Gracia a terminar sus tareas.
***
Una vez todos en el automóvil, me dirijo a la clínica, mientras conduzco Milagro y yo cantamos canciones infantiles desde la radio.
Cuando giro en una calle, siento un escalofrío al descubrir que un automóvil nos ha seguido casi todo el camino, no puedo ver quien lo conduce, pues tiene los vidrios oscuros, cuando dobla una cuadra antes que no nosotros, dejo escapar el aliento que tenia contenido desde que lo vi.
Me estaciono en el hospital, y camino con Guillermo en su sillita y Milagro tomada de mi mano. Nos encontramos con David casi en la entrada, nos saluda a todos, sé que él podría sentir algo por mí, más que amistad, y una parte de mí siente culpa por haber dado el espacio para que él sintiera eso, pero mi corazón solamente pertenece al hombre de mi vida, al que fue mi primer amor y será el último, Ernesto. ¡Dios que melodramática sueno! Parezco una de esas protagonistas tontas de las que tanto me río cuando leo novelas juveniles, pero sé que nuestro amor no es un amor de "intalove" como los que escriben algunos de los autores que edito, lo nuestro ha estado allí por años, creciendo con el tiempo, la dedicación y el reconocimiento de nuestras almas, desde hace algún tiempo nuestros cuerpos.
Así que lo siento mucho por David, pero no podré verlo nunca como algo más que un buen amigo, creo ni siquiera antes hubiera sido uno de mis amoríos pasajeros, pues él sería el tipo de problema emocional al que me arriesgaría por un poco de sexo y buen baile.
No deja en la puerta de nuestro pediatra el Dr. Robin, entramos y la secretaría nos toma los datos y confirma que dentro de cinco minutos nos atenderá.
Mientras esperamos, Milagro juega con los cubos que están en una esquina, el área de juegos, leo algunos mensajes del trabajo y le escribo a Ernesto, para saber si nos acompañará, pues había dicho que si salía a tiempo de la oficina llegaría a la clínica.
"Hola cariño, ¿Vendrás a la clínica?" envío en el primer mensaje.
"Hola querida, aun no termino algunos pendientes, ¿te parece si llegando a la casa salimos todos a cenar?" me responde casi al instante, lo que significa que estaba contestando mensajes del trabajo.
"Claro, cuando llegue a casa te escribo para saber si nos recogerás en casa o nos encontramos en el restaurante" respondo justo cuando nos avisan que podemos entrar, solo logro ver una carita feliz y una manito con el dedo arriba, antes de llamar a Milagro, tomar la pañalera, la sillita con Guillermo y entrar a la consulta con el médico.
***
¡Dios! ¿Por qué las vacunas duelen tanto? Mi pobre Guillermo ha llorado mucho más que la vez anterior, desde que sintió que estaba en manos del doctor, mi pobre hombrecito... sé que son necesarias pero igual no quita el hecho que me duela a mí ver como sufre mi hijo.
El medico aprovecha para pesar y medir a Milagro, me dice que estamos haciendo un excelente trabajo con ella, ha logrado alcanzar la curva de crecimiento que había perdido después de la muerte de sus padres, también está muy complacido al ver que es una niña que habla mucho, pregunta cosas y es curiosa, como cualquier niño de su edad.
Me pregunta si la llevamos a terapia de lenguaje o algo y le digo que no lo necesitamos pues ella comenzó a hablar a su propio tiempo y ritmo. El asiente y me entrega la boleta de datos de ambos niños.
A las cinco de la tarde estamos saliendo de la clínica, cuando subimos al automóvil, me extraña que todo el estacionamiento esté tan tranquilo, me apresuro a colocar la sillita en la parte trasera del auto y asegurar a Milagro a la suya.
Cuando enciendo el auto, veo que unas luces de otro automóvil no muy lejos de nosotros se encienden, siento como la adrenalina corre por mis venas cuando reconozco que es el auto que no seguía desde casa.
Tomo la decisión de no bajarme del auto móvil, pues el auto se está acercando a nosotros, acelero y salgo del estacionamiento rumbo a nuestra casa, pero llamo con mis manos libres a Ernesto:
—Hola cariño ¿Ya llegaste? —me responde después de algunos tonos.
—No, acabo de salir de la clínica con los niños, pero... —digo intentando mantener la calma, veo por el espejo que auto nos sigue muy de cerca, giro en una calle que no debería, para ver si me sigue, y cuando veo las luces que doblan y siguen detrás nuestros digo —Ernesto, un auto nos ha seguido desde la casa, pero primero pensé que era paranoica porque dobló antes del hospital, pero ahora que salimos del hospital nos ha seguido...
—¿Estás segura? —me pregunta con la voz ansiosa.
—Sí, ha hecho todos mis giros en las calles y ahora está casi pegado a mi escape... —justo cuando digo eso el auto está casi rebasándonos y para mi asombro veo como el vidrio baja un poco y sale una pistola desde allí.
Freno un poco para dejarlo que pasar, pero es una mala decisión, pues hay otro auto detrás nuestro, así que quedamos entre los dos automóviles y se pararon, dejándonos encerrados en medio.
Lo último que le logro decir a Ernesto cuando veo a Alfredo bajarse del automóvil de enfrente con una pistola en la mano es el nombre de la calle y antes de mirar a dos hombres más bajando del auto de atrás digo:
—Es Alfredo, encuentra a nuestros niños... Te amo Ernesto... desde siempre... —es lo último digo justo cuando Alfredo rompe el vidrio de mi lado y arranca el celular de mis manos.
Hola mis queridos (as) Lectores (as), hasta aquí este capítulo.
¿Que creen que quiere Alfredo? ¿Que pasará en el siguiente capítulo?
Por favor déjenme sus comentarios y sus votos.
Besitos, Gracias por leerme.
ESTÁS LEYENDO
Donde el universo decida llevarnos...
RomanceMelisa es una chica que no cree en el amor, rehuye de los compromisos y definitivamente jamás piensa casarse o tener hijos, un giro inesperado de la vida le orilla a tomar decisiones que traerán consecuencias que deberá asumir. La vida no es nunca...