Después de visitar las tumbas de Rosalía y José, pasamos trayendo tres cajas de cosas del depósito, para después parar en un restaurante cercano a comer, pues no tendremos tiempo con la visita de trabajadora social.
Nos sentamos todos en la mesa, pude ver que el humor de mi pequeño hombrecito había mejorar desde la visita al cementerio. Mientras vemos el menú escucho una voz algo chillona y que me suena muy conocida desde atrás de mí.
-—¿Ernesto? —pregunta una mujer de cabello negro que salta sobre él a abrazarlo, antes que pueda verle la cara.
—¿Denia? —pregunta Ernesto con cara de asombro —pensé que seguías fuera del país.
—Regresé la semana pasada, extrañaba mi tierra y las personas importantes en mi vida —dice dándole una mirada intensa.
—Qué bueno que hayas regresado, ¿Por qué no me habías avisado? —le pregunta Ernesto.
Siento una punzada de enojo en mi interior, al darme cuenta que nos han ignorado completamente a mis niños y a mí, pero decido no dar un espectáculo innecesario, al final de cuentas él puede salir con quien le plazca, siempre y cuando sea discreto.
El mesero llega y digo en voz firme, viendo que Ernesto sigue enfrascado en su conversación con esa mujer, realmente la detesto y no puedo creer que él le siga hablando después de lo que le ha hecho.
—Tráigame unos ravioles de espinaca, a las niñas chicken fingers con puré y al niño una hamburguesa con queso y papas fritas —y dirigiendo mi mirada a Ernesto, que parece recordar que existimos le pregunto con voz melosa —¿Y tú mi amor?
Denia se voltea a verme con los ojos muy grandes, pero finge que no le ha molestado mi mote amoroso.
—Comeré lo mismo que tú —me dice Ernesto, y me molesta que me obliga a llamarlo amorosamente delante de otras personas, pero él no lo hace frente a esa mujerzuela.
¡Dios! ¡Debo controlarme! Decido poner distancia así que me levanto y les digo:
—Iré con nuestros niños a lavarnos las manos —tomo a Milagro en brazos y a Gracia de la mano, mientras Luis camina junto a mí.
En el baño frente al espejo, repara en lo que dije, "nuestros", nunca había utilizado esa palabra para hablar de los niños, debe ser algo primitivo dentro de mí que quiere la posesión, pero mi parte consciente debe gobernarla, estamos fingiendo solamente.
Al regresar, veo que han adecuado las sillas para que ella se siente con nosotros a comer, ¡Dios! ¡La odio! Pero esbozo una sonrisa cuando se acerca a mí y me abraza.
—No te había reconocido Melisa, ¿Has subido de peso? —me dice cuando me suelta.
—No lo sé –le digo, con mi voz de indiferencia —no soy una de esa mujeres obsesivas del peso que les interesa solamente tener una buena figura pero la cabeza vacía y el espíritu sucio.
Me siento con los niños, Ernesto me mira con cara de disculpa cuando Denia se sienta nuevamente junto a él.
—Así que cuénteme ¿Qué me he perdido? —dice mientras la pasa la mano deliberadamente por el brazo a Ernesto.
—Pues realmente en 6 años que son los que desapareciste de nuestras vidas —digo encogiéndome de hombros —han pasado muchísimas cosas, por ejemplo me gradué de la universidad y soy la jefa de una editorial exitosa, mi hermana y cuñado murieron hace 15 días, haciéndome madre de estas tres bellezas —digo sobando la cabeza de Milagro, y dejando deliberadamente por fuera el tema del matrimonio con Ernesto termino así que básicamente eso, ¿tú que has hecho desde que saliste de nuestras vidas?
—Pues, seguí con la fotografía y también hice un poco de modelaje, estuve viviendo en diferentes países del mundo, recientemente en Francia, es hermoso... y pues he regresado porque estoy lista para echar raíces en mi tierra natal —dice apretando sugestivamente le brazo de Ernesto.
No alcanzando a decir nada más porque finalmente llega nuestra comida, me dedico enteramente a comer y ayudar a Milagro a comer.
Ernesto rompe el silencio diciendo mi nombre para que ponga atención, realmente desde el apretón de brazo bloqueé toda la conversación de ese lado de la mesa.
—¿Melisa? —cuando levanto la vista para ponerle atención me dice —¿Amor, crees que haya espacio en nuestra boda para invitar a Denia?
Lo miro y no pudiendo hacer nada porque ella me mira fijamente le contesto:
—Claro, déjame revisar la lista de invitados, ¿Dónde te mando la invitación? —le pregunto a Denia.
—¿Se casarán? —pregunta con asombro y después pregunta —¿Cuándo es la ceremonia?
—Dentro de dos fines de semana —le respondo mientras sigo dando de comer Milagro.
—Oh, es muy pronto... ¿Acaso estas embarazada? —pregunta riendo a carcajadas, siento ganas de abofetearla por reírse de mi pobre bebé que aún no nace.
—Sí, estamos esperando un hermoso regalo del cielo —dice Ernesto sin darme tiempo a contestar.
—¡Oh! —dice ella —eso explica porque se casarían ustedes dos, no existiría ninguna otra explicación —dice con una risa chillona que me pone los nervios de puntas —no te enojes, estoy bromeando... —dice mirándome.
Estoy a punto de explotar cuando mi teléfono suena en cartera, miro el número y es la trabajadora social para confirmar la cita en una hora.
Decido que Denia no vale la pena, así que termino de dar de comer a las niñas y como rápidamente la comida de plato. Veo que Ernesto ha terminado también, así que llamo al mesero y pido la cuenta, saco mi cartera sin darle tiempo a Ernesto de pagar, pago yo. Necesito poner distancia entre esa mujer y yo.
Cuando regresa el mesero, tomo mi cartera y cojo a mis niños para retirarme, Ernesto se para, se despide de Denia y camina junto a mí, intentando tomar a Milagro de mis brazos, pero no lo dejo, estoy molesta con él por dejar que esa mujer se burlara de nuestra familia, entiendo que no lo somos de verdad, pero al menos debería fingir que le importamos, si esa mujer percibió que esto es mentira, puede hacer que pierda mis niños, y si eso llegara a suceder juro que los mato a ambos.
Subimos los niños en el auto y Ernesto me toma de los hombros para encararme:
—¿Estás bien? — me pregunta —has estado rara todo el almuerzo...
—Estoy bien, gracias... —digo recuperando la poca dignidad que me queda después de esta farsa —pero agradeceré que aun frente a "tus amiguitas" —digo enmarcando las comillas —finjas también que somos una familia.
Me giro y cuando me voy a subir al automóvil, él me toma y me besa.
—Lo siento —dice contra mis labios, me suelta y me abraza —hablaremos de ello en la noche, ahora debemos ser la pareja feliz y enamorada —dice ayudándome a subir al auto y cerrando la puerta.
Siento algo en mi interior que se arremolina en mi pecho, espero que sea acidez por la comida y no algo peor...
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Besitos,
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Donde el universo decida llevarnos...
RomanceMelisa es una chica que no cree en el amor, rehuye de los compromisos y definitivamente jamás piensa casarse o tener hijos, un giro inesperado de la vida le orilla a tomar decisiones que traerán consecuencias que deberá asumir. La vida no es nunca...