Llevo los niños a casa, me siento entumecida, Gracia ha llorado todo el camino de regreso a casa, Luis no ha hablado ni llorado y Milagro duerme desde hace rato.
Cuando llegamos a casa, Luis dice buenas noches y se encierra en la habitación donde duerme. Voy a verlo después de acostar las niñas, no me mira, pero cuando lo quiero tocar me dice:
—No me toques, por favor —y se gira lejos de mí.
Comprendo que el niño ha sufrido mucho, y especialmente la parte de tener espacio, así que me levanto y le digo mientras salgo:
—Está bien cariño, pero si me necesitas estaré en la otra habitación... descansa...
Ernesto me dice que irá a su casa y que regresará en la mañana. Después de despedirnos, me acuesto con las niñas, Gracia se abraza a mí, mientras Milagro duerme cerca de la pared. Decido apagar mi cerebro y dormir, en unas horas deberé hacer frente a toda la realidad que cayó sobre nosotros.
Esa noche no soñé...
***
Cuando despierto, siento unos brazos abrazándome por la espalda. Cuando me giró veo a Luis pegado a mí, le beso la mejilla sucia de lágrimas.
Son más de las 7, decido levantarme pues tengo dos funerales que hacer, además debo llamar al abogado para hablar sobre la custodia de los niños.
Al salir, siento mi corazón trastabillar, cuando veo a Ernesto y Celeste cocinando.
—Hola ¿Dormiste bien? —dice Celeste acercándose a abrazarme, la abrazo por no hacerla sentirse mal, aunque la verdad, no deseo que nadie me abrace, si me siento así de miserable prefiero que nadie me toque.
—Bien... ¿Qué haces aquí? —pregunto sonriéndole lo más real posible, mientras pongo mi mano sobre su abultada barriga de siete meses de embarazo.
—¿De qué hablas? —me mira como si hubiera dicho una estupidez —no quisiera estar en ningún otro sitio —y tomando mi mano me sienta en la mesa de la cocina mientras dice —Ven, hice tu desayuno favorito: huevos, tocino y tostadas, pero como estoy segura que no cenaste adecuadamente hice panqueques y cupcakes para los niños.
Puedo ver brillar el orgullo en su mirada ante su obra culinaria, le sonrío y me siento, aunque no tengo hambre, el olor del tocino me está revolviendo el estómago, pero no quiero que ella mire mi malestar, me sirve y pone un plato con una porción tan grande como para tres personas.
Siento los mareos y náuseas, pero no quiero que se entere de mi embarazo, no aún.
—Mientras comes, ¿necesitas ayuda con algo? —dice tomando mi mano.
—Sí —digo pensando en cómo deshacerme de ella por unos minutos —¿puedes ir a buscar ropa y cosas para los niños?
Mi amiga se para y toma las llaves que le ofrezco, no sin antes tomar con el tenedor un gran bocado y meterlo en mi boca.
—Come, regreso en un momento —dice desapareciendo por la puerta.
Yo intento mantener la comida dentro de mí, pero las náuseas son más fuertes cada vez, así que corro al baño, pero no logro cerrar la puerta, lo recuerdo cuando siento las manos de Ernesto sosteniéndome.
Cuando termino de sacar todo lo que tenía en mi estómago, me siento en el suelo del baño. Ernesto me mira con preocupación, debe pensar que la situación me está sobrepasando, así que pienso que él merece saberlo, no me ha abandonado en toda esta locura.
—No te preocupes —le digo después de un momento —sólo son las náuseas matutinas.
Ernesto parpadea, y cuando la información se establece entre nosotros dice:
—¿Estás embarazada? —cuando yo asiento con la cabeza hace la siguiente pregunta —¿Cómo es eso posible?
—¿Tu mamá nunca te dio la charla de las abejas y las florecitas? —le pregunto intentando sonar divertida.
—Sabes de lo que hablo —me contesta serio —tú siempre te proteges ¿Falló el método?
—El día de tu cumpleaños... ¿Recuerdas que bebí mucho? —digo mientas me sonrojo y él asiente, así que termino de explicar —pues tuve sexo con alguien y no usamos protección...
—Entonces ¿Sabes quién es el padre? —me pregunta por último.
—Me desperté sola... —respondo encogiéndome de hombros —igual, no quiero compromiso... Y tú lo sabes...
Él asiente pensativo, se pone de pie y me ayuda a levantarme.
—Debo hacer una llamada al abogado y a la funeraria, antes que despierten los niños... —digo cuando llegamos a la sala, queriendo evitar más preguntas.
Me aparto y hago todo lo que dije, ante una extraña mirada de Ernesto.
***
Cuando termina el entierro llevo a los niños a mi casa, cenamos y los acuesto.
Es domingo por la noche, no puedo creer todo lo que ha pasado en sólo 2 días, mañana tengo cita temprano con el abogado, estoy preocupada porque la madre de José, llegó al entierro y vio a los niños, me dijo que quiere quedarse con ellos, desde el luego yo dije que no, pero quiero que sea legal lo antes posible, no me perdonaría si no cumplo la promesa que le hice Rosalía.
***
Tengo diez minutos de estar esperando al abogado, cuando finalmente me recibe, siento mis manos sudorosas, espero que Rosalía y José hayan dejado todo preparado.
Nos sentamos y el abogado me explica que leerá el testamento de ambos, comienza a leerlo y cuando llega a la parte importante del escrito yo estrujo mis manos nerviosamente y escucho:
«...la casa y nuestras pocas posesiones se las dejamos a mis hijos y hermana, siendo ésta la albacea de todo, siempre y cuando cumpla con la cláusula de matrimonio estipulada con mi abogado. Dejo también un fondo para los estudios universitarios de los niños...»
Dejo de escuchar claramente después de escuchar cláusula de matrimonio...
Hola, hasta aquí este capítulo, déjenme saber que les va pareciendo la historia...
Recuerden regalarme una estrella,
Besitos,
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Donde el universo decida llevarnos...
RomanceMelisa es una chica que no cree en el amor, rehuye de los compromisos y definitivamente jamás piensa casarse o tener hijos, un giro inesperado de la vida le orilla a tomar decisiones que traerán consecuencias que deberá asumir. La vida no es nunca...