¿Qué? (Narrado por Melisa)

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—¿Qué dijo? —pienso intentando ordenar mis ideas —¿Acaso dijo que me amaba?

Ernesto me mira con ojos de susto, siento sus manos que se mueven a mis hombros, como para evitar que huya de su lado, siento lágrimas cayendo por mis mejillas y mi cuerpo temblar incontrolablemente. No puedo creer que me mienta de esta manera, sé que él no puede sentir eso por mí, siempre he sido la chica rota, inexpresiva y fría ¿Quién podría amar eso?

Intentando evitar su mirada, mi cerebro regresa años atrás a los recuerdos del día que lo conocí:


(Flashback)

Hace diez años

Estaba sentada en el patio de mi colegio. Mis padres habían muerto hacía dos años, así que, aunque no quisiera admitirlo, mi alma todavía dolía mucho, a diario lloraba mientras me quedaba dormida con la foto de la que fue nuestra familia completa.

Rosalía y yo tuvimos que mudarnos con mi abuelo, el único familiar cercano que podría hacerse cargo de mi tutela compartida, pues aunque Rosalía había hecho todo lo posible, dijeron que con sus 19 años, era demasiado joven para tenerla sola, así que mi abuelo, la persona más fría y displicente que he conocido en mi vida, decidió vender nuestra casa y hacernos viajar lejos de todo y todos, para así beberse y gastarse el dinero que obtuvo de la venta con todas las mujerzuelas que conoció hasta el día de su muerte cuatro terribles años después de obtener mi custodia.

Todavía recuerdo como si fuera ayer decirle al juez, que nos amaba tanto a ambas que no soportaba la idea de que alguien más nos tuviera en vez de él. Aún siento náuseas al recordarlo con lágrimas en los ojos, mintiendo descaradamente en la corte, aunque los padres de Celeste nos ofrecieron su casa para vivir, el juez decidió que ese hombre nos podría brindar una mejor vida.

Tan equivocado como la mayoría de los hombres que seguí conociendo en mi vida. Rosalía y yo fingíamos con la trabajadora social que todo estaba bien, pero la realidad era tan diferente, a veces no teníamos nada que comer en casa, el abuelo si no hacíamos las cosas de forma pronta, nos golpeaba con una faja en parte superior de las piernas, donde nadie podía ver los golpes.

"Si llegan a abrir la puta boca, ese día la otra sufrirá un accidente" nos decía cada vez que estaba a punto de llegar la Trabajadora Social.

Rosalía abandonó sus estudios, para conseguir un empleo y poder mantenerme, no me dejó que dejara los estudios, recuerdo como siempre fui una carga para todos.

Recuerdo a mi pobre hermana llegar cansada a cocinar, pues aunque yo intentaba mantener todo limpio y arreglado, mi abuelo odiaba mi cocina, aun un poco más que a nosotras, las veces que intenté cocinar me lanzó la comida con todo y sartén en la cabeza, siempre me pregunté cómo ese hombre nos odiaba tanto, él me demostró que los hombres siempre mienten muy bien para conseguir lo que desean, los vecinos siempre estaban tan felices con él, lo creían un buen hombre por hacerse cargo de dos huérfanas, todavía siento la ira vibrar en mis venas al recordar las señoras decir: "Que suerte tienen de tener a s abuelo".

En fin, ese día estaba sentada, intentando leer un libro, pero mi cerebro no dejaba de girar, esa mañana no pudimos comer nada, pues el abuelo tenía una "reunión amorosa" en la cocina, Rosalía no tenía dinero, pues faltaban todavía 7 días para el día de pago, y no creímos necesitar efectivo si teníamos la refrigeradora llena... Muy mal pensado...

Vi a la lejanía los demás chicos y chicas reír, todos se veían tan felices, que tenía ganas de odiarlos, ¿Por qué ellos podían ser felices y Rosalía y yo no? ¿Por qué ellos tenían lo mínimo para vivir y nosotros arañábamos para llegar a final de mes?

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