Secuestrados

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(Ernesto)

Lo último que escucho antes que la llamada se corte después del ruido de vidrios rompiéndose y llantos de niños es:

"Es Alfredo, encuentra a nuestros niños... Te amo Ernesto... desde siempre..."

Siento como la sangre se congela en mis venas, me levanto corriendo y voy a buscar mi auto, mientras llamo a la policía para decirles lo que ha pasado, les doy la dirección que me dio Melisa y espero que lleguen antes que se la lleven, yo me encuentro casi al otro lado de la ciudad, pero en cuestión de algunos minutos me encuentro estacionando el auto cerca del auto de Melisa, corro al lugar, cuando escucho las sirenas detrás de mí y escucho a los oficiales correr a donde me encuentro.

Abro la puerta del auto y no hay nadie, solamente está la ventana del piloto rota, el celular destruido en el suelo, y dos sillitas de bebé... vacías...

—Señor —escucho una voz que me llama —¿Usted llamó a emergencias?

—Si...

—¿Qué puede decirme de lo que pasó? —me pregunta el oficial de policía con una libreta en las manos.

—Mi esposa y mis hijos menores iban en el carro... al parecer fueron interceptados por dos automóviles —en eso recuerdo lo que me dijo Melisa —mi esposa me llamó y me dijo que uno de los hombres del auto era mi hermano Alfredo.

—¿Su hermano? —dice el oficial anotando y me pregunta —¿Existe algun motivo por el que su hermano quisiera secuestrar a su esposa o hijos?

—Hace algunos días ella lo desenmascaró frente a mi familia... —y atando cabos digo — al parecer tiene problemas de juego o algo así.

—¿Puede darnos la dirección de su hermano? —asiento y se la dicto.

Siento que mis piernas flaquean un poco, me arrepiento de no haberle dado el dinero a Alfredo cuando me lo pidió, si lo hubiera hecho él jamás hubiera hecho esto... o tal vez solamente aceleramos las cosas...

Llamo a Max para avisarle de lo que está pasando, dice que irá con mamá a ver los niños en casa, aunque yo no me encontraba en valor de contarle lo sucedido a mi madre Max lo hará.

Me voy con la policía a la comisaría a interponer la denuncia contra Alfredo, sólo espero que encuentren pronto a mi amada Melisa y a mis hijos.

¿Por qué nos pasa esto a nosotros? Siento mucho temor por lo que Alfredo pueda hacerles, espero que me llame para pedir un rescate, pero ya ha pasado una hora y aun nada.

(Melisa)

Me despierto en un lugar oscuro, veo solamente sombras, pero escucho un llanto cercano me giro y descubro que estoy atada a una silla, pero puedo ver que mis hijos están en una esquina cercana a mí, Milagro está llorando abrazada a Guillermo, cuando bajo la mirada para ver porque Milagro no viene a mí, veo que tiene una cadena atada a su pequeño tobillo. ¡Esos animales la encadenaron!

—Cariño... —digo después de aclárame la garganta pues la tengo reseca —¿Estás bien? ¿Te han hecho algo malo?

Milagro me mira y se arrastra un poco por el suelo hasta alcanzar mi pie.

—Mami tengo miedo... —dice entre sollozos —¿Por qué nos trajeron aquí?

—Sé que tienes miedo cariño, pero ahora debemos ser valientes, te prometo que haré todo lo posible para que regresen con tus hermanos y Ernesto... —no sé qué pasará conmigo, por eso no le prometo irme con ella.

Milagro me mira con los ojos muy grandes de tanto llanto y asiente.

Escucho que quitan el cerrojo de la puerta y entra Alfredo con dos hombres más, instintivamente me tenso al verme atada y no poder proteger a mis hijos.

—Al fin despiertas —dice Alfredo riendo —el golpe que te di no fue tan fuerte, no eres tan resistente como pensaba.

Lo miro con reproche, la cabeza aun me duele mucho, lo último que recuerdo fue que me golpeó tan fuerte cuando me sacó del auto que choque contra algo duro y después me desperté aquí.

—Tu familia tampoco hubiera pensado que eres la escoria que realmente eres...—le digo, y siento como me golpea en la cara nuevamente.

—¡Cállate o verás todo lo malo que le puede pasar a esos niños! —me dice y yo me cayo automáticamente.

—Bien así me agradas más —dice limpiando un poco de sangre que sale de mi labio roto y con una sonrisa lujuriosa en la casa dice— esta boquita listilla debe ser usada para otras actividades más divertidas.

Siento náuseas de pensar que intente hacer algo conmigo, pero el temor que dañe a mis hijos es mayor así que le pregunto:

—¿Qué piensas hacer con nosotros? ¿Dónde estamos?

—Qué bueno que preguntas preciosa —hala una silla y se sienta frente a mí— tú y tu estúpido marido arruinaron mi vida, yo solamente necesitaba dinero, aun lo necesito, así que como no quisieron dármelo por las buenas lo harán por las malas —saca una navaja de su bolsillo y yo le miro intentando no demostrar miedo —te voy a soltar, pero debes prometer portarte bien, cualquier cosa que intentes esos mocosos tuyos lo pagaran con creces mientras tú observas... ¿Está claro?

Yo asiento y Alfredo me libera de las ataduras que me detenían en la silla.

— Y estamos en el lugar en que jamás buscarán... piensa un poco... —yo miro alrededor y veo que estamos en un sótano hecho de piedra, como una catacumbas, en eso recuerdo que la familia de Ernesto tiene un mausoleo familiar al fondo del Cementerio donde nadie llega, solamente una vez al mes para mantenimiento, ese sería el lugar ideal para escondernos.

—Ahora llamarás a tu maridito y le pedirás que deposite siete millones de dólares en una cuenta que le enviaremos por mensaje.

—¿Siete? ¿No eran cinco los que ocupabas? —pregunto recordando cuando me pidió dinero.

—Eso era antes, ahora tengo que compartir el botín—dice señalando a los dos hombres parados cerca de la puerta —Vamos hermosa, no me mires con esa cara de asombro, claro que debo cobrar algo por lo que hiciste con mi vida —me entrega un teléfono celular y me dice—ahora llama a Ernesto y dile que debe depositar siete millones, que le hablarás en unas horas para decirle el número de cuenta, no me menciones...

Asiento, aunque recuerdo que ya le dije a Ernesto que era Alfredo. Intentaré darle pistas sin que sepa Alfredo, Ernesto tiene ventaja porque sabe que es él, solo espero que todo salga bien.

—¿Después podré estar con mis hijos? — pregunto antes de marcar —y ¿Puedes traerle tal vez algo de comer?

—Después que llames, te dejaré que estés con ellos y te daremos algo. ¡Ahora llama! —grita haciendo llorar más a Milagro.

Marco el número de Ernesto y espero que responda después de varios repiques.

—Ernesto —digo cuando responde.

—Melisa —escucho su voz rota contestar al otro lado de la línea.

—Escucha cariño —le digo antes de dejarle hablar, no quiero que Alfredo sepa nuestra ventaja —nos tienen secuestrados, estamos bien, pero debes conseguir siete millones de dólares que depositarás a un número de cuenta que te dará cuando te llame nuevamente, debes hacerlo cariño, sino estaremos hundidos los tres en nuestra última morada con nana.

Digo esto último esperando que Ernesto entienda que debe buscarnos donde está enterrada nana.

—Melisa ¿Dónde están? —escucho en la línea antes que Alfredo me quite el aparato de las manos y lo apague.

Me levanto y camino hacia mis hijos, Milagro se abraza a mí y Guillermo se retuerce en mis brazos molesto y asustado.

Me giro y veo a Alfredo que nos ve con la mirada desencajada de odio y rencor. Espero que Ernesto nos encuentre pronto, o al menos a los niños.


Hola queridos (as) lectores (as) hasta aquí este capítulo, espero que me dejen saber en los COMENTARIOS sus opiniones y que me regalen una estrella VOTANDO.

Gracias por leerme,

Besitos

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