CAPITULO 4

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Tal y como lo planeamos, convencimos a nuestro padre de ir al parque de diversiones. Pasamos un buen rato, después de todo los tres somos amantes de las alturas, o bueno, Leo no soportaba subirse a más de cuatro juegos seguidos sin tener una pausa de unos diez minutos. Estábamos arriba de la montaña rusa cuando Leo comenzó a ponerse blanco como un papel.

- No me digas que vas a vomitar ahora mismo - grité para que Leo me escuchara bien - Te hubieras quedado abajo, te juro que si vomitas

- Cállate - Espetó y después se quedó callado, al instante comprendí lo que iba a pasar. Hizo una arcada y después ya saben lo que pasó.

- ¿Ya te sientes bien? - Mi padre estaba dándole leves palmadas a la espalda de Leo. Ya tenía unos tres minutos desde que bajamos del juego. Mientras mi padre se encargaba de mi hermano yo estaba dándoles la espalda molesta, era obvio que ya nos iríamos. - Comeremos algo y después nos iremos ¿Qué les parece? - Preguntó mi padre pero no respondí

- Hay que comer hamburguesas - Respondió Leo, miré hacia ellos y me apresuré

- ¡No! Leo tu siempre escoges, yo quiero pizza

- Tú y las pizzas – Leo puso en blanco sus ojos – Solo hay una manera de decidir, ya lo sabes - Ambos nos miramos

- ¡Piedra, papel o tijeras! – dijimos al unísono

- ¡Ja! Gané – reía Leo. Él y yo siempre arreglábamos las cosas así, y teníamos que aceptar quien ganara

- Bueno, en lo que ustedes van por las hamburguesas yo iré a comprar una mini pizza

- No tardes mucho Zusumi – me dijo mi padre y me fui lo más rápido que pude. Cuando estaba por llegar a la pizzería comenzó a llover, y en ese instante Leo me hablo por teléfono diciendo que papá había cancelado lo de comer y que nos veíamos en el auto. Me dio un poco de enojo, ya que estaba tan cerca, pero no era el suficiente enojo para desobedecer, así que corrí para llegar al auto.

Cuando estaba por llegar alcancé a ver a uno tipos tratando de acorralar a una chica, mis pies sin dudarlo se dirigieron para allá. Cosa que a veces me pone a pensar si Dios me dio mucha valentía o no me dio sentido común, después de todo nadie se atrevería a ir, al menos no sola.

- ¡Oigan! – grité y todos me miraron

- No te metas preciosura – se acercó uno de ellos y me agarró la barbilla, bufé y sin pensarlo dos veces le di una patada donde más le duele, agarré a la chica y corrí hasta que estuvimos en un lugar con más gente

- Gracias Zusumi - Me quedé helada cuando me dijo por mi nombre

- ¿Nos conocemos?

- Vamos en el mismo salón – La miré de nuevo, era verdad. Lucía era su nombre, era una de las tantas personas que evitaba a toda costa a Henry

- Ah... te ayudé porque odio a los tipos molestos, no porque quiera caerte bien – Sonó un poco brusco, pero era la realidad, no quería involucrarme con nadie, después de todo algún día nos íbamos a mudar de nuevo. Éramos unos nómadas.

- Lo sé, de todas formas gracias - La chica estaba estaba por irse cuando la detuve

- Oye... ¿Te puedo preguntar algo? - Me daba nervios, no quería que malinterpretara mi curiosidad con algo más - ¿Por qué le tienen miedo al sin modales? Digo Henry. Se comportan como si él les fuera a morder... ¿Su padre es algún mafioso?

- No es por nada de eso - soltó una risa nerviosa y después se puso seria, me dio escalofríos - Puede pasar algo peor. Es que acabas de llegar a la escuela por eso aún no sabes - Me quedé ahí unos minutos escuchando su historia, cada parte un tanto escalofriante pero sin sentido.

- ¿Por qué tardaste mucho? – preguntó mi padre cuando por fin me reuní con ellos

- Lo siento

Cuando llegamos a la casa ya era de noche por lo que cada quien se fue a su cuarto, yo me quedé en la sala pensando sobre lo que me había dicho aquella chica. Leo prendió la luz de la sala.

- ¿Qué diablos haces aquí? Casi me da un infarto – se sentó a mi lado

- No puedo dormir

- ¿Qué le sucede a mi melliza? – me causaba tanta gracia que mencionara la palabra melliza

- Dime ¿Has escuchado sobre Henry?

- ¿Quién?

- Hay un chico llamado Henry, la mayoría de personas de mi salón, no sé si también de la escuela, le tienen... ¿miedo? – Articulé la última palabra algo dudosa, ya que no sabía si era miedo o qué lo que le tenían a Henry – Hay rumores, dicen que si te involucras con él podría arruinar tu vida

- Eso es tan estúpido ¿Qué clase de tonto inventó eso?

- No lo sé, al parecer es un rumor que ronda desde hace tiempo – reí – Es muy estúpido que traten así a alguien

- De seguro una persona que le tenía envidia a ese tipo inventó todo – no respondí – Pero por si acaso no te metas en nada sobre ese tema ¿entiendes?

- ¿Acaso soy una niña para que me andes diciendo lo que no debo hacer?

- Es que eres bien metiche... Puede que ese tipo sea algún delincuente o traficante de órganos, o puede trabajar en trata de blancas

- ¡Ya entendí, ya entendí! No me meteré en nada relacionado con ese tema – me levanté del sofá – Y para tu información no soy metiche, solo soy curiosa

- La curiosidad mató al gato – puse los ojos en blanco

- Te recuerdo que no soy un gato – apagué las luces, sabiendo que a Leo no le gusta la oscuridad

- ¿Zusumi? – no respondí- ¡Oye ya! Prende las luces

- Que gallina – bufé 

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