Capítulo 24

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Hacía mucho tiempo que no me sentía así de miserable. Hacía muchísimo tiempo que la chica asustadiza e insegura a la que decidí encerrar en una caja en lo más profundo de mi ser, no estaba así de cerca de la superficie.

La última vez que supe de ella, intentó quitarse la vida. La última vez que le permití salir de su prisión, me llenó el alma de oscuridad, culpabilidad y desprecio hacia mí misma, hasta que ya no pude más. Hasta que sucumbí ante el dolor y decidí que era una buena idea intentar tragarme un frasco de pastillas para dormir y terminar con todo...

Hacía una eternidad desde la última vez que me sentí así de inestable. Hacía una eternidad desde la última vez que me sentí tan cerca del borde... y eso me aterra.

Cierro los ojos con fuerza.

La sensación insidiosa y pesada provocada por lo que pasó hace apenas media hora, me ahoga. Me llena de una ansiedad angustiante que lo único que consigue, es hundirme un poco más. Es tirar de mí dentro de ese vórtice oscuro que ha estado amenazando con tragarme viva desde hace más de dos años.

Sé que soy patética. Sé que soy una completa idiota por sentirme de esta manera. Por ser lo suficientemente débil como para estar al borde de una crisis emocional, solo por haber visto a Gael Avallone con su prometida —o lo que sea que sea ella en su vida—... Y, a pesar de eso, no puedo arrancar de mí las ganas que tengo de desaparecer. De llegar a casa y dormir hasta que todo haya terminado. Hasta que los sentimientos —todos ellos. Incluso esos dulces que él ha estado provocándome— se extingan.

Trago duro y presiono las palmas de mis manos temblorosas contra mis ojos.

«No voy a llorar. No voy a llorar. No voy a llorar...»

No en un autobús. No por lo que acaba de ocurrir. Me niego rotundamente a quebrarme por esto. Me rehúso a derramar una sola lágrima por ese hombre, porque no me ha roto el corazón —no todavía—, y no voy a quedarme a esperar a que lo haga.

Una punzada de dolor me atraviesa el pecho al recordar el gesto en el rostro del magnate y el nudo en mi garganta se aprieta otro poco. Una palabrota baila en la punta de mi lengua, pero la reprimo lo mejor que puedo y, entonces, dejo escapar un suspiro largo.

No puedo creer que esté sintiéndome de este modo por él. No puedo creer que esto esté afectándome de esta manera, cuando he pasado por cosas peores. Cuando he vivido cosas que me han hecho pedazos...

Aparto las manos de mi cara y tomo una inspiración profunda, antes de dejar ir el aire con lentitud. Cuando noto que la quemazón en mi garganta no se va, vuelvo a intentarlo. Vuelvo a respirar profundo para tratar de relajarme. Para intentar deshacerme de la sensación de malestar que me invade.

«No deberías sentirte de esta manera. No cuando perdiste a Isaac como lo hiciste...» Me reprimo a mí misma y, en ese momento, como si algo dentro de mí se hubiese accionado, la imagen del único chico al que he amado se dibuja en mi memoria hasta asentarse en mi cabeza y aferrarse a ella con violencia.

Uno a uno, poco a poco, los recuerdos empiezan a filtrarse en mi sistema. Un puñado de imágenes se afianzan en mí hasta abrumarme y hacerme sentir culpable. Hasta hacerme sentir como una completa traidora por involucrarme del modo en el que lo estoy haciendo con Gael Avallone. Por permitirme a mí misma sentir lo que ese hombre me provoca...

«¡Para!» La voz en mi cabeza me reprime. «No caigas en ese lugar. No puedes permitirte volver ahí. Sabes que haces esto solo para lastimarte. Sabes que solo tratas de castigarte a ti misma, así que detente ya...»

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora