Capítulo 37

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—Ten mucho cuidado con lo que haces, Gael —la voz de David suena baja, entre dientes, como quien está tratando de contenerse de gritar—. Ten mucho cuidado con la manera en la que te expones esta noche.

La postura del padre de Gael ha pasado de nerviosa a amenazadora y yo, debido a eso, no puedo hacer otra cosa más que intentar esconderme detrás del imponente cuerpo del magnate. No puedo hacer otra cosa más que esperar a que lo peor suceda ahora que hemos llamado tanto la atención.

—El que debió haber tenido cuidado con lo que hacía, eras tú —Gael escupe, pero ha bajado su tono, de modo que solo su padre y yo podemos escucharlo—. No debiste involucrar a terceros en algo que solo nos correspondía a nosotros. No debiste jugar de esta manera.

—Gael, ahora no es tiempo para...

—¡Me importa una mierda si no es tiempo! —la voz de Gael estalla con tanta violencia, que me encojo sobre mí misma porque jamás lo había escuchado así de enojado. Jamás lo había visto así de molesto—. ¡Tú decidiste que esto fuese de esta manera! ¡Tú la metiste a ella en todo esto! ¡Ahora afronta las consecuencias!

—¡¿Se puede saber qué coño estás haciendo?! —alguien dice en algún punto cercano y mis ojos viajan hacia la persona que se ha acercado. Antonio Avallone aparece en mi campo de visión en ese momento y se interpone entre Gael y su padre. Entonces, los mira con gesto horrorizado e iracundo—. ¡¿Están tratando de dejarnos a todos en ridículo?!

La atención de Gael se posa en su hermano en ese momento, pero no dice nada. David tampoco pronuncia palabra alguna. Se queda ahí, quieto, con los ojos clavados en su hijo menor, y gesto contrariado e iracundo.


—Sea lo que sea que esté pasando, puede esperar —Antonio escupe, en dirección a Gael, al cabo de unos minutos—. Ahora mismo no puedes dejarnos en mal con toda esta gente, Gael.

—¿Y a ti quién carajos te dijo que podías meterte donde no te llaman? —Gael espeta, luego de fijar su atención en su hermano, y el gesto de este se contorsiona en una mueca furibunda casi al instante.

—¡Estoy salvándote la puñetera reputación, imbécil! —Antonio suelta, con brusquedad.

¡Hombre! ¡Qué considerado de tu parte!

—¡Basta ya! —David interviene en ese momento y mira a sus dos hijos varones con gesto airado—. Ahora no es tiempo para estas estupideces.

—Pues yo pienso que este es el momento perfecto para aclararlo todo —Gael interviene—, así que de una vez te lo digo: si no me dices ahora mismo qué coño está pasando y por qué has involucrado a Tamara en esto, acabo con tu maldita farsa.

La mandíbula de David se aprieta con fuerza y eso solo consigue endurecerle el rostro.

Luce colérico ahora. Como si estuviese a punto de estallar; sin embargo, toma una inspiración profunda y deja escapar el aire con lentitud antes de cerrar los ojos unos instantes.

—Está bien —dice, al cabo de unos instantes—. Vamos a hablarlo.

Gael asiente.

—Pero aquí no —David acota y noto como los hombros del magnate se tensan.

—No pienso permitirte un solo segundo para inventarte alguna excusa o justificación. Si no es ahora mismo, no será nunca —Gael refuta y la mirada de su padre se oscurece.

—Estás jugando con fuego —el señor Avallone advierte, al cabo de unos segundos de silencio.

—Hace mucho que lo hago —Gael esboza una sonrisa amarga y mi estómago se estruja cuando noto la aspereza en su tono.

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora