Capítulo 33

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Ha pasado una semana entera desde la última vez que crucé palabra con Natalia. Una semana en la que han pasado tantas cosas, que apenas he tenido tiempo para procesarlas todas.

Para empezar, he regresado a clases. Y no es un regreso a clases cualquiera: es el penúltimo último regreso a clases de mi vida. Luego de este semestre, si todo sale como espero, estaré a nada de graduarme. Estaré a nada de tener un título profesional para colgar en una pared que, si todo sale acorde a lo planeado, nadie —a excepción del hombre que se atreva a casarse conmigo— verá jamás.

Me he prometido a mí misma, que no voy a tontear como lo hice en cursos pasados. Que voy a enfocar toda mi energía en conseguir mejorar mi promedio —que en realidad no es malo en lo absoluto— para así graduarme sin tener que presentar una tesis.

Fernanda no ha dejado de decirme que debo dejar de ilusionarme, que tendré que presentarla quiera o no, pero yo no pierdo las esperanzas. Así me asignen un tutor para elaborarla, así todo parezca indicar que no voy a poder evadirla, voy a intentarlo.


Siguiendo con la lista de cosas que esta semana han ido de caóticas en peor, no he tenido oportunidad de ver a Gael. Ni siquiera por asuntos de trabajo. Está a punto de cerrar un negocio muy importante con una comercializadora internacional y sus horarios, aunados a los míos un poco más apretados por el regreso a clases, nos han impedido coincidir.

A pesar de eso, no hay día que no sepa de él. No hay día que no me levante con un mensaje suyo donde me da los buenos días. No hay día que me vaya a la cama sin haber escuchado su voz, aunque sea unos minutos.

En cuanto a la biografía se refiere, mis tiempos de escritura han ido en mejora y la fluidez con la que he empezado a trabajar en ella es tanta, que he alcanzado el punto en el que se siente como si se escribiese sola.

No sé qué es lo que ha cambiado, pero ahora se siente fácil sentarme a escribirla. Se siente sencillo encender el ordenador, abrir el documento indicado y empezar a redactar algo respecto al hombre al que últimamente no me puedo sacar de la cabeza.

Quiero pensar que es nuestra cercanía la que ha hecho un cambio en mí. Que es el hecho de que ahora puedo comprenderlo un poco más, lo que me hace poder escribir la biografía sin sentirme forzada u obligada a hacerlo.

He sido muy cuidadosa con ella. No he escrito absolutamente nada respecto a los secretos que me confesó aquella noche en la que me mostró sus tatuajes por primera vez. El tema de su pasado —de su verdadero pasado— está fuera de mis límites.

Me niego a exponer siquiera un poco sobre él. De hecho, he estado tan decidida a ayudarle a mantenerlo enterrado, que no he dejado de manipular el texto para que todas las piezas de lo que me ha contado embonen sin dejar cabida a dudas respecto a su pasado y a su vida en general.

He, incluso, considerado la posibilidad de mandársela a Gael para que la revise antes de mandársela al señor Bautista.

Fuera de eso, la escritura del proyecto ha fluido con tanta naturalidad, que estoy segura que dentro de unos cuantos meses más, estará terminado.

Aún me quedan cosas qué preguntar y qué averiguar para poder concluirla, pero, si todo sigue como ahora, la biografía de Gael Avallone estará lista mucho antes del plazo de tiempo que tengo estipulado.


—¿Tamara? —escuchar mi nombre me saca de mis cavilaciones casi de manera inmediata, pero me toma unos instantes espabilar por completo y dirigir mi atención hacia la chica que, desde el fondo de la mesa, me llama.

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora