Gael brilló por su ausencia todo el fin de semana.
Luego de verlo el sábado por la mañana en su casa, desapareció de la faz de la tierra. Únicamente recibí una llamada de su secretaria informándome que, debido a compromisos familiares, no podría recibirme en nuestra cita habitual ese día.
No me sorprendió en lo absoluto recibir la noticia. Ya había empezado a sospecharlo luego de la conversación que le escuché tener con su padre. Lo que sí me sacó de balance por completo, fue su falta de comunicación conmigo. Fue la falta de atención que tuvo al no ser él quien me llamara para cancelarme.
El domingo tampoco tuve noticias suyas, así que, para el lunes por la mañana, cuando recibí un mensaje de texto de su número personal, decidí no contestarle. Decidí hacer caso omiso al teléfono para dedicarme enteramente a la escritura de un proyecto que ha venido rondándome la cabeza desde hace meses.
Para la tarde del martes, tuve alrededor de cinco mensajes suyos. Mensajes que tampoco respondí.
El miércoles —ayer— lo pasé en casa de mis padres. Para mi buena fortuna, Natalia y Fabián no estaban ahí, así que pude disfrutar de una tarde de mimos paternales sin sentir ganas de asesinar a nadie. Y cuando llegué a casa por la noche, me di cuenta de que tenía dos llamadas perdidas de su número personal y una de su oficina. Tampoco me molesté en devolverle esas llamadas.
Esta mañana, cuando desperté y revisé el teléfono, me di cuenta de que me envió un mensaje muy temprano. En este mensaje, me preguntaba si todo estaba bien.
Tampoco le contesté.
A estas alturas del partido, ni siquiera sé por qué estoy evitándolo. A estas alturas, ni siquiera sé por qué no quiero enfrentarlo. No es como si las cosas entre nosotros hubieran ido mal la última vez que nos encontramos; pero, de igual modo, me siento reticente a su cercanía. Me encuentro renuente a su presencia a mi alrededor.
Victoria dice que se debe a las omisiones que ha tenido conmigo. Que, inconscientemente, estoy molesta con él por no ser capaz de ser honesto conmigo. Yo, sin embargo, se lo atribuyo a otra cosa.
Yo creo, más bien, que lo que sucede es que aún no he logrado decidir qué es lo que quiero hacer. Creo que, lo que ocurre, es que todavía no sé qué demonios voy a hacer con lo que siento por él. Que todavía no logro ponerle un orden al centenar de sentimientos encontrados que me embargan.
Se siente como si estuviese parada justo a la mitad del camino entre él y sus objetivos. Como si fuese un obstáculo que no esperaba. Uno al que él ha decidido aferrarse, a pesar de que ambos sabemos que es imposible que lo haga durante mucho tiempo.
En algún momento va a tener que elegir. En algún momento va a tener que escoger entre lo que quiere y lo que tiene qué hacer y, cuando eso ocurra, sé que seré yo quien lleve todas las de perder...
Cierro los ojos con fuerza y dejo escapar un suspiro largo, al tiempo que me dejo caer de espaldas sobre mi cama.
La vibración de mi teléfono en mi mano, me hace pegar un salto debido a la impresión e, inmediatamente, miro la pantalla iluminada del aparato.
En ella, el ícono que indica que he recibido un mensaje de texto, brilla; y, justo debajo de él, se encuentra el nombre de Gael Avallone.
En ese momento, mi estómago cae en picada.
A pesar de eso, me obligo a incorporarme en una posición sentada y a abrir el mensaje para leer:
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MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!
RomanceEN FÍSICO Y DIGITAL A TRAVÉS DE AMAZON. • Esta historia está disponible como audiolibro en Audible Español. "Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras que no la ame." -Oscar Wilde.