Ojos ambarinos me miran con intensidad. La expresión en el rostro del hombre frente a mí, es intensa pero indescifrable al mismo tiempo y, no me atrevo a apostar, pero creo que he visto un destello de incredulidad filtrándose en su expresión.
Gael Avallone me mantiene acorralada entre su cuerpo y la puerta de su oficina y la distancia que nos separa es tan pequeña, que puedo sentir el calor que emana su anatomía. El aroma a perfume caro y cigarrillo inunda mis fosas nasales, y lo único que puedo hacer en este momento, es sostenerle la mirada.
Mis rodillas tiemblan, mi corazón late tan fuerte que temo que sea capaz de escucharlo, mi garganta se siente seca y rasposa y, ahora mismo, lo único que deseo hacer, es poner distancia entre nosotros. Tanta como sea necesaria. Tanta como sea posible...
Necesito pensar con claridad y su cercanía me lo impide. Me aturde. Me paraliza...
Gael inclina el rostro ligeramente con curiosidad, como si estuviese observando al ser más extraño del planeta; y su ceño —profundo y duro— se frunce en señal de confusión.
—¿Intentó suicidarse? —su voz suena áspera y ronca y el recelo que hay en ella es tan grande, que me siento un poco ofendida por la manera en la que pronuncia las palabras—, está jugando conmigo, ¿cierto?
El nudo en la boca de mi estómago se aprieta otro poco.
No puedo culparlo por creer que estoy jugando con él. No es la primera persona que reacciona de esta manera; sin embargo, no puedo evitar sentir que se está burlando de mí. Que está tomándolo todo como un chiste.
—¿Tengo cara de estar bromeando? —una sonrisa forzada y carente de humor se apodera de mis labios y tengo que morder la punta de mi lengua para evitar agregar la palabra «imbécil» a mi oración.
La expresión asombrada y horrorizada que se dibuja en su rostro hace que me sienta enferma. Quiero cavar un agujero en la tierra y meterme ahí hasta que todo esto pase. Quiero volver el tiempo al momento en el que accedí a escribir la biografía de este hombre y rechazarlo todo.
La humillación que siento es insoportable. Lo único que me mantiene mirándole a los ojos, es el maldito orgullo de mierda que nunca me ha permitido bajar la guardia con nadie. Que nunca me ha permitido huir de situaciones como estas.
—¿Por qué?
La pregunta me saca de balance. Es la primera vez que alguien lo hace y eso me descoloca de sobremanera.
La gente asume que haces ese tipo de cosas por los motivos más erróneos existentes. Te etiquetan como «demente» o «inestable» solo porque no pueden comprender qué fue lo que te orilló a hacer algo así. Nadie es capaz de comprender si no se encuentra en la misma situación que tú. Si no siente de la misma forma que tú.
Nos han dicho una y mil veces que todos los seres humanos somos diferentes, pero que tenemos los mismos derechos. Que todos valemos lo mismo y que, al mismo tiempo, somos únicos e irrepetibles... A pesar de eso, el mundo se empeña en despreciar a aquellos que no piensan o reaccionan de la misma forma que lo haría la mayoría de las personas. Se empeña en odiar lo que no comprende y tacharlo de equívoco solo por ser diferente.
Y así, el ser humano se ha hundido en esta espiral de doble moral de la que es incapaz de salir, porque todo lo critica. Todo lo cuestiona...
Si no crees en el mismo Dios que el resto, tus creencias son están equivocadas. Si no crees en ninguna clase de Dios, vas a ir al infierno. Si tu orientación sexual es distinta a la de los estándares sociales, eres criticado y satanizado. Si tu manera de ver la vida es diferente a la de la persona que está junto a ti, toda tu vida está basada en una filosofía equivocada...
ESTÁS LEYENDO
MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!
RomanceEN FÍSICO Y DIGITAL A TRAVÉS DE AMAZON. • Esta historia está disponible como audiolibro en Audible Español. "Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras que no la ame." -Oscar Wilde.