Capítulo 8

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El señor Bautista me ha llamado a su oficina.

, de antemano, qué es lo que quiere tratar conmigo. perfectamente de qué quiere hablarme. que ha visto el pequeño desplegado que ha aparecido en los periódicos esta mañana y, a pesar de eso, no puedo mentalizarme. No puedo armarme de valor para llamar a su puerta y poner mi mejor cara. No puedo adentrarme en su oficina porque sé qué es lo que va a decirme si lo hago...


Esta mañana desperté con un correo electrónico de Gael Avallone. En él, solo venía escrita una palabra:

«Hecho.»

En ese momento, lo primero que hice fue teclear el nombre del magnate en mi buscador de internet.

No me sorprendió en lo absoluto darme cuenta de que todos los blogs, entradas en revistas virtuales y tirajes de revistas amarillistas donde aparecían las fotografías en las que me encuentro con el magnate, han desaparecido. Todos ellos —absolutamente todos—, han sido reemplazados por un recuadro de apenas unos centímetros de ancho y unos cuantos más de largo, en el cual se desmienten los rumores y se hace el anuncio oficial del acuerdo editorial entre Gael Avallone y Editorial Edén.

Así mismo, se habla un poco acerca de la «joven y prometedora» chica de veintiún años que ha sido elegida para escribir el proyecto y, como si eso no fuese suficiente, aparece mi nombre, la fotografía que me tomaron en la universidad para la credencial y un breve y conciso texto donde se desmiente cualquier clase de relación sentimental entre el magnate y yo.

Y así, sin necesidad de explicar nada más, mi vida volvió a la normalidad. La mañana transcurrió como si nada del escándalo previo hubiese ocurrido. Como si la semana más tortuosa de mi vida, no hubiese existido nunca. Como si las llamadas a horas tempranas, las alertas de mensajes de mi correo electrónico y los periodistas afuera de la escuela, solo hubiesen sido producto de mi imaginación.

De hecho, de no ser por la cantidad de felicitaciones que he recibido por todos lados, habría jurado que todo fue un mal sueño.

Es abrumadora la cantidad de personas desconocidas que se han acercado a mí en la escuela solo para felicitarme por el logro conseguido. Es aún más abrumadora la cantidad de comentarios desagradables que he escuchado hechos a mis espaldas; esos de personas que dicen que no tengo la capacidad de escribir un libro y que mi narrativa deja mucho que desear.

Es increíble el modo en el que cambia la manera en la que la gente te mira de la noche a la mañana. Todo aquel que me llamaba «zorra» o «interesada», no ha dejado de felicitarme por la oportunidad que me dieron, y aquellos que me defendían de la gente que me insultaba, no han dejado de decir a mis espaldas que no tengo la capacidad necesaria para llegar a donde quiero llegar.

Así, pues, mi día se ha convertido en un constante ir y venir emocional. En un constante agradecer y sonreír incómodamente.


—¿Tamara? —Gloria, la secretaria de Román Bautista, habla detrás de mí—. ¿Estás bien?

Mi cuerpo gira sobre su eje para encararla y esbozo una sonrisa tranquilizadora en su dirección. Estoy nerviosa hasta la mierda, pero siempre se me ha dado bien lucir fresca y despreocupada en mis peores momentos.

—Sí —digo, pero ni siquiera yo misma puedo comprarme la débil afirmación.

—¿Estás segura? —suena entretenida, y mi sonrisa se ensancha.

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora