Decir que estoy nerviosa hasta la mierda, es poco en comparación al estado de histeria que estoy rozando con la punta de los dedos. Decir que las náuseas provocadas por los nervios me han perturbado las últimas horas, no se compara a lo cerca que he estado de vomitarme encima en el transcurso del día.
Esta mañana, luego de recibir una llamada de Gael confirmándome su asistencia a la comida familiar que está llevándose acabo aquí, en casa de mi hermana, la tortura comenzó.
He pasado todo el día agobiada. Angustiada ante la idea de imaginarme a Gael Avallone aquí, en convivencia con mi familia —en convivencia con Fabián.
No he tenido el valor de recordarle a Gael acerca de la relación fraternal que existe Fabián con Isaac. Ya le había dicho antes acerca del lazo de sangre que hay entre ellos, pero las cosas han cambiado mucho desde entonces. En ese momento, tener algo con Gael, era algo meramente platónico. Algo que nunca imaginé que sería tan tangible como lo es ahora. En ese momento, ni siquiera me pasaba por la cabeza la posibilidad de estar con él del modo en el que lo hacemos. Ahora, sin embargo, no deja de aterrorizarme la idea de recordarle a Gael sobre este hecho, y hacerlo sentir incómodo con la idea de mí, en convivencia constante con mi pasado. Con quien fue mi primer amor...
—¿A qué hora llegará tu novio? —la voz de Natalia me llena los oídos y espabilo un poco en ese momento.
Tanto ella como mi madre han pasado la última hora cocinando y, a pesar de que me he acomedido a poner la mesa y a preparar variadas salsas, no puedo evitar sentirme como una holgazana en esta cocina. Sobre todo porque, entre las dos, han cocinado alrededor de cinco cazuelas pequeñas de guisados varios.
—Por favor, no vayas a llamarle así cuando esté aquí —digo, con genuino horror pintándome la voz.
—¿Por qué no? ¿No es tu novio, acaso?
—Solo estamos saliendo.
Mi madre me dedica una mirada reprobatoria desde su lugar junto a la estufa.
—Espero que ese «solo estamos saliendo» no quiera decir que es tu amigo con derecho —la amenaza en su tono es tan palpable y me hace tanta gracia, que una sonrisa boba —y aterrorizada— se desliza en mis labios en ese momento—. ¡Y no te rías! Hablo muy en serio, Tamara.
—¡No me estoy riendo! —me quejo, pero no he dejado de sonreír como imbécil.
—¡Claro que lo estás haciendo! —mi mamá exclama—, y no le veo la gracia.
Ruedo los ojos al cielo.
—Lo que trato de decir —digo, con todo el tacto que puedo imprimir en la voz—, es que llevamos muy poco tiempo, ya sabes..., juntos. Es por eso que llamarlo mi novio se siente como... demasiado. Al menos por ahora.
—¿Pero es tu novio? —Natalia pregunta, pero suena más como una afirmación que como un cuestionamiento.
Yo asiento e inmediatamente, la expresión de mi madre se relaja.
Lo cierto es que no sé qué nombre ponerle a lo que tengo con Gael. Nunca hemos hablado de etiquetas. De nombres o títulos.
Sé que hay algo entre nosotros. Sé que lo que siento por él sobrepasa mi entendimiento y que, por cobardía o por lo que sea que sea esto que me impide hacerlo, no he sido capaz de llamarlo de alguna manera.
Sé que lo echo de menos cuando no está a mi alrededor, que le pienso todo el tiempo y que me hace feliz estar en su compañía. Sé que él me procura, ve por mí y hace todas esas cosas que hacen los novios y, a pesar de eso, no me atrevo a llamarlo de esa forma. No me atrevo a ponerle esa etiqueta que lo reclama como mío, porque se siente incorrecto hacerlo. Porque, por mucho que desee que lo sea, jamás voy a atreverme a referirme a él como «mi novio», si él no lo hace primero. Si no lo escucho de su boca primero...
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MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!
RomanceEN FÍSICO Y DIGITAL A TRAVÉS DE AMAZON. • Esta historia está disponible como audiolibro en Audible Español. "Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras que no la ame." -Oscar Wilde.