Capítulo 32

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Si el mundo fuera nuevo y brillante, con nuevas esperanzas y nuevos sueños, las cosas serían mucho más bellas, mucho más alentadoras. Pero qué se puede decir, a Arnold le tocó vivir en este siglo. Donde todo está ya visto, las personas se vuelven cada vez más monótonas y aburridas y la fascinación parece cada vez mas inalcanzable. Pobres mentes humanas, tan caprichosas y cambiantes.

Arnold estaba aburrido mientras caminaba por la calle dirección al hotel. Pensaba en mil y una cosas, venían a su mente como barcos navegantes, pero cuando trataba de llevar a una finalidad cada pensamiento, huían tan rápido como los peces.

Un paso, dos pensamientos, dos pasos, mil pensamientos.

Sinceramente le dolería la cabeza si esto continuaba así.

Sus pasos resonaban por el concreto frio y húmedo gracias a las últimas lluvias. El frio le mordía las mejillas de una manera demasiado furiosa que se le antojó insoportable. Era medio día y todos saldrían mas tarde al teatro, así que todavía tendría tiempo para dar un paseo tranquilo por las frías calles de Central City.

La melancolía dio paso entre esa maraña de hilos enredados de su cabeza de forma extraña. Lo cierto es que, desde hace unos días, su ánimo empezó a decaer de una manera demasiado... inusual. Arnold no era propenso a la depresión, pero no pudo evitar suspirar mientras pateaba de manera lánguida* una lata de refresco mal aplastada que se había puesto en su camino. La pobre lata rebotó en la pared de un edificio de apartamentos. De repente se vinieron recuerdos de su antigua casa de la infancia. Esa donde vivía con sus abuelos. Una brisa helada le revolvió el cabello rubio. Observó el edificio viejo y corroído por los años, que se mantenía de pie de una manera demasiado imponente a pasar de las apariencias. Siguió caminando. Prefirió ver la banqueta manchada de lodo y hojas secas que enfrentarse a sí mismo.

Hace bastante tiempo en el que no pensaba en sus abuelos, bueno, no de manera vívida. Sabía que no podría vivir sin su fantasma, pero a ellos realmente no quiso verlos. Cuando sientes dolor, muchas de las veces prefieres evitarlo, evitar los recuerdos.

Piensas que esa es la única manera de sobrevivir, de pasar página. Lo reprimes todo como si fuese la peste. Pero lo cierto es que cuando llega a acumularse, tarde o temprano saldrá a la superficie.

Entonces te darás cuenta de que no has solucionado nada.

Algo parecido sentía. sus abuelos habían sido los responsables de su crianza. Ellos estuvieron allí cuando aprendió a andar en bicicleta, cuando se le cayó el ultimo diente de leche, cuando ganaba concursos de ciencia (últimos lugares, pero estuvieron allí). Ellos le enseñaron la bondad, le enseñaron lo que es ayudar al prójimo... lo encaminaron a ser un hombre.

Si bien Arnold no es el mejor hombre del mundo, y no está del todo orgulloso de lo que es ahora, no odia su vida. Tiene un hijo y unos padres que lo apoyan, tiene a un amigo. ¿Qué más podría querer? Pero como siempre, no es suficiente. Pobres mentes humanas, tan insatisfechas.

El dolor empezó a rebobinarle en las entrañas. Tanto tiempo sin pensar en ello, sin preocuparse demasiado por ello. Pensando que el tiempo lo cura todo. Lo cierto es que el tiempo no lo cura todo, hay veces en las que tienes que enfrentarte al problema y decir basta.

Ya había pasado mucho tiempo deseando, queriendo, anhelando. Había pasado mucho tiempo en la oscuridad, en esa negrura que se hacía cada vez más oscura, todo sin darse cuenta. Tal vez tenía que ver las cosas desde otra perspectiva. Tal vez Arnold ya era feliz y no se había dado cuenta.

Una suave llovizna empezó a mojarle la cabeza y se dio cuenta de que su paseo se daba por terminado. Cuando llovía el clima bajaba considerablemente. Así que volvió sobre sus pasos. Sus botas resonando en el suelo, personas ignorándolo al pasar, como un ente extraño he inexistente, una persona más, un rostro más. La lluvia le mojaba los hombros, resonando un poco en su chamarra negra impermeable. Esperó que, así como esa agua caía para dar paso a una nueva estación, a un nuevo comienzo, le lavara las heridas tan infectadas, y cuando estuviese completamente sano, un nuevo comienzo.

En Busca de una Familia (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora