Capítulo 4

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Los conflictos eran su especialidad. Las tareas difíciles y las cosas complicadas. Ella podía resolver un crucigrama en unos pocos minutos, escribir el borrador de una novela de trescientas páginas en dos meses, manejar a los empleados, coordinar eventos, ser puntual y eficiente. Ella todo lo podía hacer, o al menos eso era lo que le gustaba pensar. En cuestiones emocionales, todo se torcía, haciendo que el simple hecho de enfrentar a Arnold, como su compañero de trabajo, le resultase desconcertante e impensable.

Aún en la comodidad de su casa, desparramada en su sofá de terciopelo favorito, y con un buen libro en mano, su mente no dejaba de vagar por pensamientos cada vez más deprimentes en respecto a su nueva situación y su nuevo compañero, y esto le frustraba porque, a decir verdad, era su libro favorito.

Resopló resignada, cerrando el libro de golpe y colocándolo en la mesita de noche.

Era evidente que no podía hacer nada para dejar de pensar en Arnold Shortman como su nuevo huésped de oficina. Es probable que la vieja Helga G. Pataki habría ideado un plan elaborado a la perfección, con todo y guías. Sin embargo, ella no estaba del todo interesada en ello. Solo quería ver una forma de deshacerse de él sin ella misma verse perjudicada, pero ¿cómo? ¿cómo hacer para convencer a su jefe a que saque a ese hombre?

Bueno, tenía que aclarar un par de cosas: lo primero es que ella no desea que Arnold sea despedido, ella no se va a meter con el sustento de otras personas. Lo único que quería era que saliera de su oficina. Lo segundo, es que, contra todo pronóstico, Helga siente hacia él un extraño sentimiento de tristeza, pero no amor. Y es extraño porque, el sentimiento que había tenido hace bastante tiempo hacia él, la habría hecho saltar de alegría por compartir momentos juntos, o entrometerse en su vida con una falsa creencia de que ella podría resolverla, cuando eso era infantil e imposible.

Suspiró con tristeza, lo que le contó Phoebe esa misma tarde la dejó sin palabras, y ella de verdad sentía pena por lo que había tenido que soportar, porque no se lo merecía en cierto modo, pero no había nada que ella pudiera hacer por él. Además, sus problemas no eran una justificación para tratar mal a las personas, nadie mejor que ella lo sabía. Solo esperaba no perder la cordura antes de que acabase el año, eso sí que sería desastroso. Además, aun no quería entrar en el radar de Jack, no quería ser débil con respecto a Arnold. La sola idea de que todos sus esfuerzos y sacrificios por superar a Arnold fueran botados a la basura en un lunes por la mañana casi la hacía desmayarse.

Se levantó con pereza del sofá, y posteriormente se dirigió a la ducha, Necesitaba despejarse por un momento, y aunque sabía que una simple ducha no le ayudaría a callar sus preocupados pensamientos, necesitaba relajarse. Ya una vez que salió, mientras se secaba el cabello con una toalla blanca, y gotas de agua cayéndole en su pijama, no pudo evitar pensar que, a pesar de todo, Arnold seguía siendo un suertudo.

Eso se lo dijo su casa silenciosa. Donde su único acompañante, era el sonido del refrigerador al andar.

...

Helga tenía el espíritu renovado: había saltado de la cama a su armario para vestirse con algo profesional e intimidante, comió un poco de cereal con leche, y reordenó y volvió a reordenar los planes que tenía para ese día. Se sentía entusiasmada (sólo un poco preocupada por su salud mental), este día no saldría huyendo como una cobarde de su oficina.

Cuando llegó al edificio Bestsellers estacionó su moto en el estacionamiento principal, entró en el edificio, sus pasos eran firmes, tenía la espalda erguida y una sonrisa, que, si la mirabas demasiado tiempo, te daría escalofríos. Las personas al verla (como era costumbre) agachaban la cabeza y salían huyendo de su camino. Todos excepto uno

En Busca de una Familia (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora