Capítulo 31

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Había muchas hipótesis que cruzaban por su mente en ese momento. No sabía por qué se había puesto tan misterioso de repente, Helga tenía la certeza de que todo estaba hablado ya y no tendrían nada mas que decir. Lo cierto era que cuando la llevó a ese lugar apartado en la terraza, con las mejillas sonrojadas por el frío y esa mirada de determinación, supo que Arnold no había acabado de hablar. 

―Tenemos una conversación pendiente. ― La manera de fruncir el ceño y mirarla con esos ojos verdes centellantes le hizo sentir cierta desconfianza. Técnicamente no había nada de qué hablar que ella sepa. Sin embargo, lo dejó que continuase. Sentía curiosidad al verlo tan serio, relamiéndose los labios con nerviosismo y mirar a todos lados menos a su rostro.

―¿Qué conversación? ― trató de que la curiosidad no se filtrara por su voz, y su tono era mas bien desinteresado. Arnold carraspeó un poco

―Sobre la disculpa ― le aclaró. Helga entrecerró los ojos y tensó la mandíbula, sintió todas sus defensas dispararse.

―Ya todo está hablado. ― le contestó seca. Recordó de repente que su faceta de apodos había terminado. Descubrió que el silencio puede ser más hiriente que un apodo infantil, que la frialdad puede ser el arma mas certera.

No es como que ella fuera rencorosa. Simplemente el dolor que sentía cuando recordaba el pasado, o con ciertas actitudes la hacían recordar, se abría esa profunda herida sangrante. Entonces cuando él le pidió que lo olvidara... aún seguía dolida, y ese tipo de dolor no se borra con solo pedir perdón. Helga no era un animalito al que, si pateas, te seguirá queriendo de todos modos. En todo caso, ella hubiese preferido que la pateara en vez de soportar esto.

―No quiero tener esta conversación. ― para ser sincera, Helga pensó que lo había olvidado, que ese episodio en su oficina no había pasado y que todo seguía como antes.

Pero Arnold se negaba olvidarlo todo, y se preguntó por un momento qué sucedía en su cabeza extraña en estos momentos, por qué actuaba como actuaba, por qué había dicho eso en la feria del queso y después le pidió perdón. No lo entendía, Arnold era un enigma para ella. Por primera vez, Arnold era todo un misterio. Pero ella no tenía la necesidad de resolverlo.

Los ojos de el rubio se suavizaron un poco, como si entendiera lo que pasaba por su cabeza, lo cierto era que no tenía ni idea. Dio un paso hacia ella y la miró con calma.

―No me disculpé como era debido. ― le dijo. Dio otro paso hacia ella y Helga retrocedió por instinto. Se maldijo por sentirse tan débil ante ese hombre. Estaba entreteniéndose pensando en cuanta distancia había entre la puerta y ella, cuando en un movimiento rápido Arnold atrapó sus manos. Abrió los ojos con sorpresa. La intensidad de sus ojos verdes y la cercanía la empezaron a poner nerviosa, incluso se le sonrojaron las mejillas y maldijo también a sus mejillas por ser tan débiles.

―Te pido perdón por todo lo que te hice en el pasado, por lo que te he hecho en estos meses y por lo que seguro te haré en el futuro. Porque soy humano, un humano débil que se tropieza antes de siquiera andar. No te exijo que me perdones, porque eso sería injusto y algo egocéntrico de mi parte. Solo quería hacer las cosas bien, y decirlas. A partir de ahora, lo que hagas o sientas hacia mi... lo dejo en tu criterio. Pero ya no pienso darte motivos para odiarme. ― Helga solo lo pudo observar. Con el corazón retumbándole en los oídos y la boca entre abierta. ¿Qué estaba pasando? Se preguntó finalmente cuando no tenía ni idea de qué pensar.

Una parte de ella, esa herida sangrante aulló en respuesta, el dolor se hizo presente y ganó fuerza a través de ese torbellino de emociones contradictorias. ¿Sería demasiado mala si aún después de esa disculpa tan sincera no lo perdonaba?

En Busca de una Familia (Corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora