Capítulo 9

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¿Celos?

Tener amigos es algo muy difícil de conseguir, hasta hoy pensé que lo tenía, que lo había conseguido y que podía confiar en esa persona, pero toda esa fantasía se desmoronó en instantes; que alguien me mienta es algo que no puedo tolerar más aún si he permanecido sola por mucho tiempo por la misma razón. 

Tal vez, lo estoy tomando muy en serio, sin embargo, el sentimiento de enfado sigue  contaminando cada pensamiento, trato de excusar su mentira, pero por el momento es algo complicado. Me miro al espejo y veo a una persona totalmente diferente a la que era. De cierto modo he cambiado y aunque me cueste decirlo ese chico se ha convertido en alguien especial para mi. 

He dicho a Isabel que comería en mi habitación, no quería que ella supiera mi estado de ánimo porque me empezaría a abordar de preguntas y lo que menos quería era preocuparla. Intenté comer un poco de la comida de mamá y luego de haber perdido en el intento opté por ir a dejar los platos a la cocina. 

—Buenas tardes señora Isabel ¿Se encuentra Dana? —Al escuchar la voz de Evans corrí de nuevo a mi dormitorio. 

Cerré la puerta casi silenciosamente para no dar señales de mi presencia. Dejé los platos sobre el escritorio y me acosté en mi cama de un salto. No pasaron ni dos minutos cuando mi mamá tocó a mi puerta.

 —Hija llegó nuestro vecino a visitarte ¿Puedo pasar? 

No respondí porque quería que entendiera que estaba dormida, pero siguió insistiendo hasta que finalmente abrió la puerta y la escuché pasar junto con el cretino. 

 —Dana deberías contestar de inmediato cuando te... Llamo... — Se detuvo — No puedo creer que se haya quedado dormida.   

 —No se preocupe señora debió ser cansado para ella salir del hospital.

—Lo siento Evans, pero me temo que tendrás que venir en otro momento — Le aconsejó mi madre. Gracias al cielo ella hizo lo correcto.

—Si me permite unos segundos, quería entregarle algo así que me encargaré de dejárselo y luego me retiraré de inmediato. 

Mi madre lo pensó un poco y puedo decirlo con certeza porque no dijo nada por unos segundos, pero como era de esperarse ella finalmente cedió ante el pedido del idiota de mi vecino.

—Bueno... no hay problema después de todo te llevas de maravilla con Dana, solo no te demores ¿De acuerdo? — Y así tan rápido como el viento ella desapareció, yo por mi parte seguía con mi actuación de la Bella durmiente. 

Evans dio algunos pasos alrededor de mi habitación. Escuché que se acercaba a mi escritorio y luego se quedó quieto de pie frente a mi cama.

—Dana sé que estás despierta y que estás muy enojada conmigo. Creerás que te he mentido y no te culpo, tal vez tengas razón, pero en verdad hay cosas que no puedo contarte, no todavía. Solo pido que no me ignores, porque eso me hace sentir miserable. No quiero perder a la Dana que ha llegado a mi vida— La frustración se notaba en sus palabras— Te estaré esperando. No faltes.

Minutos después ya no escuché nada, abrí mis ojos y vi la puerta abierta. Evans se había marchado. 

Me levanté de inmediato y comencé a soltar todo mi enojo caminando por todos lados insultando mentalmente a todos los demonios y a lanzar pequeños gritos—¿Qué se cree ese bastardo? Es tan fácil para él venir aquí y decir un poco de estupideces. Lo odio. 

Agarré mi celular y lo encendí sin chistar. Rápidamente las notificaciones de llamadas perdidas y mensajes no se hicieron esperar, obviamente todas con un solo nombre "Cretino". Los mensajes que leí tenían la misma intención, contestarle, pero hubo uno en particular que me llamó la atención.

"Por favor revisa lo que dejé sobre tu escritorio"

Hice caso al mensaje y vi que sobre dicho lugar se alojaba una pequeña caja rosada acompañada de una tarjeta que tenía mi nombre. Tomé la tarjeta y lo que tenía escrito era una invitación a la única cafetería cercana a mi casa, la cita era a las siete de la noche y el posdata decía que me esperaría sin importar cuanto tarde. Dentro de la caja encontré un collar con un hermoso cuarzo rosado en forma de corazón. 

El detalle era bonito, y más que eso el cuarzo en color rosa era una de mis piedras favoritas. Me pregunté cómo sabía ese dato, no obstante lo dejé pasar. Ahora lo más importante aquí era si iba o no a la cita. 

Lo pensé varias veces y finalmente tomé una decisión. 

No quería verlo, y estaba segura de que no tambalearía de mi determinación. Habían pasado más de tres horas desde que se había ido de mi casa, quedando una diferencia de cinco minutos para la hora citada. 

Abrí mi armario, cogí el primer abrigo que encontré y bajé las escaleras rumbo a la salida. 

—Mamá saldré por un momento, enseguida estaré de regreso. 

No esperé a que Isabel me detuviera y sin más obstáculos agarré mis llaves, y me marché. 

Cómo era de esperarse Evans estaba sentado en la parte de afuera en una de las mesitas de la cafetería y en cuanto me vio se puso de pie para que yo lo visualice desde mi posición. Me acerqué lentamente y antes de que él pudiera saludarme recibí una llamada de un número desconocido, dudé ante la situación telefónica, pero pensando que era del hospital acepté la llamada. 

— ¿Hola?  

— Es un gusto saludarte Dana— Decía una voz extrañamente conocida del otro lado de la linea. 

— ¿Quién habla?

— El chico del Hospital.

— ¿Mike? ¿Eres tu?

La sonrisa que se había dibujado en el rostro de Evans se desvaneció en un momento y sin pensarlo dos veces capturó mi celular y cortó la llamada. 

— ¿Quién es ese tal Mike? 

— Eso no debe importarte— Respondí furiosa. 

— Claro que me importa ¿Dónde conociste a ese sujeto? ¿Cuál es su apellido? 

— No lo sé, lo conocí en el hospital. No debería importante tanto, son asuntos míos.

Él estaba realmente enojado y yo no sabía el por qué— Estoy celoso, no lo ves— Se cubrió su rostro y se sentó. 

Afortunadamente no había nadie más aparte de nosotros. Pero me sentía culpable, tonta e ingenua por lo que respondí—Eres un osado. Idiota Evans...

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