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Pov Jimin

Desde que tengo memoria, vengo a la iglesia con mis padres. Todos los domingos eran como una tortura para mí, únicamente yo era el que despreciaba este teatro. Mi hermano menor, por su edad, simplemente disfrutaba de mi compañía y la de nuestros padres que eran puramente religiosos, lógicamente yo no quería tener que formar de este mundo tan hipócrita.

Bufé molesto, mi madre me había obligado a ayudar en la Iglesia en la semana, diciendo que yo no estaba lo suficientemente cerca de "Dios". Yo no era alguien para juzgar sus creencias, ella solo se preocupa por mí y eso lo valoro de la forma que sea.

Hace un año más o menos había terminado mis estudios de preparatoria y mis padres insistieron en que perdería mi tiempo en la universidad, dijeron que mi tiempo era para Dios ya que él mismo me lo había cedido. No me quejaría, limpiar algunos artilugios en este "Santuario", o lo que sea, no sería un problema para mí si no tenía que estudiar en la universidad. Fingir el rezar con devoción en la Iglesia las veces que mis padres creyeran necesarias era suficiente para tener algunos días para divertirme con mis amigos en las noches.

— ¿Cómo te recibe el señor hoy, joven Park? — Habló una voz peculiarmente desagradable para mí, se trataba del cura de la Iglesia o como le digan.

No le respondí, solo me dediqué a seguir fregando el banco de madera sin voltear a mirarle. — ¿Qué sucede joven? ¿No piensa responder ante mi humilde saludo?

Su voz era tan molesta para mis oídos. Resoplé y emblanquecieron mis ojos justo antes de voltear a ver a aquel hombre con una sonrisa lo más realista posible sin expresar en su totalidad mi asco hacía su persona.

— El señor me recibe con alegría, padre — Respondí con el semblante tan falsamente forzado a una sonrisa como su intención de saludarme.

— Que bien Park, en la noche me hará falta su ayuda en la oficina — Comentó colando sus gruesos dedos en mi rubia cabellera. Sentí ganas de vomitar ante el gesto pero no borré aquella sonrisa que me mantenía fuerte, por lo menos ante él, de cualquier forma sabía que no tenía opción ante su muy forzada orden de mantenerme con él esta noche en su estudio lleno de velas y crucifijos.

Asentí con la cabeza y se alejó. Chasqueo la lengua, suspiro inflando los cachetes y arrugo la nariz cerrando mis ojos con fuerza sacudiendo mi cabello. Sentí ganas de llorar y luego furia recorrerme, impotencia.

— Maldito asqueroso — Susurré para mí mismo, a veces insultarlo me ayudaba a relajarme y no sentirme tan miserable y débil.

Lancé la esponja al suelo descargando un poco toda mi frustración. Mantuve mi vista fija en el desparrame de jabón y espuma que esta había expulsado al compactar de manera violenta contra el mármol liso. En medio de un suspiro resignado me agaché recogiendo la esponja del suelo, iba a terminar de limpiar, fuese o no para la Iglesia, la gente del vecindario que la concurría no merecía ser afectada por mis berrinches y la rabia que sentía. Terminé de limpiar aquel banco de madera que se utilizaba para el confesionario.

~ �~

Fui a casa a asegurarme de que mi hermano se encontrara bien, sano y salvo. Él es tan parecido a mí en cuanto a rasgos y me hace recordar lo bueno de mi corta infancia.

— ¡Hermano! — Exclamó corriendo hacia mí. Menos mal había regresado ileso de la escuela, me hizo sonreír nada más su voz chillona emocionada por verme. Sonreí acariciando sus cabellos, desordenándolos mientras recibía su gentil abrazo.

— ¿Cómo te fue en la escuela? — Pregunté apenas levantó su rostro para verme, noté lo sonrojado de sus mejillas y lo sudoroso que se encontraba, de seguro porque hoy era su día de educación física.

ANTE MIS OJOS ERES UN ÁNGEL⠀•⠀Yoonmin⠀[ +21 ]⠀ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora