Capítulo III.
"Resignación"
Canción: "All that I've got" by The Used
Las piezas encajaban. Las palabras del doctor, los conocimientos médicos que tenía a pesar de mi edad, se acoplaban perfectamente formando el oscuro puzzle de mi existencia.
Nadie decía nada. No, no estaba preparado para aquello. Y creo que ninguna persona podría estarlo.
-Mucho me temo que has perdido la visión, Just -musitó el médico y mamá soltó un gemido lastimero. Supe que estaba llorando cuando una lágrima suya aterrizó en mi mano.
No sabía qué decir, me negaba en redondo a aquello, no podía quedar ciego.
El dolor en mi cabeza se intensificó como si me la estuvieran taladrando, me la agarré como pude con ambas manos pero el dolor no disminuía. Era una completa confusión, escuchaba los latidos de mi corazón a ritmo con la máquina a mi lado y su pitido exasperante entremezclado con los lamentos de mamá y los llamados del doctor a una mujer. Lo siguiente fue borroso, ya no escuchaba nada con claridad hasta que fácilmente todo se cubrió de silencio y negro, el único color que vería desde entonces.
Me encontraba corriendo hacia algún lado y hacia alguna dirección, sabía que era yo aunque no podía verme; también sabía que era inútil intentar divisar algo, cualquier cosa era igual a otra, en medio de toda la negrura que me rodeaba.
Tropezaba a menudo, a cada medio centímetro había algo que me hacía caer al suelo. Volvía a levantarme sólo para volver a caer, era patético. Un maldito inútil, precisamente. Tropecé de nuevo luego de levantarme por enésima vez, busqué bajo mis pies qué era lo que me había echo encontrar tan estruendosamente con el piso, lo tomé entre mis manos. Era un objeto alargado, pesado, lo recorrí cautelosamente con los dedos y sentí que la piel se me abría donde la hoja pasaba. Era un cuchillo, un filoso cuchillo. Pensé por un segundo que entre mis manos tenía la solución a mis problemas y a los que estaba causando a mi familia con mi estúpida invalidez, lo tomé del mango y lo levanté hasta lo que supuse era mi pecho...
-¿Y dices que quedó ciego? -sonó la voz de una mujer en murmullo lejano.
-Sí, tiene mi edad -afirmó otra voz distinta.
-Es una pena, ¿ves la paz que tiene cuando duerme? Parece como...
-...un ángel -completó la otra-. Espera, creo que es hora... Señor Bieber, despierte. Le traje su desayuno -escuché a lo lejos antes de volver a la realidad.
No tenía idea de cuánto tiempo había dormido, pero me hubiera gustado seguir soñando con aquella ilusión que claramente era más alentadora que la realidad, al menos podía moverme y al menos era un tanto más valiente que lo que era en verdad.
Cada mañana, una enfermera acudía a mi cuarto para llevarme el desayuno, a veces me lo daba 'ella', -una mujer delicada y con suave aroma a jazmín-, otras, lo hacía mamá, según ella: recordando viejos tiempos, los tiempos en los que yo tenía menos de un año y era incapaz de alimentarme por mí mismo.
Ni Alice ni papá habían aparecido en toda una semana, me preocupé muchísimo, pero luego caí en cuenta ¿Quién podía querer estar al lado de un inútil como yo? Sólo mamá. De vez en cuando iban de visita mis amigos, pero al ver que no tenía ánimo de mucho, salían enseguida, y no los culpaba. El Justin Bieber que conocían había muerto en aquel choque de autos. Lo que estaba postrado en esta cama sólo eran los despojos de la persona que habían conocido.
En una semana casi no había pronunciada palabra, más que los "gracias" por simple educación a la mujer que me llevaba el desayuno y que tan obedientemente se dedicaba a dármelo en la boca como si fuera un niño y a cambiarme las gasas cada mañana, o los "buenos días" a mamá que cada vez la escuchaba peor.
Escuchar era todo que podía limitarme a hacer, era verdad que mi oído se había potenciado tanto a la falta de otro sentido, que, incluso podía escuchar las conversaciones del otro lado de la puerta y eso que tenía la impresión de que aquel cuarto era bastante grande para mí solo.
Pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo. En la única vez en la que había intercambiado más de dos palabras con la enfermera había sido para decirle:
-Me siento mejor durmiendo, es la única forma que tengo al alcance para escapar de la estúpida realidad.
Por lo que accedió a sedarme, bajo el consentimiento del doctor.
Aquello se estaba tornando demasiado horrible cuando estaba despierto.
Escuchar a mamá llorando en silencio, o al menos eso creía ella, ya que yo podía escucharla; la enfermera acudiendo a cada momento preguntando si necesitaba algo, el doctor revisando las máquinas y cuchicheando con su ayudante acerca de lo que veía... Todo en su conjunto, me enervaba.
-Buenos días, Justin -me saludó el doctor a mi lado una mañana, según mamá, de jueves -. ¿Cómo amaneciste?
Resoplé.
-Maravillosamente -dije con sarcasmo.
-¡Qué bien! -musitó distraído el médico -. Porque abandonarás el hospital dentro de un rato.
-Ah -fue todo lo que respondí.
No podía ponerme feliz por algo así. Hasta ahora no era del todo un estorbo, hasta entonces sólo molestaba a un médico y a una enfermera... pero cuando anduviera haciendo nada por la casa...
-Enviaré a llamar a la enfermera que te acompañará -dijo cuando pensé que ya se había ido y salió cerrando la puerta con un sonido sordo.
Ok, eso era pasarse de la raya. ¡Además molestaría a una pobre mujer! ¡Era una plaga! ¡Una molestia con la que nadie debería tener que cargar!
Esperé a que mamá terminara de firmar los papeles para mi salida. Me concentré en no pensar en lo que me esperaba y, en su lugar, me dediqué a escuchar los sonidos que me rodeaban y a los que no le había prestado demasiada atención.
Al parecer había una ventana cerca de mi cama, podía oír el canto de los pájaros afuera.
Del otro lado de la puerta era casi completo silencio, la sala de espera quizás, el silencio era quebrado sólo por el sonido de un teléfono que sonaba bajo de vez en cuando y unas voces que se mezclaban tanto que no podía descifrar ninguna palabra.
La puerta se abrió de repente, sacándome de mi sondeo.
-¿Quién es? -la pregunta se repetía más seguido cada vez.
-Soy la enfermera -avisó la mujer cuya voz ya me parecía familiar -. Vine con unos hombres para ayudarlo a cambiar.
-Ok -accedí. Como el inútil que era, debía suponer que no podría calzarme mis propias ropas.
De manera sorprendente y, sobre todo, con mucha paciencia la enfermera ayudó a desvestirme y a ponerme mis prendas, haciendo que me sentara o me pusiera de pie de vez en cuando.
Me habían sacado las molestosas vendas hacía un par de días y reemplazado por uno de mis lentes de sol, sólo por estética, ya que no quería que los demás me vieran con los ojos perdidos, inútiles como estaban.
Luego, los hombres que acompañaban a la enfermera, me alzaron de la cama y me sentaron en una silla de ruedas. Otra de mis nuevas compañeras. Me invadieron las ganas de salir corriendo, para liberar a mamá de tener que cargar conmigo lo que quedaba de mi vida, era sólo un cuerpo inerte. Si antes pensaba que no vivía ¿Qué era esto?
-¿Tú eres la que va a ayudar a mi hijo en casa? -preguntó mamá a la mujer que empujaba mi silla hacia la salida.
-Sí, señora -respondió la aludida educadamente -. Fui asignada por el doctor... especialmente.
-Pues, te necesitaré a menudo... las cosas en casa no están del todo bien... y... bueno, te necesitaré mucho tiempo. Just te necesitará. Incluso he acondicionado una de las habitaciones de casa para que no tengas que movilizarte de la tuya... claro, si lo prefieres.
-Claro que sí, señora. Muchas gracias.
-Y ¿Cómo te llamas? -quiso saber mamá, yo seguía la conversación de forma ausente, pensando en las musarañas.
-______.
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Luz de medianoche.
RomanceLa vida es dura, te quita todo hasta que la escuchas reír maquiavélicamente en tu cabeza, disfrutando de tu dolor. La vida es injusta, difícil, cruel y vacía… lo es cuando una oscuridad te cubre de pies a cabeza expandiéndose a todo cuanto mundo exi...