"Yo...yo..."

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Capítulo XX.

"Yo... yo..."

-Gracias -dije cuando ella empezó a desenrollar mi torpe vendaje. Sin duda, la enfermería no era lo mío, mis conocimientos médicos eran meramente teóricos y no abarcaban aún esta rama. Y pensar que habría podido ser médico...

-No es nada, Just -replicó ella.

-No -insistí-. Gracias por todo. No tienes idea de lo mucho que has hecho por mí, no exagero cuando digo que mi vida no hubiera sido la misma sin ti, eras como... la luz de mi medianoche, y... lamento no haberlo dicho cuando te despediste.

-No te preocupes.

-Gracias por el libro también, eso te habrá costado dinero -agregué.

Había tantas cosas que me había dado y yo sólo la había tratado mal al principio para luego ignorarla y al final, cometiendo el peor de los errores, enamorarme de ella.

-La verdad es que no me salió un solo centavo, prácticamente lo hice todo yo -contó mientras sentía que la quemadura en mi mano ardía con la caricia de un algodón empapado en alguna solución -. Lo único que no hice fue colocarle el espiral, pero fui yo quien escribió los versos. Mi tío me prestó su máquina, así que es totalmente artesanal -si no fuera porque era el más feliz del hospital hubiera llorado.

-Gracias otra vez, entonces.

-Y dime... ¿cómo está Pattie? -quiso saber -, estaba pensando visitarla en la librería, ¿aún trabaja allí?

-Sí, aún trabaja allí. Instaló una sección de libros en Braille la semana pasada y le está yendo muy bien. Creo que yo mismo voy a comprármelos todos -reí, después de mucho tiempo.

-Eso es genial.

Me hundí en una detallada descripción de lo que era mi vida hasta entonces, no es que hubiera mucho que contar, pero ella parecía querer conocerlo todo como si mi existencia fuera lo más interesante del mundo.

Claro, omití los detalles como que me dormía llorando si la recordaba o que estaba quebrando mi intento de olvidarla al ir a visitarla, y que por cierto no estaba funcionando nada bien. Mi corazón seguía estremeciéndose con sólo recordarla a pesar de que haya pasado un mes sin sentirla.

Eso no era algo de lo que pudiera contar, no me imaginaba metiendo en una conversación con ella la frase: '¿Sabes? Estoy intentando olvidarte porque me di cuenta que estoy condenadamente enamorado de ti, ¿tienes idea de lo que puedo hacer para lograrlo? Algún medicamento...'

Casi reí de lo estúpido que sonaría, y era en ese momento cuando la perdía para siempre olvidándome de inmediato de siquiera aspirar a un título de 'amigo de ________'.

Guardamos silencio mientras ella trabajaba con mi mano. El aroma a jazmín que tanto había añorado estaba allí, flotando en el aire por sobre los demás aromas característicos de un hospital y haciendo que estar junto a ella me recordara los días en los que ella cuidaba de mí, la suavidad de su toque también estaba allí, acariciando la piel de mi mano con profesionalismo. Ojalá yo hubiera podido mantenerme tan tranquilo si estuviera en su lugar, si yo hubiera tenido el privilegio de protegerla de algo, de cualquier cosa, de curar sus heridas...

De nuevo me invadieron las ganas de abrazarla, de... besarla, porque era simplemente ________ y estaba allí otra vez, frente a mí, a pocos centímetros, pero no debía echarlo todo a perder, no teniéndola de nuevo.

-Just... -interrumpió mis cavilaciones-. ¿De verdad viniste a un control? Digo... no es que desconfíe de tu palabra pero... es extraño que hayas venido después de tanto tiempo -pronunció mientras apretaba la venda de mi mano, terminándola.

Acorralado. Estaba acorralado.

Mi cabeza pensaba a mil kilómetros por hora en una mentira que sonara lo suficientemente creíble como para que ella no se diera cuenta. Sin embargo, ____ de alguna forma, me había descubierto.

Suspiré resignado.

-Es verdad, me descubriste -acepté -. No tengo turno con el doctor Mayer.

-¿Entonces? Viniste para que te pusiera esta venda supongo.

Negué con la cabeza y un segundo después supe que debí afirmar eso antes que soltar la verdad. Era un estúpido.

-En realidad... vine a visitarte.

_______ guardó silencio y todo lo que pude oír fue el movimiento de algunas cosas dentro de una caja de cartón.

-No sabía si nos cruzaríamos alguna vez por la calle porque no salgo mucho... así que vine. Espero no te cause problemas -agregué y temí haber hablado de más.

____ seguía en silencio y la tensión seguía en mi cuerpo.

¿Qué demonios había dicho?

Suspiró mientras apretaba suavemente mi mano vendada entre la suya, que no había soltado en ningún momento y me daba un poco de tranquilidad, sólo un poco.

-¿Qué pasa? -pregunté levantando la mano que ella no tenía presionada, la tomó y la puso sobre su mejilla.

Un temblor me recorrió desde la palma, por el antebrazo, el codo y el hombro, descendiendo hasta posicionarse en mi pecho.

-Justin... -susurró en un tono extraño-, ¿me creerías si te dijera que te eché mucho de menos? -dijo y otra vez quise llorar... de alegría.

-Claro que lo creería -dije intentando que la voz no se me quebrara -, ¿y si te dijera que yo también te eché de menos?

________ rió por lo bajo y necesité de todo mi control para no estrecharla entre mis brazos. Mas ella me ganó de mano y cruzó sus brazos por mi cuello en un abrazo que venía deseando desde el día que ella dejó mi casa.

La estreché con fuerza contra mi pecho sin ganas de soltarla jamás, como si así lograra que me quisiera sólo un poco de lo que yo la quería a ella.

Apoyé mi nariz en su hombro llenándome de su esencia floral y conteniéndome las ganas de besarla, de llegar más allá, de decirle todo sin que nada más importe.

Y así, entre mis brazos, sentí por una milésima de segundo que, tal vez y con toda la suerte del mundo de mi lado, sí sintiera algo por mí que no fuera lástima.

-¿Estás bien, ____? -le pregunté buscando su rostro con mi mano cuando nos separamos. Ella pronto la tomó y me dio un beso en la palma.

¿Cómo hacía eso? ¿Por qué? ¿Qué pasaba con ella?

-Sí, sólo que... -susurró y soltó una risita entre dientes que sonó demasiado amarga -. No pensé que me pasaría esto otra vez.

-Pasar, ¿qué? -quise saber confundido.

Ella volvió a guardar silencio y los latidos de mi corazón se aceleraron a la par de los de ella... como si supieran qué pasaba.

No podía entender porqué ella estaba nerviosa, es decir, yo lo estaba desde la noche anterior y que mi pecho sonara vergonzosamente estruendoso era por eso, pero ¿y ella? ¿Por qué dudaba?

-Yo... -comenzó presionando más mi mano sana en su mejilla que comenzaba a levantar temperatura.

Luz de medianoche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora