"Ilusión y realidad"

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Capítulo VII.

"Ilusión y realidad"

Canción: "Ojalá" by Axel

El sueño de esa noche fue diferente, aunque no menos doloroso. La oscuridad seguía siendo la protagonista, pero de en medio de ella podía divisar un rostro, la sonrisa blanca y angelical de mi, a estas alturas, ex novia. Era la imagen de Alice que venía a mi mente, con el tono exacto de marrón que coloreaba sus pupilas, su pelo rubio cayéndole sobre los hombros, su perfecta piel pincelada de durazno en las mejillas... siempre me había parecido la mujer más hermosa sobre la tierra, como una obra de algún pintor antiguo, tan perfecta que se me antojaba inalcanzable, y con un par de palabras ya me había robado el corazón.

Aquella adorable ilusión se desvanecía conforme me acercaba a ella, con pasos torpes a punto de volver a tropezar con cada medio metro recorrido, los bordes de su persona parecían ser atraídos a la negrura, haciendo que perdiera nitidez y ganando distancia entre nosotros. No sabría decir si era ella la que desaparecía o eran mis ojos los inútiles que no lograban verla con definición. Lo más probable era que el defecto estuviera en mí.

Pero, para mi sorpresa, a medida que la imagen desaparecía, un suave y delicado aroma floral llenaba mi pensamiento como si estuviera caminando por un jardín de jazmines y fresias. Supe que sonreí a pesar de que ya no podía ver el rostro de mi amada, de la única que me había decepcionado tanto, aún más que mi padre.

-¿Señor Bieber? -llamó una voz a lo lejos, sonreí ampliamente casi involuntariamente -. Señor Bieber, son las nueve, debe levantarse.

Y la cortina negra de mis sueños fue sustituida por la pesada cortina negra de mi realidad.

Era la enfermera quien me devolvía a ella, como siempre.

-Buenos días, señor -me saludó ella mientras yo me sentaba en la cama.

-Buen día -musité con escasa emoción.

-Su madre me informó acerca de sus horarios, espero no le moleste.

-¿Dónde está mamá? -pregunté ignorando su comentario mientras me desperezaba.

-La señora ha tenido que volver a la librería.

-Ah -susurré y dejé que mi asistente me manejara por toda la casa.

Estaba harto de sentirme tan basura, por lo que mantuve la boca cerrada para no tener que soltar un grito. Tal vez si además me quedara mudo, las cosas se me darían más fáciles.

El desayuno fue preparado por la misma mujer, que dicho y sea de paso no recordaba el nombre, como si fuera a dirigirme directamente a ella alguna vez. Su café tenía un ligero sabor a canela, sus tostadas eran crujientes por fuera y suaves por dentro, como me gustaban, y la jalea con la que las untó hubiera jurado que era casera, aunque no recordaba a mamá diciendo que la prepararía.

La experiencia con el desayuno fue más gratificante que la de la cena la noche anterior, sólo necesitaba una mano para tomar la taza y era todo cuanto podía usar en mi cuerpo sin que terminara con las piernas quemadas con café.

-¿Me puede llevar de nuevo a mi cuarto? -pedí cuando hube terminado.

-Claro, señor -aceptó ella y empezó a empujar la silla.

-Déjeme cerca de la ventana, quiero tomar un poco de aire.

-Ok -afirmó y de la nada sentí algo de peso sobre mis piernas.

Fruncí el ceño, confundido y lentamente tanteé con los dedos que se trataba de una manta doblada en varias partes.

-Es para que no pesque un resfriado - dijo la mujer.

Luz de medianoche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora