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El silencio en el cuarto no duró mucho tiempo, ya que yo tenía mucho que preguntar pero aprovechando que estaba en la onda de atormentarme con cosas sin remedio, lo mejor era que apuntara a otro tipo de tormento, uno que no implicara una separación definitiva de la mujer que amaba.

—¿Mamá? —llamé—. ¿Has logrado pagar la operación? ¿Ha habido algún problema con el dinero?

El asunto del dinero era una de las tantas cosas que rondaban mi mente todavía mareada después de dos días de anestesia, sedantes y sueño.

Mamá dejó de ordenar mis mantas en ese momento, sus manos se detuvieron bajo el colchón de mi cama. Sin embargo, lo que me llamó la atención fue que incluso ____ se tensó, lo pude sentir en la crispación de sus dedos entrelazados con los míos.

—¿Qué pasa? —quise saber—. ¿De nuevo con lo del silencio, mamá? Sabes que siento como si me hubiera vuelto sordo —de no haber tenido todo ese vendaje en el rostro hubiera fruncido el ceño para darle más fuerza al tono de voz.

—Creo que los dejaré solos —musitó _______ y escuché el susurro de las telas de su ropa cuando abandonó el asiento a mi lado.

—¡No! —prácticamente grité —. Quédate, por favor.

—Volveré enseguida, amor —me tranquilizó, aunque en su voz podía detectar alguna nota de presión —. Iré a buscar a los chicos, han estado sin dormir desde la operación y no me sorprendería encontrarlos derrumbados contra alguna pared —intentó bromear, pero aquella emoción desconocida seguía agudizando su voz.

—Ok —acepté tirando de su mano.

Ella interpretó la necesidad que me embargaba en ese momento, quizás porque ella misma lo necesitaba y se inclinó para unir nuestros labios en un beso corto pero intenso.

¡Ah, gracias al cielo no me sentiría privado de sus besos!

—Regreso en un momento —murmuró con su frente apoyada suavemente en la mía y me dejó a solas con mamá.

Esperé a que comenzara a hablar… no lo hacía y eso no me gustaba. Nada bueno solía venir luego del silencio.

—Deberías dormir, hijo, son las cinco de la madrugada —dijo finalmente intentando salirse por la tangente.

—He estado durmiendo por dos días, mamá, no estoy cansado —musité a medio enfadar.

La segunda parte era pura mentira. Lo cierto era que me dolía la cabeza y sentía entumecido gran parte del cuerpo, pero necesitaba saber qué había pasado con el dinero y sobre todo el porqué mamá no respondía a algo que se suponía estaba listo.

—¿Mamá? No has respondido a mi pregunta —le reprendí, no solía usar el tono de reprobación con ella. En realidad, no solía usar el tono de reprobación con nadie.

Mamá suspiró.

—Ok, te contaré. El doctor accedió muy amablemente a dividir el dinero en dos cuotas. La primera la había pagado antes de Navidad sin ningún problema. Luego vi el celular y decidí comprártelo creyendo que el dinero alcanzaría para ambas cosas… bueno, no fue así…

—Te dije que lo del celular no era buena idea —reprendí.

—…El plazo se terminaba —continuó ella ignorándome olímpicamente—, y debía pagar el monto restante lo antes posible, antes incluso que despertaras… no fue nada agradable pedirle prestado dinero a tus tías que nunca te regalaron ni una moneda. Y como sabrás, ninguna de ellas estaban disponibles, unas estaban viajando y otras eran imposibles de localizar… y yo ya no sabía qué hacer —calló de repente por lo que supe que ahora se venía lo complicado—. El caso es que la operación ya está saldada, así que no tienes de qué preocuparte —dijo finalmente muy rápido.

Luz de medianoche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora