Capítulo 7.

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Los siguientes dos días fueron aburridos, bueno, todo lo aburrido que pueda resultar intentar sobrevivir en Osadía. Más bien fueron monótonos, casi rutinarios. Por la mañana entrenábamos con cuchillos o con armas y las tardes las dedicábamos a combates cuerpo a cuerpo. Sinceramente, había notado una buena mejoría gracias a Eric, quien había acabado teniendo razón después de todo. Sin embargo, también es cierto que jamás me había dolido el cuerpo tanto como hasta ahora.

Durante las peleas de esos días había perdido contra Will, pero ganado contra Molly, lo cual era sin duda un gran logro. La cara de rabia de la chica cuando despertó después de haberla noqueado fue algo que siempre recordaré con gran alegría.

El primer día, ese en el que había perdido contra Will, Peter hirió gravemente a Tris durante uno de los combates. Tuvieron que llevarla inconsciente hasta la enfermería y tardó casi medio día en despertar. El estado en el que yo había terminado contra Peter era la mitad de horrible de cómo había terminado Tris. ¿Pero qué más podíamos hacer? Por muchas ganas que tuviese de devolvérsela a Peter por todo lo que nos ha hecho a mí y a los demás, no podía. O más bien no debía.

Por suerte, el segundo día, Edward fue el que se enfrentó a Peter en los combates y le propinó una buena paliza que terminó con más de una sonrisa entre los iniciados observadores. Debo de admitir que fue un combate reñido y que Edward también se llevó fuertes golpes, pero desde que Peter cayó al suelo coronando a Edward como ganador, mi sonrisa no había desaparecido ni un instante.

-¿Tanto te duele? – le pregunto a Peter en cuanto entro a los dormitorios y le veo al lado de su cama sin camiseta, observándose el abdomen. El chico me fulmina con la mirada y se coloca la camiseta hecha una bola sobre el estómago, como si así quisiera evitar que le viese la cantidad de moratones de colores verdes y grisáceos que tenía en esa zona. – Una pena.

-¿Por qué no me enseñas cómo llevas tus costillas? – inquiere mezquinamente. – Eso o lo que sea que creas esconder bajo la camiseta. Sinceramente no creo que haya nada para admirar. – añade con una mueca.

Lejos de molestarme, me rio. He aprendido que esa es la mejor forma de enfurecerlo; mucho más efectiva que devolviéndole las palabras o provocando una pelea.

-Tranquilo, sé que te mueres por volver a ver mis bonitas curvas. – comento, burlesca, recordando el incidente de la ducha. – Lo siento, pero no lo conseguirás.

Sigo avanzando hacia los baños, pero no obtengo respuesta alguna. Minutos después escucho pasos alejándose e intuyo que Peter se ha largado de los dormitorios. Suspiro y me coloco frente al espejo, abro el grifo y me mojo el rostro con agua fría para después secarme con las mangas de la camiseta. Curiosa, levanto mi camiseta hasta el pecho y miro el reflejo en el espejo; tal vez siga teniendo bonitas curvas, pero mi cuerpo en sí está hecho un estropicio, lleno de colores morados, verdes y grisáceos que se alternan de más claros a más oscuros.

Me bajo la camiseta de nuevo y esta vez hago contacto visual con mi propio reflejo. Un pómulo morado, la sien contraria del mismo color, un corte casi cerrado en el labio y rastros de sangre en la nariz. Bajo por unos instantes la vista a mis nudillos y los veo con las mismas gamas de colores y con pequeñas heridas y quemaduras de golpear el saco. De todas formas, hace ya días que he dejado de sentirlos.

-Si mi yo de hace una semana me viera ahora seguro que no elegía Osadía. – bromeo a pesar de saber que nadie más escuchará mi comentario jocoso.

Vuelvo a mirarme una vez más en el espejo y me percato de que mis ojos, que siempre han sido claros, ahora incluso lo parecen más debido a la mezcla entre ojeras y moratones que hay bajo ellos. Lo curioso de todo es que no me arrepiento; estoy orgullosa de estar aquí y de tener todas estas marcas en la piel. Me recuerdan que soy fuerte, que puedo seguir adelante a pesar de todo.

One choice | Peter HayesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora