One choice | Peter Hayes

Capítulo 11.

Estoy acostada en la cama después de que Cuatro apague las luces de los dormitorios y nos mande a dormir como todos los días. Sin embargo, esta noche es diferente, lo sé. Mis ojos abiertos miran hacia el techo mientras decenas de pensamientos pasan por mi mente al mismo tiempo. Ese beso... ese beso no sale de mi cabeza.

Desde que Peter me había besado no había vuelto a mirarme si quiera; ni durante la cena ni cuando nos habíamos visto obligados a cruzarnos para acostarnos en nuestras respectivas camas. Obviamente, no le he contado a ninguno de mis amigos lo que ha ocurrido. ¿Cómo hacerlo si ya he prometido una vez que no volvería a acercarme a Peter?

"Deja de hacer esto."

Esa frase retumba en mi mente constantemente. ¿Que deje de hacer qué? ¿Qué se supone que estoy haciendo que ha acabado con Peter y yo besándonos? En algún momento, debido a la incapacidad de encontrar respuestas o al cansancio, me quedo dormida.

Son altas horas de la madrugada cuando un grito desgarrador me despierta al igual que a todos los presentes. Me incorporo en la cama con una mezcla entre miedo, sorpresa y desconfianza ante lo que sea que esté pasando y puedo ver que el resto hacen lo mismo casi al momento. ¿A caso se trata de otro tipo de juego de Eric? ¿Algún tipo de broma de iniciación? Segundos más tarde, Christina enciende las luces de los dormitorios revelando así una terrible escena.

Edward está tirado en el suelo e intercala gritos con gruñidos agónicos. Sus manos rodean su rostro y un charco de sangre empapa el suelo a su alrededor. El resto de iniciados y yo nos acercamos atónitos, pudiendo ver que el mango de lo que parece un cuchillo del comedor sobresale de entre sus dedos, clavado en su ojo.

Tris es la única que se arrodilla al lado de Edward y comienza a acariciarle con delicadeza el pelo mientras le repite una y otra vez que todo saldrá bien. Está claro que Tris no podría haberse trasladado a Verdad.

Christina y Will comienzan a discutir nerviosamente sobre qué hacer y cómo ayudarle mientras que el resto de nosotros observamos petrificados cómo Edward le ruega a Tris que le saque el cuchillo del ojo, pero ella se niega alegando que eso debe hacerlo un médico.

Mis manos están heladas y mis ojos tan abiertos que probablemente tendré una expresión demencial. ¿Qué diablos ha pasado? No sé qué hacer, ni cómo reaccionar. No puedo creerme que esto de verdad esté ocurriendo.

Para mi alivio y el de muchos, Cuatro llega rápidamente acompañado de Uriah, el cual seguramente habrá escuchado los gritos y habrá corrido a avisarle. Cuatro no hace preguntas, incluso parece que no le extraña lo que acaba de ocurrir, así que carga a Edward con cautela y lo saca de los dormitorios en dirección a la enfermería. Myra es la única que sale con ellos, llorando y temblando detrás de Cuatro.

La habitación se queda en silencio durante largos segundos; como si todos nos hubiésemos quedado inmóviles en las mismas posiciones. Tris se arrodilla en el suelo y comienza a limpiar el charco de sangre ante la atenta mirada de todos. Seguidamente comienzan los murmullos.

-¡Sé que has sido tú! – grita Christina haciendo que todos las voces vuelvan a desaparecer. Mi pulso se acelera al ver que el dedo acusador de mi amiga apunta en mi dirección.

-¿Por qué iba a hacer algo así yo? – inquiere Peter vagamente. Es entonces cuando entiendo que Christina no se refiere a mí, sino al chico que está detrás de mí. ¿Cuánto tiempo llevará Peter aquí y por qué no me he percatado? Me giro para verle de lado, pero Peter está pendiente de Christina por lo que decido separarme de él lentamente dejándole a plena vista de todos.

-Edward te ha quitado el primer puesto en la clasificación. – prosigue la morena. – Y está claro que no aceptas bien una derrota.

La acusación de Christina es algo grave; muy grave, pero también puede ser cierta. Quizás Peter haya cruzado esa línea que separa la maldad de la verdadera crueldad. Fijo mis ojos en él, al igual que todos, y lo veo serio, con los brazos cruzados intentando adoptar una posición relajada a pesar de que sus músculos tensos le delatan.