Me desperté en un coche con mi cabeza en el regazo de mi padre.
-Mi niña, mi niña…
-¿Papá?
-Shhh…
No me lo podía creer. Debía de ser un sueño. Llevaba siglos sin tener las caricias de aquel hombre. Las echaba de menos… Pero, ¿cómo había llegado hasta aquí? ¿Y el coche iba solo? Lentamente me fui incorporando aunque mi padre protestara y me dijera que me tumbara. Mi mirada estaba fija en el asiento donde a medida que me levantaba fui viendo una espalda musculosa y en su cabeza su pelo rubio. Supe quien era. Era el hombre que, en cierto modo, me había salvado de la explosión. ¿Quién era? ¿Qué quería de mí? ¿Por qué solo me ayudó a mí si había tanta gente en la sala? Muchas más preguntas llegaron a mi cabeza y me empezó a doler. No entendí porque me pregunté tantas cosas sobre aquel hombre y nada sobre cómo había llegado al coche.
-¿Cómo he llegado aquí? –Pregunté como pude. Mi voz suena ronca y estoy segura de que parezco un muerto. Mi llanto seguramente haya hecho que todo el maquillaje que llevaba se extendiera por mi cara.
Mi padre me entregó un pequeño espejo, una toalla y una botella de agua.
-Arréglate un poco, queda poco para llegar a casa. Allí te lo contaré todo.
Cogí el espejo y lo abrí. Vi mi reflejo. ¡Me veía horrible! Rápidamente pasé la toalla por mi car, no antes sin mojarla en agua. El maquillaje poco a poco se fue quitando de mi cara hasta que aparecí una persona normal. Cuando mi cara estaba decente me di un descanso y bebí un poco de agua.
Empecé a pasar mis dedos por mi pelo en un intento nulo por domarlo. Pero mi siempre rebelde cabello no quiso colaborar. Suerte que llevaba una goma en la muñeca así que pude hacerme una coleta alta.
Parecía que el dolor de cabeza disminuía y que ya no me faltaba aire.. Con gran fuerza de voluntad logré preguntar susurrando.
-¿Quién es?
Mi padre no respondió, fue este el que habló con voz severa.
-Alguien.
La intensidad de su respuesta hizo que cerrara la boca por el resto del viaje.
Unas horas más tarde llegamos a una casa. Era bastante vieja pero acogedora. El tejado era de tejas que parecían renovadas ya que parecían más limpias. Un poco más abajo del tejado se podía ver un balcón. Era precioso. Las viejas rejas tenían los restos de pintura blanca y una enredadera se entrelazaba con las barandillas. La puerta era de madera. Tenía un brillo rojizo y en vez de timbre había una campana oxidada por el tiempo y parecía de cobre.
La verdad era que era bastante bello pero justo al lado había un callejón oscuro. El típico donde ocurren los asesinatos. Daba miedo y supuse que de noche aun más.
Bajé del coche y vi como mi padre se despedía del extraño hombre. Este, tras un apretón de manos, se giró hacia el callejón, pero antes de irse se acercó a mí y me cogió la mano. Tras besarla dejó un papel en esta y me dijo al oído:
-Cuando tengas tiempo, llámame y te enseño el vecindario. No se lo digas a tu padre.
Asentí. Se alejó de mí y con una sonrisa se encaminó hacia el callejón sin salida.
-¿Entramos? Preguntó mi padre abriendo la puerta.
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Todo Empezó En El Tejado
Romance-Corre. Me dijo. No me gritó, fue casi un simple susurro, pero yo ya sabía lo que tenía que hacer. Tener nuestro lugar de encuentro allí no fue una buena idea. Corrí hasta llegar a la puerta que daba a las escaleras y justo cuando salía a la calle u...