-Las damas primero.-Dijo Jo (que es el nombre de mi padre) dejando pasar antes que él.
Entré en aquella casa la cual sería mi nuevo hogar. Los muebles eran de madera y estaban pintados en ellos detalles dorados. El suelo era de mármol blanco y se veían en el suelo las pisadas. A juego con el suelo, los sofás eran blancos pero tenían manchas de comida y pintura. Las paredes también eran blancas pero tenían un color más crema a excepción de un hueco en el que estaba pintada una televisión. A la derecha había unas escaleras también de mármol y una barandilla del mismo material y color que los muebles.
-Siéntate, tengo mucho que contarte. Con miedo a lo que podría decir me senté en el sofá.
-Por donde empiezo…
-podrías empezar por decirme como llegué al coche. –Dije abreviando para que no se tirara tres horas pensando.
-Cuando salimos del juzgado, antes de que explotara, yo y el chico rubio te sacamos antes de todo el asunto y luego…
-¿Vosotros sabéis por qué explotaron?
-Nosotros los explotamos.
-¿¡Estáis locos?! Podríamos haber muerto. Mucha gente podría haber muerto. ¿ A muerto alguien? ¿Por qué digo tanto la palabra muerto? –Me estaba poniendo nerviosa. No entendía como mi padre pudo hacer eso. Más estando yo dentro de la sala.
-Nuestra idea no era matar a nadie. Las cosas no fueron como esperábamos. El plan era que, como creíamos que no me iban a dar la custodia, pensamos que, al amenazar con explotarlos, nos la darían pero hubo un fallo y el sistema se activó y cuando Lu…
-No digas mi nombre. –Dijo el rubio saliendo de detrás de la puerta. –No quiero causar tan pronto mala impresión.
-Vale, vale. No me mates.-Dijo mi padre subiendo las manos hacia la cabeza como si hubiera cometido un delito. Hacía años que no veía a mi padre. No recordaba su buen humor. Lo echaba de menos.
Comencé a reírme junto a mi padre. El rubio me observaba. Sé que mi risa era una mierda pero tampoco era como para mirarme de esa manera.
-deja de mirarme ASÑO. – LE DIJE. Eso hizo que su semblante, normalmente serio, comenzara a hacer una mueca de sonrisa. Unos segundos después se estaba riendo.
Su risa esa hermosa. Era en cierto modo dulce pero no de la misma manera que una mujer. Se le veía relajado y feliz. Parecía joven y fuerte.
-¿Continuamos?-Preguntó mi padre tras un rato.
-Claro.- Respondí
-¿Debo irme Jo? – Dijo el rubio.
-No es necesario. Además. Podrías ayudarme a que ella comprenda. ¡Será divertido!
-Mmmm… vale, continuemos.
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Todo Empezó En El Tejado
Romance-Corre. Me dijo. No me gritó, fue casi un simple susurro, pero yo ya sabía lo que tenía que hacer. Tener nuestro lugar de encuentro allí no fue una buena idea. Corrí hasta llegar a la puerta que daba a las escaleras y justo cuando salía a la calle u...