No estás sola, todavía sigo aquí...

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Rumbo a casa fui pensando en todo lo que había pasado y mentalmente hice una lista sobre lo que tendría que hacer al llegar a casa:

1-      Enviarle un mensaje a mi madre para encontrarnos

2-      Volver a visitar a mi padre

3-      Volver a visitar a Luke

4-      Empaquetar mis cosas para mudarme junto a mi madre

5-      Ir al juzgado a buscar pistas…

Mañana sería un día duro sin dudas… No sé como dormiré esta noche sin Luke a mi lado sabiendo que está en la cárcel… Giré la cabeza apoyándola en la ventana mirando hacia Mark. Se veía tan calmado como siempre. Siempre me dio seguridad y ayudó en lo que pudo…

-Mark.

-Dime princesa. – Dijo girándose tan solo un segundo a mirarme para luego pegar su vista a la carretera.

-¿Te importaría quedarte hoy conmigo y acompañarme mañana? Siento que esto me puede y seguramente necesite ayuda…

-No te preocupes, por ti lo que sea peque.

Aunque me hubiera llamado peque no me molestó. Él era el mejor… el mejor amigo que pude tener y lo necesitaba en estos momentos. En cuanto aparcó en la acera de mi casa y ambos bajamos del coche me tiré a sus brazos a llorar. Nunca lloraba delante de la gente y la única excepción a eso eran Leo y Luke pero él… yo… la situación… no sé la verdad. Pero Mark, lejos de parecer asustado, puso sus brazos alrededor de mi pequeño cuerpo y dijo una frase que él sabía que recordaría…

-No estás sola, todavía sigo aquí…

*Flashback*

Caminaba por la calle camino a la casa de Mark. Hoy no había venido al instituto y quería comprobar que estuviera bien. Subí las escaleras de la entrada a su chalet y toqué el timbre. La grave voz de su padre habló por el telefonillo y sin darme oportunidad de hablar dijo:

-Mark no está.

Si no estaba allí…¿dónde estaría? De todos modos él nunca causó muchos problemas y era un niño que solía estar en su casa o conmigo jugando en mi patio trasero. Corrí hacia mi hogar para dejar la mochila e ir a buscarlo pero antes de llegar a lo lejos logré ver la silueta de mi amigo… Estaba en las escaleras con sus manos en la cara y la capucha de su chaqueta sobre la cabeza. Sus vaqueros estaban más rotos que de costumbre y manchas sobre su camisa. Trozos pelirrojos caían sobre sus ojos y se escuchaba su silencioso llanto desde unas manzanas más lejos. Delicadamente puse una mano en su baja espalda y él se giró. ¡Quise morirme! Una mano cruzaba su cara y del corte de su ceja izquierda brotaba sangre sin parar. Sus manos, llenas de su roja substancia y lágrimas. El agua caía de sus ojos haciendo carreras sobre sus mejillas… Los abracé y no quise soltarlo. Estaba preocupada por quién le abría hecho semejante cosa pero supe al momento de verlo que sus ojos reflejaban miedo y que no hablaría tan fácil sobre ello. Así que, simplemente lo abracé allí, debajo de mi hogar mientras él lloraba en mi hombro. Tras unos minutos lo separé y con mi mano levanté su barbilla para que nuestros ojos se conectaran.

Todo Empezó En El TejadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora