¿Me enseñas el barrio? & Asuntos Pendientes

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Aun no sabía cómo analizar todo lo que había pasado en unos escasos días pero, siempre fue lo que soñé. De todos modos aun mi armario estaba vacío y aun no sé como es el barrio. Abrí mi mano. Seguía teniendo el papel que me dio el rubio con su número.

-Cuando tengas tiempo llámame…

…te enseño el vecindario…

Me había dicho. Quizás deba llamarle. Así no me quedaré en la casa haciendo nada.

-Continuaremos esto en otro momento…

Me susurró cuando casi me besa… ¡No seas estúpida Lea! ¡Él no te iba a besar! Chicos como él no besan a chicas como tú. ¿Qué hago regañándome mentalmente? Si es que hay que ser tonta.

Saque del bolsillo de mi chaqueta y marqué el número que estaba escrito en el papel. Tras tres pitidos que se me hicieron eternos sonó una voz tras el móvil.

-WOK. Comida chica a domicilio, ¿qué desea?

Me quedé paralizada. ¿Cómo se había atrevido el cabrón a darme un número falso? ¡¿Y más de un chino?! Rápidamente colgué y me tumbé en la cama. Será…

Mis pensamientos quedaron interrumpidos por la canción rara que Chord me puso en mi móvil.

Cogí el aparato. Número desconocido… ¿Contesto? ¿Y si son otra vez los chinos? Descolgué el teléfono.

-¿Hola? –Pregunté con vos ahogada.

-¿Te habías asustado cielo?

-¿Quién eres?

-¿Quién eres tú?

-As sido tu e que as llamado.

-Soy el rubio cariño, no hace falta ponerse así.

-¿Quién te dio permiso para llamarme así?- Pregunté empezando a mosquearme.

-Bueno, tenemos unos asuntos pendientes. –Al decir eso me tensé. Recordé el “casi-beso” que estuvimos a punto de darnos.- En treinta minutos en el callejón de al lado de tu casa. No vemos amor.

Y tras decir estas palabras colgó sin esperar una respuesta.

Tenía treinta minutos. Me quité la ropa sucia y me metí en el baño. Mi padre, tan atento como siempre, me había dejado unos pantalones vaqueros y una camisa de cuadros que apostaría a que me quedaban grandes.

Tras cinco minutos en la ducha me sequé rápidamente e intenté como pude ponerme la ropa que me quedaba enorme. Miré el reloj. ¡Ya habían pasado veinte minutos! Desenredé mi pelo aun mojado y bajé corriendo las escaleras. Cuando tenía la mano en el picaporte escuché un grito.

-¿¡A dónde vas?!

-¡A dar una vuelta! ¡Vuelvo a las nueve!

Y sin esperar respuesta salí a la calle. Respuesta salí a la calle. Respiré hondo antes de entrar en el callejón. Solo había dado un paso y ya sentía miedo. No debería haberle llamado. ¿Dónde iríamos? ¿Por qué confié en él si no sabía ni su nombre?

Aquel sitio olía que tiraba para atrás. Se oían maullidos de gatos vagabundos y a comida putrefacta.

Al fondo estaba muy oscuro y se podía vislumbrar un muro. En el suelo había un brillo blanco que temía que eran huesos. Rezo por que sean de animal y no de humano. Cubos de basura tirados por la calle. El viento más que soplar parecía que rugía y solo quería volver a “mi casa”.

-Por favor que venga pronto, por favor que venga pronto…- Decía en voz baja. Sinceramente nunca había esperado tanto a que alguien viniera.

Volví a mirar la hora del reloj ya un poco desesperada. Se suponía que nos deberíamos de ver en media hora pero yo llevaba aquí cuarenta minutos y no había aparecido nadie.

Apuesto a que el rubio estaría divirtiéndose explotando algo y yo aquí esperando.

Un cuarto de hora… Me día la vuelta y empecé y empecé a caminar hacia la casa.

Justo en ese momento una sombra apareció al lado del muro. Asustada me giré y anduve más rápido pero entonces vi su pelo rubio… tan oportuno como siempre.

Todo Empezó En El TejadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora