Una mujer no tan divina.

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La semana había pasado de manera tranquila. Mañana llegaría Teodoro al rancho a comenzar a trabajar en el rancho mientras pasa todo esto de la crisis del divorcio y patria potestad. No lo niego durante estos 8 días, he llorado y he vuelto a beber como hace dos semanas que estaba hundido en cantinas. Me sigue doliendo la traición de aquella mujer la cual una vez le jure amor eterno y hoy no puedo pronunciar ni su nombre.

Sin embargo, tenía que salir a trabajar tengo gente que depende de mí como yo dependo de ellos. También tengo a mi hija, ella no se merece ver a su padre en tal estado y lamentándose, ahora tenía que ser diferente.

— Entiendo, muy bien compadre, mañana iré a buscarlo a la central de autobuses. Muchas gracias por dejarlo venir, lo cuidaré como si se tratara de mi propio hijo. Si, muchas gracias. Adiós compadre. — Mi papá colgaba de nuevo el teléfono con alegría al saber que aquel muchacho venia.

— Bien, entonces ¿Teodoro llegará mañana? — Pregunté con una sonrisa, sentado en el sillón individual de la sala.

— Hace una semana no te gustaba la idea de que alguien viniera a ayudar con el rancho Adrián. — Dijo el viejo con un poco de sarcasmo en sus palabras

— Eso era porque no sabía que se trataba de Teodoro, de ese modo cambia todo. Teo y tu compadre son como de la familia, a eso no puedo poner objeción. —Respondo de igual manera.

— Bueno, espero que hagan un buen equipo. Según las últimas estadísticas, los vinos Montesco han estado ganando terreno desde que tienen un convenio de venta con los grandes supermercados del país.

— Philippe Montesco. — En mi mente recuerda la vez que lo conocí en un gran evento de vinos, donde nuestro tequila y la empresa fueron invitados especiales en los Estados Unidos. Un hombre de gran porte que se veía seguro de su producto y que podía intimidarte con pocas palabras. Las pocas palabras que intercambiamos fueron para felicitarnos por nuestros logros, no se me hizo un mal tipo de hecho todo de él parecía perfecto hasta el asistente que iba a su lado. De cierta forma me sentí un poco inferior pero no se me hizo un mal tipo, hoy es un rival muy fuerte en el mercado ya que la gente está empezando a consumir más vino que tequila.

— Adrián espero que te comportes. No quiero más desfiguros. — Miré un poco enojado a mi padre. Me levanté del sillón y empecé a dar pasos para salir de la vista de mi viejo.

— No te preocupes, papá. Trataré de no dejarte en ridículo otra vez. — Sin decir más salí de la sala y subí por las escaleras, llegué con mi hija estaba jugando con su nana, una amable señora la cual mi madre contrató.

— Señor... — Dijo levantándose de la cama de mi hija Alicia al verme entrar.

— No se preocupe señora Berta, solo vine a ver como esta mi pequeña. — Alicia se encontraba jugando con sus muñecas, y varias cositas sobre la cama, mi pequeña tiene 4 años y muy pronto cumplirá los 5 ella habla muy poco pero es muy inteligente, tanto como para darse cuenta que las cosas entre su madre y yo no estaban bien y sea de paso darse cuenta que ella no estaba. — Papi ¿Y Mami? — Me acomodé a lado de ella, la mirada de ella me seguía haciendo la misma pregunta. Pero no podía decirle la verdad de que la había echado de la casa y ella se fue sin pensar en su hija, será malo y a su edad no creo que entienda bien lo que está pasando. Pero también trataría de decirle la verdad de una manera más simple.

— Tu mami... A tu mami no la veremos en un tiempo pequeña. — Dije con una voz tranquila. La niña veía sus muñecas y después levantó la mirada triste.

— ¿Po qué?

— Bueno ella... — No sabía que decirle, no quiero mentirle pero tampoco quiero ser brusco me quedé en silencio unos minutos... De repente mi celular suena y al revisarlo me doy cuenta que se trata de Ana, la madre de Alicia. — Señora Berta, por favor cuide de Alicia, tengo que atender esta llamada.

El Charro (Historia LGBTI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora