Prefacio

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-¿¡Acaso no hay nadie medianamente competente en esta comisaría?! -pregunta con furia mientras cuelga el teléfono. Su compañero, Luke Collins, le dedica una sonrisa reconfortante, intentando apaciguar sus nervios.

-Déjame adivinar, el laboratorio todavía no tiene los resultados, ¿verdad?

-Dicen que "no hemos podido realizar los análisis porque no está etiquetado como una prueba urgente" -imita la chillona voz de la técnica a la que acaba de colgar mientras gesticula las comillas con ambas manos y pone cara de pocos amigos-. Pero si bajé yo en persona y les dejé muy clarito que eso era prioritario.

-¿A quién le diste el sobre? -inquiere el inspector tratando de no reír, acto que solo enfurecería más a su compañera.

-A un chaval con cara de susto que había por ahí. Y antes de que me digas nada -interrumpe la pregunta no formulada-, sí, trabaja en el laboratorio. Llevaba una bata y una placa identificatoria, pero no me acuerdo de su nombre. Menuda suerte ha tenido, porque si fuera por mí ya estaría de patitas en la calle.

-¿Uno rubio con gafas y cara de haber salido hace dos días de la universidad? -la chica asiente-. Ese debe de ser Paul. Es el alumno en prácticas, empezó la semana pasada y aun no se entera mucho de los protocolos.

Aquella información solo hace que se cabree más. ¡Genial! Un novato, el caso no podría ir mejor.

-Nos quedan seis horas para liberar a la sospechosa y aun no tenemos la prueba que la incrimina. ¡Se nos va a escapar! -suelta un bufido mientras se pasa las manos por la cara, estresada.

-Alex, sé que tienes muchas ganas de cerrar este caso -su tono de voz es suave, no queriendo poner más nerviosa a su compañera-, hace casi tres meses que está abierto y aun no tenemos a un culpable. Pero tienes que entender que las cosas llevan su tiempo, no se puede acelerar todo porque sino luego corremos el riesgo de que el tribunal no nos admita las pruebas por falta de información. Llevas tiempo en este oficio, sabes cómo van las cosas.

-Sí, tienes razón -admite derrotada-. Es solo que me desespera no haber detenido a nadie potencialmente sospechoso. La muy cabrona es buena.

Los inspectores llevan más de dos meses investigando un asesinato que tuvo lugar en Holanda, pero como la víctima era estadounidense, habían decidido colaborar con las autoridades locales. Al principio se sospechó de su exnovia, se creía que había sido un crimen pasional. Lo típico, él la deja y ella no soporta la soledad, así que lo mata. Pero enseguida se descartó la idea al tener una cuartada sólida y no haber indicios de haber contratado a un sicario. Luego se descubrió que la víctima tenía problemas con el juego, lo que le había acumulado bastantes deudas, pero ninguna de ellas lo suficientemente relevantes como para poder matar. Después de demostrarse la inocencia de los acreedores, el caso quedó en punto muerto. No había nuevas pistas, no había sospechosos, solo poseían una víctima y ningún culpable. Durante dos semanas, tanto la policía holandesa como los inspectores colaboradores no supieron qué más hacer, incluso se planteó la posibilidad de cerrar el caso por falta de pruebas. Pero una llamada de la madre de la víctima que recibió la inspectora fue suficiente para retomar la investigación. Al oír la desolación de aquella mujer al haber perdido a su único hijo le bastó para que enfocara el caso desde otra perspectiva, descubriendo algo que lo cambiaría todo. Al encontrar una cuenta secreta llena de dinero, hallaron que la víctima no solo tenía problemas con el juego, sino que también era adicto a las prostitutas. No suponía ningún problema con la ley, puesto que en Holanda la prostitución es legal, sino que más bien implicaba una serie de aventuras que a su exnovia seguramente no le hubieran agradado en absoluto. Se volvió a investigar a la chica, esta vez más a fondo, y en su lugar de trabajo se encontró un cuchillo escondido con sangre. Coincidía con el arma del crimen, así que estaban esperando los resultados del laboratorio para confirmar que el plasma encontrado correspondía al del muerto, poder detener de una vez a la principal sospechosa y cerrar el caso. Pero todo eso no era posible sin los resultados del análisis.

-Tranquilízate, ya verás como todo sale bien al final.

No ha terminado de pronunciar esa frase cuando suena el teléfono de nuevo. Solo tarda dos timbrazos en contestar. El inspector no sabe qué está pasando, pero por la expresión de su compañera no debe ser algo bueno. Cuelga con fuerza e intenta no gritar y maldecir con todas sus fuerzas.

-¿Qué ha pasado? ¿Hay novedades? -pregunta con impaciencia ante las pocas aclaraciones que recibe por parte de la chica.

-La sangre no coincide -explica con un susurro-. Pertenece a algún tipo de animal, no me he enterado mucho, la verdad.

-Joder -se queja el joven-. Eso quiere decir que la tenemos que soltar, ¿no?

-Estamos como al principio -asiente completamente desesperanzada-, de nuevo.

*

-"La policía tiene acordonada la escena donde esta mañana se ha encontrado el cuerpo de un hombre de mediana edad en el suelo. Aún se desconoce la identidad de la víctima, pero las autoridades creen que se trata de un hombre de por los alrededores. Hablamos con la chica que ha descubierto..." –Alexandra Holt apaga las noticias y le da el último sorbo a su ya frío café.

Esa mañana el tráfico para ir a la oficina parece ir más lento de lo habitual. Tamborilea impaciente con los dedos el volante de su Mustang. El semáforo cambia de color, lo que le permite reanudar la marcha. En diez minutos se encuentra estacionando en el parking, cerca de la puerta. Saluda con un movimiento de cabeza a todo aquel que se le cruza y le desea buenos días. "¿Buenos?" piensa al recordar el montón de papeleo que le espera en un lado de su muy abarrotado escritorio.

Llega a su oficina y realiza el mismo ritual de todas las mañanas: cuelga el abrigo del perchero, enciende la calefacción (últimamente hace realmente frío), enciende el ordenador y, mientras este se inicia, escucha los mensajes del contestador de su despacho. El jefe le pide que vaya a visitarlo en cuanto llegue, así que no pierde tiempo. Llama con dos suaves toques, un "Pasa" se oye desde el otro lado de la puerta.

-Capitán –saluda al colocarse delante del escritorio del hombre. Tiene alrededor de cincuenta años, las canas son ya presentes en su moreno cabello y las arrugas alrededor de los ojos no hacen más que acentuar su edad. Levanta la mirada de los documentos que está firmando y le dedica un atisbo de sonrisa. Nunca ha sido un hombre demasiado sentimental, pero su jefe le cae bien. A pesar de ser muy estricto, es un hombre comprensivo, la había ayudado cuando lo necesitó y se preocupó porque su reincorporación al cuerpo fuera lo más llevadera posible.

-Inspectora Holt –saluda con una ligera inclinación de cabeza-. Sé que el asesinato de Holanda aún está sin resolver, pero tenemos un nuevo caso. Se ha encontrado el cuerpo de un hombre en uno de los callejones cerca del centro comercial.

-Algo he oído –asiente la chica recordando la noticia de esa mañana.

-Todavía no conocemos su identidad –prosigue-. Ahora mismo está con Jeff. Baje a verle, a ver si ha descubierto algo más.

Asiente de nuevo y, sin decir más, sale del despacho, dirigiéndose a la morgue. Da gracias de que el forense sea Jeff y no el odioso de Tom. Ese hombre la saca de sus casillas, y aun no entiende muy bien por qué. Presiona el botón del sótano, donde se encuentra su siguiente destino, y espera a que baje. Alguien lo detiene, logrando que resople para sus adentros. Sonríe forzadamente y reina el silencio. Después de unos diez segundos, las puertas se abren de nuevo, dejando a la vista el largo pasillo hasta la entrada a la morgue. Saluda al forense mientras coge la carpeta que este le tiende.

-Expediente número 4128 -informa antes de comenzar a explicarle sus progresos-. El examen preliminar no muestra nada fuera de lo normal. He sacado una muestra de ADN y la estoy cotejando con la base de datos. A ver si hay suerte.

La inspectora desvía su mirada hacia la víctima. Al principio le cuesta reconocerlo, pero luego abre los ojos de par en par, sorprendida. Es él.

-No hace falta esperar –murmura con un hilo de voz-. Sé quién es. 

The caseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora