Capítulo 5

54 7 11
                                    

Decidida a encontrar alguna pista que pueda culpar a Peter, la inspectora sale de su apartamento, dirección al bar donde Justin y su hermano se encontraron. Aparca junto a una camioneta vieja, con la pintura descorchada debido al paso de los años. El local no está demasiado abarrotado, un par de personas ocupan los taburetes junto a la barra, mientras que la mayoría de las mesas están libres. El dueño del lugar está junto a la caja registradora, devolviendo el cambio a un cliente. Es un hombre mayor, cerca de los sesenta años, con sus gafas de montura sobre la punta de la nariz. Cuando la ve, se acerca a ella para atenderla.

-Alex, querida –la saluda con una sonrisa. La conoce desde que era pequeña, ya que el hombre era uno de los mejores amigos de su madre-. Mírate, ¡cuánto tiempo ha pasado!

-Hola, John –Alex quería con locura al anciano, era como el padre que nunca tuvo-. Verás, quería hablarte sobre Justin Brown, ¿le recuerdas?

-Pues claro –su sonrisa se ensancha-. Es un chico genial. Y muy guapo.

El tono sugerente con el que añade el último comentario hiere a la joven. John siempre le ha querido buscar pareja. "Necesitas un hombre en casa", le solía decir. Y ahora que por fin había encontrado a la persona indicada, se la arrebatan de las manos. Antes de que el nudo que se le ha formado en la garganta se extienda por su cuerpo y la inunde de nuevo la tristeza, traga con dificultad e intenta parecer inexpresiva.

-Bueno, hemos encontrado su cuerpo en un callejón cerca del centro comercial –espera a que el hombre asimile la noticia y prosigue con su narración-. Hemos descubierto que quedó hace un par de semanas con su hermano aquí, en tu local.

-Sí, hace quince días como mucho. Peter llegó tarde, unos diez minutos. Su hermano le echó la bronca por eso, pero enseguida se tranquilizaron.

-¿Recuerdas de qué hablaron? –Alex saca su libreta y se prepara para anotar cualquier detalle importante.

-No lo sé –admite un poco avergonzado-. Estaban en esa mesa –señala la zona más alejada del local-, por lo que no pude oír nada. Pero estaban discutiendo, hacían gestos muy bruscos y levantaban la voz, pero no pude entender nada. Luego el ambiente se calentó demasiado. Peter pegó un golpe en la mesa, asustando a un par de clientes. Me vi obligado a echarles del bar. No podía permitir que se pelearan aquí dentro, y por cómo se estaban mirando el uno al otro, estaban más que dispuestos a llegar a las manos. Después ya no sé qué pasó.

Alex se lleva una mano a la barbilla, pensativa.

-¿Aún tienes las cámaras que te hice instalar hace un par de años? –le había convencido para añadir unas cámaras de vigilancia a su establecimiento. Al principio el hombre se negaba, pero al final cedió.

-Sí, y creo que funcionan –esa noticia alegra a la chica-. Pero no sé cómo sacar los vídeos.

-Tranquilo, vendrá mi compañero a recogerlas. Él sabe cómo extraer las grabaciones.

-¿Tu compañero? –el desconcierto tiñe la voz del dueño del establecimiento-. ¿Acaso no te las llevas ahora?

Alex no había querido decirle que estaba fuera del caso oficialmente, tendría que explicar el motivo y lo último que quiere es soportar las preguntas del hombre sobre su relación con la víctima.

-No soy la inspectora que dirige el caso –"ya no" añade mentalmente-, por todo eso de que le conocía. Aunque en realidad no debería haber hablado contigo, no puedo mantenerme alejada de esto. Tengo que encontrar al culpable.

John asiente, comprensivo. Sabe que intentar convencerla de que deje su investigación es una pérdida de tiempo. Alex es la persona más cabezota que ha conocido nunca.

The caseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora