Capítulo 6

148 15 0
                                    

-¿Cómo estás?

Daryl se sienta a mi lado, cansado. Estoy en casa, en mi cama, con él. Esta escena se me hace tan lejana que la disfruto durante un instante.

-Algo mejor, creo.

-Has dormido durante todo el viaje y el rato que llevamos aquí. No tuve que haberte dejado subir al camión. Ni siquiera tenías que haber venido.

-Siento haber insistido, tenía que ir.

-Pusiste en peligro tu vida.

-Estaba segura de lo que hacía.

-Escúchame,-dice entonces, cogiendo mi cara entre sus manos.-no vuelvas a arriesgarte, no eres prescindible, no para mí.

Miro sus ojos azules con sarcasmo.

-No me pidas cosas que sabes que no cumpliré.

Él me suelta, indignado.

-Antes no eras así.

-¿Así?

-Tan testaruda, tú pensabas en la gente que te quería.

-Y lo sigo haciendo, pero también empiezo a pensar en mí.

-¿Ah, si? ¿Y piensas que lo que has hecho ha sido bueno para ti?

-¡He intentado ayudar a los nuestros! ¡Cuándo no hago nada la gente muere!

Se pasa la mano por la frente, secándose el sudor.

-Lo que tú digas.

Aparto la mirada, refunfuñando.

-¿Lo del camión fue bien?

-Sí, volveremos para presionarles y que se rindan.

-¿Cuándo?

-Esta noche. No irás.

-No vas a decirme qué debo...

-¡Mírate!-gruñe.-¡No puedes ni caminar! ¡Te vas a quedar aquí, mandaré a alguien para que te vigile por si decides poner un pie fuera de la cama!

Guardo silencio, le contestaría mil veces si hiciera falta, pero yo también estoy cansada.

-Esta no era la bienvenida que esperaba.

Alguien llama a Daryl, él se aproxima a la puerta.

-Yo tampoco.-dice antes de marcharse.

Da un portazo. Cierro los ojos, furiosa. ¿Dónde quedaron los besos apasionados a la chica de pelo corto? Estamos en un punto en el que felicidad, tristeza, miedo o furia no duran mucho en nosotros. Solo está la guerra. A cada día que pasa, siento que las personas nos vamos volviendo más y más independientes de los demás, como si ya no necesitáramos el calor de otros, como si ya no necesitáramos su amor.

Intento incorporarme, el cuerpo me duele mucho menos que antes, puede que me hayan dado algo para aliviarme. Apoyo mi espalda en el cabecero, en la mesilla hay una tila, la cojo y me la voy tomando despacio. También hay algo envuelto en una servilleta, lo abro: es chocolate negro. Sonrío, agradecida a la maravillosa persona que lo encontró y decidió que yo era merecedora de comerlo. Doy un mordisco, saboreando la amargura del manjar. Hacía tanto que no probaba algo así...

-Veo que ya estás despierta.

La voz de Michonne hace que ponga la vista en la puerta.

-Así es.-contesto, sonriendo.

-Me alegra verte mejor, nos tenías preocupados.

-Lo supongo. ¿Quieres un poco?-digo, ofreciéndole un trozo de chocolate.

FeathersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora