Estaba en la gloria.
Mi mejilla descansaba en su ardiente pecho desnudo, mi cuerpo estaba pegado al suyo, piel contra piel, las cuales aún estaban húmedas por aplacar nuestra última llamarada de la mañana, la suya olía extremadamente y afrodisíacamente bien, y sus brazos me arropaban con seguridad y mimo mientras sus manos jugueteaban con mi enredado cabello. La verdad es que tenía bastante calor, pero no me importaba en absoluto. Estaba en el paraíso, en mi paraíso particular y exclusivo, todo para mí.
Desde luego, no había nada ni nadie mejor que Jacob en todo el universo.
Sonreí con satisfacción y giré el rostro para inspirar su efluvio profundamente. Sí, cómo había echado de menos esto durante mi largo encierro. La pulsera me había ayudado a mitigar aquel dolor, soltando su fragancia por la noche, sin embargo, no era lo mismo que inhalar su aroma de primera mano, desde luego, con mi nariz pegada a su piel, con mi cuerpo sintiendo el suyo… Pero ahora lo tenía todo para mí, por fin estábamos juntos de nuevo, y no merecía la pena perder mi valioso tiempo junto a él recordando ese infierno que ya había terminado para siempre, y menos en nuestra luna de miel, así que me prometí a mí misma no pensar en esos malos momentos nunca más.
Volví a apoyar mi mejilla en su cálido torso y escuché los potentes y calmados latidos de su corazón más de cerca. Mientras entraba en un estado de trance total gracias a su vivo ritmo cardíaco y a las continuas incursiones de sus prodigiosos dedos en mi pelo, me dio por observar mi mano sobre su pecho. Mi blanca y pálida piel hacía un bonito contraste con su preciosa tez cobriza, pero ahora, además, se le sumaba esa alianza dorada que tanto había soñado. Ésta brillaba con ganas, parecía el reflejo de mi felicidad plena y absoluta.
Alcé el rostro para mirar mis adorados ojos negros. El suyo ya llevaba un rato mirándome. Me sonrió con ternura, observándome completamente embelesado, me apartó unos cabellos mojados de la cara con sus sedosos y ardientes dedos y me dio un beso en los labios que hizo que me estremeciera de nuevo.
Despegué mi mano de su pecho y la posé sobre su mejilla, dejándole ver todo lo que le amaba, lo maravillosas, increíbles y mágicas que eran todas las veces que hacíamos el amor… Jacob cerró los ojos y jadeó al sentirlo, rozando su frente con la mía.
―Yo también siento exactamente lo mismo ―murmuró, abriendo los párpados de nuevo para clavar esos profundos e intensos ojazos en los míos.
―Lo sé ―sonreí.
Correspondió mi sonrisa y llevó sus labios a los míos, besándome otra vez.
Me separé de él momentáneamente para ponerme boca arriba, aunque mi costado siguió muy pegado a su torso, y me quité el anillo para verlo mejor, con tanto trajín estos días no había podido fijarme bien en él.
Bueno, no había mucho que ver, la verdad, el aro de oro era muy sencillo, liso, no muy ancho… Pero era mi anillo de casada y para mí tenía un valor incalculable.
Sin embargo, al girarlo entre mis dedos, me fijé en que había una inscripción grabada en la parte interior de la alianza.
Renesmee y Jacob, rezaba, junto con la fecha de nuestra boda. Pero había algo más. Que quowle.
Giré mi rostro hacia él para mirarle sorprendida.
―Espero que no te parezca muy cursi ―rió.
―Mírate el tuyo ―le indiqué, animada.
―¿El mío? ―preguntó, ya sacándose su anillo del dedo.
Lo ladeó un poco y vio mi inscripción.
Jacob y Renesmee, ponía, junto con la fecha de nuestra boda. Pero, otra vez, había algo más. Que quowle.
Nos miramos y sonreímos de oreja a oreja.
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JACOB Y NESSIE NUEVA ERA II (Comienzo 1° parte)
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