¡¿Y AHORA ME PIDE ESTO?! INCREÍBLE

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Después de atravesar un montón de pasadizos de piedra gris que eran tan tenebrosos y espeluznantes como los cuatro chupasangres que me acompañaban, el Zanahorio se detuvo frente a una puerta de madera.

Suspiré, cansado, ya que no habíamos hecho más que subir escaleras y caminar por túneles sombríos y oscuros que giraban en una esquina y después en otra. Esquina, pasillo, esquina, pasillo, esquina, pasillo… ¡Uf!

El pelirrojo abrió la puerta, que estaba cerrada con llave, corrió una especie de mampara de madera y mantuvo la puerta abierta para que pasase la Pitufina. Ésta ladeó la cara arrogantemente y pasó por el hueco, haciendo sonar sus tacones con brío. Las dos sanguijuelas que me escoltaban lo hicieron bien pegados a mí cuando me tocó mi turno, y eso que tuve que agacharme un poco para poder pasar, y Enguerrand pasó detrás de nosotros, cerrando la puerta con llave y corriendo la madera de nuevo para ocultarla.

Ya no estaba encadenado, pero esos dos desgraciados no se separaban de mí ni un instante. Malditos…

Al otro lado de la puerta, el decorado se transformó por completo.

Salimos a un pasillo ancho muy adornado, pijo y hortera cuyas paredes estaban revestidas de paneles de madera ―uno de esos paneles era lo que había corrido el pelirrojo―, éstas sostenían unos cuadros con paisajes que estaban iluminados con luces fuertes, seguramente los muy estrambóticos los habían colgado para simular las inexistentes ventanas. Sí, menudos horteras. Y no contentos con eso, mis pies descalzos pisaban unas moquetas verdes más feas que Picio. En fin, no entendía mucho de decoración, pero esto estaba tan pasado de moda como los propios Vulturis, incluso llegué a preguntarme de qué siglo serían todos estos elementos decorativos.

Al final del corredor se encontraban dos puertas revestidas de lo que supuse era oro, pero no nos dirigimos hacia ellas. Enguerrand se detuvo en mitad del pasillo y desplazó otro panel que escondía otra puerta de madera. Ésta no estaba cerrada con llave, así que simplemente la abrió y esperó a que la canija sádica pasara otra vez.

Detrás de ella lo hicimos el resto, y, una vez más, yo tuve que agacharme un poco. El vestíbulo diáfano al que fuimos a dar volvía a ser lúgubre y tenebroso, al igual que esos pasadizos por los que habíamos pasado antes, cuyas paredes de piedra eran de esa tonalidad cenicienta y ennegrecida. Esa antesala no era muy grande, así que no tardamos nada en salir a otra estancia redonda que era mucho más amplia y sombría. Lo único que la decoraba eran tres tronos de madera maciza que se distribuían a lo largo de la curva de la pared que los precedía. La forma y la pared de piedra de la habitación hacían que me recordara a esas torres de los castillos que salen en las películas, sí, esas donde encierran a las princesas.

Un reflejo involuntario me hizo rechinar los dientes, porque ese mismo pensamiento me hizo recordar el encierro de mi ángel. Ella había estado encarcelada en una torreta, seguro que como esta, aunque mucho más pequeña…

―¡Jacob! ¡Mi querido amigo! ―exclamó de pronto una voz en la oscuridad de esa habitación, haciéndome salir súbitamente de ese negro pensamiento.

¿Amigo? ¿Pero de qué iba? Otra vez aplasté las muelas.

La tenue luz exterior tan sólo entraba por las rendijas de una ventana que quedaba en lo alto de la pared arqueada, así que el lugar estaba lleno de sombras. De ellas emergió el líder de los Vulturis, caminando con paso presto hacia mí.

Me contuve. Me moría de ganas de aniquilarle allí mismo, pero no era tan idiota. Tenía todas las de perder. No me podía transformar y estaba solo; y tenía que volver. Mi prioridad absoluta era Nessie, tenía que regresar con vida para estar a su lado. Eso sí, no pensaba callarme nada.

JACOB Y NESSIE NUEVA ERA II (Comienzo 1° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora