EN CASA

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Lo primero que hicimos nada más entrar en casa, fue respirar tranquilos. El viaje había sido muy largo, y otra vez sufrimos los retrasos de los vuelos. Así que cuando Seth y Brenda nos dejaron en el jardín, se marcharon y entramos en nuestro hogar, estábamos bastante cansados.

Nos daba pena que nuestra luna de miel se hubiera terminado, bueno, nuestra luna de miel oficial, claro, porque nosotros no necesitábamos de eso para vivir nuestra pasión, pero por otro lado ya nos apetecía llegar a nuestra preciosa casita roja, que sería pequeña, pero era acogedora y formaba nuestro hogar.

Respiré hondo nada más entrar por la puerta, inspirando los aromas que conformaban nuestra casa, ese olor que estaba mezclado con nuestros efluvios, con el océano, los árboles, la hierba del jardín, la tierra… Todo eso que nos hacía sentir tan a gusto, que nos acogía, entremezclándose en completa armonía, y que me recordaba cada día que este era mi verdadero hogar.

Todavía recordaba todo lo que había echado de menos mi casa.

Después de inspirar el olor del interior, de sonreírnos y de darnos un beso en los labios, subimos las maletas a nuestro dormitorio.

Las dejamos a un lado y me tiré en la cama con los brazos en cruz, boca arriba, para sentir ese colchón tan añorado en mi espalda. Jake gateó desde los pies del camastro y se acomodó entre mis piernas, con una enorme sonrisa dibujada en su rostro, y yo rodeé su cuello con mis brazos, correspondiendo su alegría.

―¿Contenta de estar en casa? ―preguntó.

―Me da pena que nuestra luna de miel se haya terminado, pero sí, ya tenía ganas de llegar ―le contesté.

―Se acabaron los lujos ―suspiró.

―No, yo todavía tengo el mayor de todos conmigo ―y mi sonrisa se amplió, junto a la suya.

Llevó sus labios a los míos y nos besamos durante un rato, dejando que la energía fluyera despacio a nuestro alrededor.

Después, terminamos ese beso, tomando una buena bocanada de aire para recuperarnos.

―¿No tienes hambre? ―sugirió cuando lo consiguió, sonriéndome―. Porque yo tengo un poco.

―Sí, yo también ―coincidí.

―Entonces vamos a hacernos unos bocadillos ―propuso, despegándose de mi cuerpo para salir de la cama.

Me tomó de las manos y me ayudó a incorporarme. Intenté hacer ese juego suyo de no dejarme levantar, pero, por más contrapeso que hice, me levantó con facilidad, entre las carcajadas de los dos. Me estampé contra su cuerpo, que enseguida me acogió con sus fuertes brazos, si bien los míos también rodearon su cuello.

―No puedes ganarme ―fanfarroneó a un palmo de mi rostro, con una enorme sonrisa.

―¿Tú crees?

Y me separé súbitamente de él para iniciar una carrera hacia la cocina, aunque él ya había adivinado mis intenciones, como no, y saltó casi a la vez para perseguirme, otra vez entre las carcajadas de ambos.

―¡No vale, eso es trampa! ―se quejó a mis espaldas, riéndose, cuando conseguí salir la primera por la puerta.

―¡No es trampa! ¡Es astucia! ―maticé, carcajeándome con malicia mientras ya corría por el pasillo con él pisándome los talones.

―¿Ah, sí? Ahora verás.

De pronto, apoyó la mano en la barandilla y, con un acrobático salto, pasó por encima de la misma, aterrizando directamente en las escaleras.

JACOB Y NESSIE NUEVA ERA II (Comienzo 1° parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora