Tener a Sarada como compañía me recordaba de cierta manera a nuestros viajes. Aunque no sabía exactamente la razón puesto que ella siempre fue muy distinta a ti. Quizá se debía a aquellos rasgos que se parecían a los tuyos, el cabello azabache y los ojos del mismo tono, tal vez.
Sin embargo, no sentía que ella y tú tuvieran un 'vínculo'. ¿Por qué? ¿Porque solías pasar más tiempo con otras personas que con ella? ¿Por celos de que fuera hija de Sakura y no mía?
— ¡Sensei! —La escuché llamarme a lo lejos, acercándose a mi con un par de shuriken en sus manos. De inmediato supuse que estaba lista para un nuevo día de entrenamiento.
En realidad, respecto a eso último, no los consideraba del todo como tal. Ella sabía más de lo necesario a pesar de su edad, sin embargo, aunque siempre le insistía con eso, no se daba por vencida para que le enseñara más técnicas.
— Avanza. Tenemos hasta el atardecer para cumplir con el entrenamiento diario.
— ¿Usted siempre fue así de seria? — Su pregunta me hizo sobresaltar. ¿Yo? Pfff, por favor.
Inevitablemente, empecé a reír.
— ¡Por supuesto que no, pequeña tonta! —Sonreí, a la par de que la miraba de reojo. Sus ojos cautivos de confusión reflejaban una inocencia sorprendente, así que caí en la conclusión de que tenía que ser sincera con ella—. Nunca había tenido un alumno y regularmente, no suelo convivir mucho con niños, así que supongo que intento ser cool para darte una buena impresión.
Detuve mi caminar para mirarla con suavidad, imitando mis acciones, ella nunca alejó su mirada de mi.
— Después de todo, eres la hija del hombre de quien me—... quiero decir, de la persona más cercana que pude llegar a tener.
— Respecto a él—...
— ¡No más charla! ¡Vamos, Sarada! O sino voy a dejarte atrás.
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