— Sasuke, pensé que empezarías a llamarme por mi nombre —rechisté, haciendo un puchero, el cual fue dirigido únicamente hacia ti. Me miraste un par de segundos tras soltar una carcajada y devolviste tu mirada hacia el hermoso paisaje que solía apreciarse detrás de la ventana.
— Si sigues moviéndote tanto, arruinarás el kimono, y no querrás eso, ¿verdad? —en tus palabras pude sentir la burla expresada, lo cual hizo mirarte con recelo, para luego mirar hacia otro lado.
La verdad es que en esa ocasión, era el día de la boda tan esperada por todos y cada uno de los habitantes de la aldea de Konoha, e inclusive de otras aldeas. Al igual que en la boda de Naruto, los invitados eran muchísimos, lo cual era una sorpresa total. Bueno, ver al ninja que en su tiempo fue un desertor casarse era sumamente extraño, por lo cual tener la oportunidad de presenciar el momento era algo interesante de ver.
— ¡Sensei! —un exclamó se escuchó por la habitación. Sarada, como ya se había previsto, me estaba esperando, así que probablemente la boda no estaba tardando mucho en empezar. Suspiré hondo y me di media vuelta para mirar a la pequeña azabache, quien me dedicaba una mirada de cierta emoción reflejada en sus ojos, llevaba consigo puesto un bonito color rojo, el cual solía resaltar con sus anteojos. Al igual que yo, resultó que ella esperó mucho este día, aunque no éramos las únicas, era más que obvio que Naruto también lo hacía. Maldita vieja chismosa. Cuando se enteró, el semblante agotador del trabajo le cambió por completo a uno repleto de felicidad.
— Aquí vamos —me alenté a mi misma, dedicándole una última mirada a quien sería mi futuro esposo. Me sonreíste y yo hice lo mismo antes de comenzar a caminar junto con Sarada rumbo a los últimos preparativos.
Resultar casándome contigo fue una decisión de la cual estoy segura de la que nunca me arrepentiré. Además, vamos, te veías tan encantador ese día. Aunque, lo que vino después de la boda fue mucho más encantador.
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