-“Si no sabes sonreír…es que no sabes vivir”- digo tan bajo como puedo, mientras toda la clase tiene puesto los ojos en mí.
-Hey chica, ¿no crees que para decir una frase tan absurda como ésta, por lo menos deberías ser un ejemplo a seguir en cuanto a ella?- y aquí vienen las risas de todo el mundo.
Frederick no es conocido por su gran inteligencia, pero si por su gran sentido del humor, aunque teniendo en cuenta mi posición, no opino lo mismo al respecto.
Digan lo que digan, jamás me ha gustado ser el centro de atención, y me siento como la mayor estúpida del mundo, obedeciéndole al estúpido maestro que goza de la situación a mis espaldas.
-¿Por qué no la lees tú, si quieres que la frase recobre algún sentido?- me defiendo con tono tosco lanzándole mi peor mirada al pelinegro despeinado.
-Oh, vamos. ¿No puedes acaso reírte al menos una vez?
-¿No puedes dejar la estupidez por lo menos una vez?-digo mientras mantengo mi tono afilado.
Fred capta la indirecta porque en seguida borra la sonrisa estúpida que se había formado en su cara, los demás siguen su ejemplo, y el profesor se aclara la garganta reclamando atención.
-Muy bien clase, el primero que logre decirme quien es el autor de esa frase, tiene un punto positivo en lengua castellana.- Para ese entonces su voz no es más que un cotorreo en mis oídos.
Mi nombre es Blizzard, y como pueden ver, mi popularidad en la preparatoria va en aumento. Nótese la ironía.
Verán, en esta estúpida ciudad, estúpido instituto, y estúpida sociedad, simplemente…no encajo.
Mientras todos están reclamando atención, yo sólo reclamo soledad y tranquilidad. Sólo quiero mi espacio y trato de parecerle invisible al mundo. Aunque la mayoría de las veces lo logro hasta cierto punto, no falta la gente estúpida que quiere ganarse un puño en su “shuck face” de mi parte.
Todo el mundo me evita y… es lo mejor que pueden llegar a hacer. No soy un alma de Dios… de hecho, ni siquiera creo en él, soy Agnóstica. Me refugio en mis libros, en mi música y en mi vida, no necesito nada de nadie, y espero que nadie en el mundo necesite algo de mí.
Las clases se pasan volando, gracias al cielo. El trayecto a mi casa es normal, igual que siempre. Evito tomar el autobús, no me gustan los lugares llenos de personas, más específicamente de personas que se creen de mayor estrato a las demás personas.
Mis auriculares son la única compañía que necesito, el volumen lo suficientemente alto, para ignorar el ruido de los carros y un buen libro del cual empaparme hasta llegar a casa. Los últimos días ha estado lloviendo, por lo que las calles técnicamente están inundadas, por suerte y mis botas son impermeables, si no, no creo llegar a disfrutar lo suficiente la hermosa tarde.
Subo la capucha de mi sudadera y la paso sobre mi cabeza, luego me sumo de lleno en uno de los más fantásticos libros que he llegado a adquirir.
-Blizz, ¿podría por favor secar tus botas antes de entrar a casa?- resuella mi madre, cuando me ve aparecer por una de las esquinas. Al parecer he llegado en mal momento.
-Vale, ya me desaparezco- digo mientras subo de dos en dos las escaleras de la casa, sin despegar la mirada del libro.
Así son mis tardes cotidianas, mi vida mundana. No entiendo porque el tiempo pasa tan lento cuando estoy rodeada de gente, y luego tan rápido cuando al fin encuentro un momento para mí. El transcurso de la preparatoria a casa, siempre se termina la chasquear los dedos, en un momento estoy un paso fuera de los edificios educativos y al otro, ya estoy dentro de mi casa.
Me encierro en mi habitación, me cambio la ropa sucia, me pongo una sudadera cómoda y unos shorts desgastados. Hoy es viernes, por lo que no tengo trabajo en las tardes, así que aprovecharé el tiempo suficiente, para descargar nueva música, y leer todo lo que pueda.
Mi vida es una sucia rutina, por ello la odio.
-Blizz, ¿quieres algo de cenar?- dice mi padre mientras toca con golpecitos bajos y prudentes la puerta de mi habitación.
-No- digo mientras abro la puerta rápidamente y empiezo a correr escaleras abajo.
-¿VAZ A SALIR DE NUEVO?- dice mi madre en tono histérico. Ella no comprende que no me gusta estar encerrada y que amo los espacios abiertos.
En las noches, vago por las calles de la ciudad en mi bicicleta. Técnicamente me sé todos los caminos de memoria, y absolutamente todo el mundo sabe mi rutina.
Si es cierto que no me gusta tratarme con nadie, también vale la pena recalcar que la gente se acostumbra a ti y tu comportamiento. Yo puedo pasar por la calle más peligrosa de la ciudad a las 12 de la noche, pero nadie se atreve a cruzarse en mi camino. Nadie me molesta y yo a nadie molesto.
-Prometo llegar temprano- es lo único que logro decirle a mi madre.
-Te esperamos-completa papá- tenemos algo importante de que hablar.
Y así, sin más salgo a zancadas de la casa y monto en mi vehículo favorito. Mis padres se ofrecieron a comprarme un coche, pero yo preferí una moto, sin embargo sólo la utilizo cuando mi padre va conmigo…o cuando están lo suficientemente dormidos para sacarla a escondidas. Pero hoy debo conformarme con la bici…
Siento el aire recorrer mi piel, alborotar mi cabello y despeinarme con cada pedaleo, y eso me hace sentir viva.
No busco nada en particular, solo distraer lo suficiente mi cabeza, ejercitar lo suficiente mi cuerpo y lograr cansarlo hasta llegar al punto de que apenas me duche de regreso a casa y me recueste en la cama, mi mundo se oscurezca y Morfeo me cubra con su oscuridad. Si, oscuridad, es lo único que logro ver, cuando estoy lo suficientemente exhausta, y cuando no… sólo debo esperar las voces y las pesadillas.
Paso una de las principales avenidas de la ciudad y observo cuan despierto se encuentra todo el mundo. Por el lado derecho, miles y miles de clubs nocturnos que ofrecen trago y diversión y por el lado izquierdo… moteles.
De regreso a casa y pasando por uno de los puentes más abandonados de la ciudad, logro ver a los habitantes que viven debajo de éste, con fogatas y mantas sucias, pero a pesar de ello, da cierta satisfacción pasar a su lado, porque a pesar de todo, son felices.
Dejo la bici en el patio trasero luego de 30 minutos de trayecto y ejercicio. Tengo la vaga esperanza de que mis padres se hayan acosado ya.
Pero para mi desgracia…no es así.
-¿y bien? ¿Tienen algo que decir?- me cruzo de brazos, mientras respiro pesadamente.
Kalh y Marie se miran el uno al otro supongo que tratando de darse ánimos entre si.
Y yo, me preparo para lo peor.
-Blizz… nos mudamos a la cabaña de la pradera.
Y lo único que se me viene a la mente es… -MIERDA Y ¿AHORA QUE PASÓ?...
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"Whispering Woods"
FantasiaBlizzard es una adolescente de 20 años, su vida, según ella, gira en torno a una sociedad que la ignora y para ella... eso está bien. No tiene amigos, no es muy sociable y dejemos a un lado que es demasiado simple. Despeinada y sin maquillaje, logr...